Una rareza polémica
en la filmografía de Sir Alfred: un estupendo triángulo amoroso que será
revalorizado a pesar de que él despreció la película.
Título original: The Manxman
Año: 1929
Duración: 80 min.
País: Reino Unido
Dirección: Alfred Hitchcock
Guion: Eliot Stannard. Novela:
Hall Caine
Reparto: Carl Brisson; Malcolm Keen; Anny Ondra; Randle Ayrton; Clare
Greet; Wilfred Shine; Nellie Richards; Harry Terry; Kim Peacock.
Fotografía: Jack E. Cox
(B&W).
La segunda
adaptación al cine de El hombre de la isla de Man —la primera fue rodada en
1916 por George Loane Tucker y fue un éxito tanto en Gran Bretaña como en Usamérica,
aunque la película desapareció en el famoso incendio del almacén de la MGM en
1965 en la ciudad de Culver—, dirigida por Alfred Hithcock no ha despertado
gran entusiasmo crítico, por el hecho de que él mismo la descalificara en la
famosa entrevista suya con Truffaut. Se trata de su última película muda, y a
lo mejor, más hitchcockista que el propio autor, me dispongo a defenderla de esa
fama de película supuestamente «anodina». Debió influir en el juicio de
Hitchcock las dificultades que supuso el rodaje en la isla de Man y el incordio
de tener cerca al autor de la novela que la película adapta, el popular
novelista de triángulos amorosos Hall Caine. De hecho, acabó trasladando el
rodaje a Cornualles, harto de la especie de acoso que sufría por parte del novelista, disconforme con el
enfoque que Hitchcock daba a la historia.
La heroína de
la historia fue la actriz checa Anny Ondra, a quien su deficiente inglés privó
de participar, conm su propia voz, en la primera película hablada de Hitchcock, Blackmail. A
título anecdótico, en YouTube hay un gracioso testimonio de la prueba de sonido
que hizo Ondra junto al director: https://www.youtube.com/watch?v=7Z8mSwzSQQk&ab_channel=BFI
y que redunda en la vieja obsesión del director con las
mujeres rubias. Ondra, en todo caso, triunfó en el sonoro en Alemania, donde
hizo más de cuarenta películas. Bien, pues la heroína en cuestión va a ser el
codiciado objetivo amoroso de dos amigos de la infancia que se reencuentran, el
uno como pescador y el otro como abogado, en una lucha en defensa de los
derechos laborales de los pescadores. Poco a poco, se va trazando el conflicto
futuro: ella, inicialmente propensa al coqueteo con el guapo marinero encarnado
con justeza por Carl Brisson, acaba dirigiendo su atención al amigo abogado
cuando el padre de Kate ha rechazado la propuesta matrimonial que le hace
llegar precisamente a través del abogado, porque, en palabras del padre, no
tiene recursos para mantener a su hija. Pete decide irse a África para hacer
fortuna y le pide a su enamorada que le prometa esperarlo: todo ello en una
atípica escena de balcón en la que el apuesto joven se sostiene de pie sobre
los hombros de quien acabará convirtiéndose en su rival. Ella lo promete. Pero
al poco de haberlo prometido, todo da a entender que se ha precipitado, y que
no está segura, pero Pete ya ha partido. Philip recibe el encargo de «cuidar de
ella» hasta que regrese. Es cierto que sucede lo inevitable cuando el amante se
ausenta y no da señales de vida: que Philip acaba sucumbiendo a la pasión que Kate
despierta en él. A ello se añade la noticia, llegada por telegrama, de que Pete
ha muerto en un accidente en la mina de oro donde trabajaba. Es muy interesante
en la novela el contraste de los dos enamorados: han de mostrar su pena por
Pete y, al mismo tiempo, contener su júbilo por lo que de liberación tiene que
puedan casarse libremente, como es su propósito. No tardan las cosas en
torcerse, porque Pete, que sigue con vida, anuncia su inminente llegada. El
encuentro entre los amantes, en una playa con acantilados donde Hitchcock
consigue unos planos espectaculares en una correspondencia de picado y
contrapicado, desde donde se saludan los jóvenes hasta que se reúnen en la
playa y él le comunica que Pete sigue con vida y que está de camino. La cámara,
mientras los amantes deploran su desdicha, enfoca en la línea del horizonte el
buque en el que supuestamente viaja Pete, un contraste que acentúa el sufrimiento
de ambos, porque Philip, como amigo íntimo que es de Pete, considera que Kate
ha de cumplir la palabra dada.
El honor a la
palabra dada se convierte en el eje moral de la trama, hasta tal punto que acabará
condicionando la vida de las tres personas que conforman el triángulo
doblemente amoroso que abocará a todos sus componentes a la desgracia, como se
anunciaba en el epígrafe bíblico que abre la película.
La boda y la
vida de casados de la pareja feliz lleva a Philip a «exiliarse» para seguir
formándose laboralmente y poder volver de nuevo a la isla como juez único de la
isla, donde es recibido por los pescadores, con Pete a la cabeza, como un
héroe. ¿Qué complica, de nuevo, la trama? El embarazo de un hijo que, obviamente, no será del marido,
sino del amigo. Las escenas en las que la mujer «exige» a su amante que se
aclare todo, que se lo digan a Pete, porque ella no puede seguir representado
el papel de esposa abnegada y amante cuando, en realidad, está enamorada de
Philip, se cuentan entre lo mejorcito de la película, por lo que hace al
verismo de la interpretación y a la profundidad de los nobles sentimientos de
la joven, dispuesta a que prevalezca la verdad sobre el «escándalo» que el juez
quiere evitar. La imagen de los amantes con cara de funeral de tercera mientras
Pete, entre ambos, quienes le dan la espalda, estalla de júbilo ante la
inminente maternidad bien podría haberse
comercializado como el cartel de la película, porque resume a la perfección los
entresijos de la situación. No relataré el final, pero sí que es un intento de
suicidio de la joven en el que lo provoca, y en la corte presidida por el juez,
donde se ha de resolver la trama. No adelanto nada, pero sí quiero hacer
mención, por el año de la película, de la reacción de Pete cuando descubre que
su esposa lo ha abandonado: centrarse en el cuidado de la hija de ambos con una
dedicación extraña para los hombres de aquella época. Es posible que Hitchcock
no haya hecho gala en la película de sus mejores virtudes, dada la ausencia del
suspense que él dominó como nadie, pero que hay muchas partes de la película en
la que advertimos que es él quien está detrás de la mirada de la cámara.
Igualmente, la atmósfera del pueblo de pescadores, con sus viviendas modestas,
la taberna donde Kate trabaja ayudando a sus padres y el conflicto de clase en
dos direcciones, del tabernero hacia Pete y de la tía de Philip respecto de
Kate ayudan a construir un retrato de la época muy respetuoso y eficaz.
Estoy
convencido de que los aficionados al buen cine serán capaces de apreciar la
excelente narrativa de la película, las excelentes actuaciones del trío
protagonista y la evidente intensidad de los sentimientos que dominan a los
personajes y les complican la vida hasta ni ellos mismos se imaginan. Y, por
cierto, ¿es de las pocas películas del director inglés sin su clásico cameo? Si
alguien lo ve, que indique minuto y resultado, por favor…