sábado, 31 de julio de 2021

«Las bien amadas», de Christophe Honoré, en la estela de Jacques Demy.

Un comienzo maravilloso con una progresión decepcionante. Aun así, un musical dulce de ver.

 

 

Título original: Les bien-aimés

Año: 2011

Duración: 139 min.

País: Francia

Dirección: Christophe Honoré

Guion: Christophe Honoré

Música: Alex Beaupain

Fotografía: Rémy Chevrin

Reparto: Chiara Mastroianni, Catherine Deneuve, Ludivine Sagnier, Louis Garrel, Milos Forman, Paul Schneider, Radivoje Bukvic, Michel Delpech, Omar Ben Sellem, Dustin Segura-Suarez.

 

         A ver, ni Christophe Honoré es Jacques Demy ni mucho menos Alex Beaupain es Michel Legrand, pero, dicho esto, la película de Honoré tiene un arranque que está a la altura de las obras del bretón y que merece ser visto y oído para delectación de todos los amantes del género musical en su particular versión francesa. Aunque arranca con una versión del éxito de Nancy Sinatra, These boots ar for walking, convenientemente adaptado al francés, el despliegue colorista e imaginativo de la puesta en escena con la moda de finales de los 50 y comienzos de los 60 es apabullante y deja boquiabierto a los espectadores. La historia de amor que se narra, entre un médico checoeslovaco y una dependienta parisina a quien el primero se acerca porque la confunde con una prostituta, es lo suficientemente atractiva como para intuir que vamos a presenciar una gran película. Todo discurre perfectamente, incluso la parte austera de la vida del matrimonio en Praga, donde la mujer, que ya ha tenido un hijo con su marido, descubre que su marido la engaña. Entonces se produce la invasión rusa y ella decide volver a París con la criatura y acaba divorciándose de su marido y casándose de nuevo con un militar que supone, para ella, la seguridad de un hogar para criar a su hija. Luego, el marido vuelve a aparecer y ella acaba cayendo en el hechizo que lo acercó a él. Son los mejores 40 minutos de una historia que se va a ir alargando innecesariamente para contarnos la vida de la hija y su romance paralelo con un músico en Londres que no puede corresponderle, a pesar de la atracción que ella le despierta, porque es homosexual. La madre, por su parte, va a ir alternando la relación con su segundo marido y el primero, interpretado en la vejez por Milos Forman, mientras que Ludivine Sagnier deja paso a Catherine Deneuve y Chiara Mastroianni interpreta a la hija adulta. Hija y madre, así pues, acaban conectando sus vidas a través de esos amores imposibles que en la madre encuentran un encaje a través del adulterio bien llevado, pero que en la hija hallarán un destino más amargo, porque su vida se divide entre dos amores de muy distinta naturaleza, el posesivo de Louis Garrel y el imposible de Paul Schneider.

         La película, lo reconozco, tiene más detractores que seguidores, pero reconozco que mi pasión por los musicales bien hechos me ha llevado a apreciar más los valores que en ella advierto, que sus defectos, que no son pocos, y el alargamiento innecesario, y la invención de algún personaje incluido, como el de Garrel, difícilmente me parecen justificables. Sobre todo, porque, cuando los actores no tienen un buen relato detrás de sus personajes, su interpretación naufraga estrepitosamente, que es lo que les ocurre a Garrel e incluso a la propia Chiara Mastroianni, cuya capacidad de seducción está incluso a años luz de la de su muy oronda y vitalista madre: la juventud no lo es todo en el cine, desde luego.

         Del mismo modo que la atmósfera de la zapatería parecía un homenaje a la paragüería de Los paraguas de Cherburgo, no es menos cierto que las muy bellas canciones de amor de Alex Beaupain siguen muy de cerca el estilo de las baladas amorosas de Legrand, lo cual nos sitúa en una tradición deliberadamente escogida por Honoré, a medio camino entre el homenaje y la imitación. Contar con la misma heroína de aquella joya del cine musical, Catherine Deneuve, es ya, en sí mismo, una inequívoca declaración de intenciones. Desde esta perspectiva, la película se ve con el cariño que despierta la intención del cineasta y su homenaje lo compartimos quienes amamos hasta la devoción aquellos paraguas mágicos.

         Aun no siendo una película redonda, está claro que la historia se sigue con interés, que la variedad de escenarios, París, Praga, Londres, Canadá…, ayudan a tener perspectivas distintas de las vidas de las protagonistas y, finalmente, las interpretaciones del primer tramo de la película ponen muy alto el listón de la misma y el espectador lamenta ese cambio de actores y actrices para extender tanto en el tiempo algo que quizás debiera de haberse contado de forma más condensada. Con todo, el núcleo Forman-Deneuve-Delpech consiguen crear un curioso trío cuyas relaciones se siguen con el interés que la inclinación promiscua de la protagonista logra transmitir. En este sentido, la película remonta al final y, sobre todo, al mismísimo plano que cierra la película como un broche de oro la cadena narrativa.

        

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