Tren de noche a
Lisboa o la indagación perpleja de un personaje hermético.
Título original: Night
Train to Lisbon
Año: 2013
Duración: 110 min.
País: Alemania
Director: Bille August
Guión: Ulrich Herrmann, Greg
Latter (Novela: Pascal Mercier)
Música: Annette Focks
Fotografía: Filip Zumbrunn
Reparto: Jeremy Irons, Jack Huston, Christopher
Lee, Mélanie
Laurent, Charlotte
Rampling,Lena Olin, Tom Courtenay, Bruno Ganz, August Diehl, Martina
Gedeck, Beatriz
Batarda, Burghart
Klaußner, Nicolau
Breyner, Filipe Vargas, Adriano Luz.
La
película de Bille August -director de
la inolvidable Pelle el conquistador-
se plantea como un thriller de contenido político dentro del marco de la crisis
existencial de un tópico personaje encarnado por Jeremy Irons, un oscuro
profesor de lenguas clásicas suizo que juega partidas de ajedrez contra sí
mismo en un exquisito ejercicio de desdoblamiento de personalidad. A raíz de
salvar del suicidio a una joven portuguesa, que desaparecerá de su vida minutos
después, dejándole un impermeable donde encuentra un libro, El orfebre de las palabras –título que
vale por toda la película, ya lo anticipo… – de un desconocido médico portugués
y activo militante en la resistencia contra la dictadura de Salazar, Amadeo de
Prado, el profesor descubre la existencia de dos billetes de tren para Lisboa
que caen inadvertidamente de entre las páginas el libro. Corre a la estación a
llevárselos a la joven pero no la encuentra y, en el último minuto, toma la
decisión de subirse a esa indagación de sí mismo que, a través de la lectura de
la filosófica obra del autor, le convertirá, sobre todo, en el detective de un
oscuro pasado sentimental que mezcla a partes iguales la revolución, la ética,
el amor, la lealtad y la traición; un pasado que su inquisitiva presencia en
Lisboa resucitará para traerlo al atormentado presente de la mayoría de los
protagonistas de aquellos hechos no tan lejanos, porque hablamos de los años
anteriores a la Revolución de los claveles.
La
trama, así planteada, reúne suficientes motivos narrativos como para que la
atención del espectador no decaiga, al modo como El secreto de sus ojos y La
historia oficial conseguían, por citar dos referentes de películas en las
que la política juega una baza determinante; pero en este tren viaja un
omnipresente investigador hermético que
no sabe nada de Amadeo, pero del que nosotros tampoco sabemos gran cosa, de ahí
que la superposición de historias se convierta en un cruce de vías que nos
aleja en direcciones que en modo alguno convergen al final, excepto el propio
final, que no revelaré. Con todo, parte de los momentos más intensos de la
película tienen que ver con la brutal represión de la PIDE portuguesa, hermana
gemela de los milicos de la ESMA argentina, la Brigada Político Social
franquista o la DINA chilena.
Aunque
la película se presenta como versión original, he de decir que se trata de una
película doblada al inglés en el 80% de su metraje, por lo que el hermoso juego
lingüístico de las dos tramas pierde gran parte del interés con que el
espectador podría seguir la película. Que los protagonistas portugueses en
Portugal hablen en un inglés de saldo, en vez de en su propia y eufónica
lengua, tan hermosa, le hace ver al espectador la historia desde una distancia
en la que se congela cualquier atisbo de asentimiento a sus cuitas éticas y
amorosas: parecen empeñados en pasar un casting para una superproducción, en
vez de representar desde los matices de su lengua los sentimientos que los
embargan. Si a eso le añadimos el “desfile” de viejas glorias del celuloide en
papeles que apenas tienen desarrollo en el presente, porque la película juega
constantemente con las vueltas al pasado, donde está lo mejor de las
interpretaciones, a pesar de los
pesares, el espectador se queda con una
sensación agridulce de no saber bien bien, si todos los ingredientes de la
película son tan relevantes, porqué se aburre hasta el bostezo.
A mi
modo de ver el principal inconveniente es el hieratismo y hermetismo del
investigador, cuya presencia en modo alguno potencia el lado thrilleriano de la
película; por otro lado, el de la historia de los jóvenes lisboetas, la puesta
en escena, la ambientación y algunas escenas exteriores adolecen de ciertas
carencias presupuestarias que no llega a suplir la excelente dirección de
August. No es una película de cámara, pero casi. Hay un cuidado esteticismo en
la composición de los planos y en la selección de los escenarios que nos llevan
a pensar que Lisboa es una ciudad en la que solo viven los personajes de la
película, quienes se mueven por ella, sobre todo el tópico profesor, como por
el escenario reconstruido en estudio de la bulliciosa ciudad atlántica. La
presencia de Bruno Ganz, además, no puede por menos de traer a la evocación del
espectador aquella película luminosa: Dans
la ville blanche, de Alain Tanner, cuyo protagonista, un marinero suizo,
decide abandonar el barco donde navega enrolado y permanecer, en una suerte de
tiempo sabático, en Lisboa, desde donde reconsidera toda su vida, una decisión
de la que no está lejos la súbita aventura lisboeta en la que se embarca el
profesor de lenguas clásicas, y cuyo final ya dije que no anticiparé, aunque no
creo que la película tenga tanto éxito como para que este mutismo mío tenga
sentido, pero en el decálogo ético de los críticos está no desvelar jamás el
final de una película, entre otras cosas.
Lo mejor de la película es
la recitación que hace Jeremy Irons de los fragmentos del libro del
protagonista, de tan hermoso título, El
orfebre de las palabras, que se van intercalando para crear una atmósfera
de reflexión existencial que justifica la presencia del profesor en Lisboa;
unas citas a las que el novelista en cuya obra se basa el guión, Pascal
Mercier, ha sabido dotar de un grado de autenticidad y de una densidad
filosófica que constituyen toda una invitación para la lectura detenida de su
obra: Tren nocturno a Lisboa (El
Aleph, 2012), porque a buen seguro que en ella habrá un desarrollo de esa
dimensión literaria del protagonista que en la película se nos hurta, a juzgar
por la extensión de la novela, 430 páginas. La voz de Jeremy Irons, en sentido
opuesto a la de Scarlett Johanson en Her,
es un atractivo de primer orden para acercarse a ver esta película que podría
haber sido excelente y se ha quedado en
pasable.
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