La mágica atmósfera de lo que pudo haber sido: una magnífica historia de amores imposibles.
Título original: Gelditasuna
ekaitzean
Año: 2022
Duración: 97 min.
País: España
Dirección: Alberto Gastesi
Guion: Alberto Gastesi, Alex
Merino
Música: Iñaki Carcavilla
Fotografía:Esteban Ramos
Reparto: Loreto Mauleón; Íñigo Gastesi; Aitor Beltrán;
Vera Milán; Oihana Maritorena; Asier Oyarzabal.
Estar
acostumbrado a pasear por la calle observando a la gente y fantaseando
historias, por amor al arte de la narración, con algunas de ellas te capacita,
de entrada, para disfrutar enormemente de esta película que se ha estrenado sin
ruido de famosos ni avales de los potentes focos mediáticos de captación de
ingenuos espectadores, y que, a mi parecer, es uno de los estrenos más
sobresalientes del cine español de los últimos tiempos.
Se trata de una película intimista y ambiciosa,
dentro de su discreta producción, compensada por unas interpretaciones muy
ajustadas, una fotografía que materializa en su luz el poder absoluto de la
nostalgia y una dirección que no se
pierde en virtuosismos, sino en la máxima efectividad dentro de una tradición
estilística muy definida, la del cine francés que va de Bresson a Rohmer y
Truffaut.
La película está rodada en San Sebastián y
usa la lengua vasca, la española y el francés. Arranca con el encuentro de dos
jóvenes bajo un voladizo para protegerse de la lluvia, que intercambian alguna
mirada furtiva y se retoma con la vuelta a San Sebastián de esa misma joven,
ahora casada y dispuesta a instalarse en un piso que le va a enseñar el joven
con quien cruzó aquellas miradas, quien trabaja en la inmobiliaria de su madre,
compaginándolo con su trabajo en la lonja de pescado. La joven es una violonchelista
que ha desistido de presentarse a las pruebas de admisión del conservatorio.
Aunque han pasado, siendo muy generosos,
veinte años —un exceso inverosímil de guion dice que treinta— , cuando ambos se
encuentran en la playa de La Concha, donde ha varado una ballena, y cruzan sus
miradas, se produce un reconocimiento instantáneo, una anagnórisis,
técnicamente, que es uno de los recursos más antiguos del teatro y de la primitiva
narración bizantina, y se dispara, al poco, el recuerdo de la historia de amor
entre ambos que muy probablemente jamás sucedió. ¿O sí? Las señales de que no
son evidentes, y una extraordinaria conversación entre los amantes no amantes
en el piso donde él trata de arreglar la ventana rota para que no entre el agua
de las tormentas —tiempo atmosférico que presiden la narración, creando una atmósfera
de penumbra muy propia no solo de los recuerdos, cuyos terrenos son siempre los
de la confusión y la indecisión, sino también de la nostalgia— parece dejarlo
definitivamente claro; pero… ¡es tan convincente y seductora la historia del acercamiento
entre ambos jóvenes, hasta que dejan de verse! que por fuerza ha de instalarse
en la mente del espectador que ambos están representando el juego del olvido.
Llama la atención, eso sí, que el enamoramiento entre ambos se produzca en
eusquera y que su relación en el tiempo presente sea en castellano, lo que parece
confirmar la ficción de dicha relación, muy pero que muy rohmeriana en su
desarrollo y en la naturalidad con que se produce por parte de ambos intérpretes.
¡Lo bien que le sienta el afeitado total a Íñigo Gastesi, por favor…!
Ambos jóvenes, extraviados en una suerte
de camino romántico que los lleva a recrear, crear o recordar la historia de su
relación, están, en el presente, «atados» cada uno a una relación en la que
supuestamente son felices, e incluso él sabe ya que va a ser padre, antes de
que su pareja se lo revele como una gran sorpresa, lo que no impide, sin
embargo, que a él parezca faltarle la intensidad de un supuesto primer amor que
no puede ni olvidar ni dejar de desear.
La película es una pieza de orfebrería, un
relato íntimo, lleno de futuros que apelan a los personajes desde el pasado con
un poder emocional que les condiciona su presente. Ese cruce de perspectivas le
da a la obra su poderosa atmósfera romántica, aunque sin salir de la realidad
cotidiana, reflejada en la película con total naturalidad. Es una película en
el País Vasco, sí, pero, por decirlo así, descontextualizada, como si no
existieran todos aquellos fenómenos sociales en los que todos pensamos cuando
evocamos esa hermosa tierra. La película escoge el mundo individual de los afectos
y las emociones, como el funeral del padre al que el hijo se niega a ir o como
el padre distante de su amor proyectado en la memoria con todo lujo de
detalles. Ese buceo en la psicología y la emociones individuales de la película
le confiere un valor universal, por eso la película atrapa al espectador en la
red de los tiempos posibles e imposibles, imaginarios o reales, con tanta
facilidad.
Los dos protagonistas tienen la virtud de
la espontaneidad, de la naturalidad, y el cambio físico de él, que marca ambos
tiempos, está más conseguido que el de ella, aunque en esa conversación citada son
sus voces las que se encargan de cuadrar todas las sumas de lo que es, de lo
que fue y de lo que pudo haber sido. Y ello en el metafórico espacio vacío de
un piso aún no habitado y con la ventana rota por la que se cuela el agua de
las tormentas, de la borrasca que altera cualquier corazón.
Insisto, la ópera prima de Gastesi se ha
presentado sin bombo ni platillo, pero hay una sutil línea de violonchelo y de
saxo que se le va a clavar al espectador en el núcleo duro de la emoción. Solo
desde la modestia de una película como esta veremos construir una obra que, a
salvo de errores de planteamiento, confirmará a un auténtico creador, de esos
cuya voz son sus sobras, no la presencia en el agitprop mediático.
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