Aviso para navegantes del periodismo de las grandes exclusivas: un velo infranqueable nos veda el mañana: descorrerlo nos puede cegar y cambiar de sexo [o que se lo digan a Tiresias]…
Título original: It Happened Tomorrow
Año: 1944
Duración: 84 min.
País: Estados Unidos
Dirección: René Clair
Guion: Dudley Nichols, René
Clair
Música: Robert Stolz
Fotografía: Archie Stout
(B&W)
Reparto: Dick Powell, Linda
Darnell, Jack Oakie, Edgar Kennedy, Edward Brophy, John Philliber.
René Clair no
es director de grandes públicos, pero si un director apreciado por los buenos
aficionados al cine y al arte en general, porque no solo derramó sus saberes en
el Séptimo, sino en otros como el teatro, la música o la escritura. Dueño de un
estilo muy propio, y miembro activo que
fue de las vanguardias de entreguerras, Clair acabó forjando una personalidad
muy marcada con la mezcla de lo realista y lo fantástico, no muy lejos, como
en este caso sucede, del cine de Frank Capra.
Sucedió
mañana es una fábula moral, una comedia de enredo y una reflexión moral
sobre la ambición de descorrer el velo de lo que el destino nos mantiene
oculto. La película se nos presenta como una comedia de enredo, aunque no tarda,
a través de su desarrollo, en acercarse a meditaciones más profundas sobre la naturaleza
humana y su particular «frivolidad», siempre dispuesta a sacar tajada incluso
de lo insólito, aun a pesar del peligro inherente a los juegos de azar. He leído
que la primera opción para el protagonista fue Cary Grant, a quien acabo de
ver, en su vertiente payasa, en Hubo una luna de miel, de Leo McCarey,
más bienintencionado que realmente lograda, aunque, como todo su cine, se ve
con delectación; pero el elegido, Dick Powell, cumple a la perfección lo que se
espera de él, porque sí, también tiene un registro cómico que ya explotó con
éxito en algunos musicales y otras películas cómicas como Las tres noches de
Susana, criticada en este Ojo, aunque sus papeles de tipo duro en el cine
negro le granjearon una merecida fama.
La película
parte de una premisa capriana, ya lo hemos dicho, un viejecito afable le
entrega a un periodista ambicioso un ejemplar ya editado de la edición del
diario con todo lo que va a suceder al día siguiente, de modo que puede «anticiparse»
a las noticias y publicarlas con antelación. Se estrena, en unas secuencias cómicas
muy divertidas con el atraco al Palacio de la Ópera, pero, para su desgracia,
el hecho de conocer con antelación el atraco, descrito en el diario, lo hace
muy sospechoso ante la policía, que lo arresta.
Con anterioridad, nuestro «ventajista» y
fraudulento periodista (no sale él a buscar la noticia, sino que la noticia le
llega con anterioridad por vías del todo fantásticas) ha conocido a la médium
que actúa en un número de cabaret con un mago. Enamorado a primer golpe de
vista de la médium, el periodista hará todo lo posible por lograr una cita con ella,
aunque el «milagro» de la información adelantada casi da al traste con esa
aventura romántica que, desde ese mismo momento, se va a entretejer con una
trama que bordea la screwball comedy pero que no cae de lleno en
ella, porque, a pesar del giro disparatado que imprime a la historia el
descubrimiento por parte del protagonista de que una de las noticias que
saldrán al día siguiente es la de su propia muerte, junto a la de los
resultados de las carreras de caballos, lo que aprovecha para hacerse con una pequeña
fortuna, con la esperanza de que los pronósticos fallen y se demuestre que todo
es una sutil y alambicada maniobra del azar, sin fundamento alguno.
Ese giro de guion nos permite vivir un
final de historia trepidante, con unas interpretaciones magníficas y un ritmo,
casi de vodevil, que Clair sabe mantener con absoluta maestría, como un digno
heredero de las comedias de Lubitsch, el genio del género.
La película es de época, lo que añade a la
historia una dimensión de puesta en escena y vestuario que le confiere un
empaque de comedia clásica absoluta, lo cual permite, además, conferir verosimilitud
a ciertos comportamientos algo ñoños en las relaciones de los enamorados. Con
todo, el giro de guion es de una eficacia tan tremenda que ni siquiera la
propia boda de ambos acaba teniendo relieve en una comedia que narraba, de
forma paralela, dos historias: la de las revelaciones periodísticas anticipadas
y la historia amorosa de la médium y el periodista.
Que ella sea una médium fake es
todo un acierto de guion, porque, de algún modo, parece que se enuncie, sutilmente,
la boda del periodista con el engaño, lo cual no deja de ser una carga de
profundidad que acaso pocos advirtieran ni en el momento de su estreno ni en
sus sucesivas visiones, pero ahí están los hechos.
Lo que la película garantiza a los espectadores es una placentera diversión, propia de las películas en las que no se deja
nada, paradójicamente, al azar; una historia muy bien narrada y con un
afortunadísimo giro de guion que consigue cautivar a los espectadores en esos
tramos finales de las películas en los que tantas de ellas suelen flojear.
Si Dick Powell exhibe su mejor vis cómica,
Linda Darnell le da una réplica perfecta, así como el resto de un reparto en el
que la convicción de los secundarios, auténticos coprotagonistas, convierten la
película en una obra coral.
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