La compleja vida en pareja o cuando uno más uno solo suman dos.
Título original: Verdens
verste menneskeaka
Año: 2021
Duración: 128 min.
País: Noruega
Dirección: Joachim Trier
Guion: Joachim Trier, Eskil
Vogt
Música: Ola Fløttum
Fotografía: Kasper Tuxen
Reparto: Renate Reinsve,
Anders Danielsen Lie, Herbert Nordrum, Silje Storstein, Maria Grazia Di Meo,
Hans Olav Brenner, Marianne Krogh, Vidar Sandem, Sofia Schandy Bloch, Anna
Dworak, Eia Skjønsberg, Thea Stabell, Mina Elise Friesl-Stavdal, August Wilhelm
Méd Brenner, Lasse Gretland, Deniz Kaya, Karla Nitteberg Aspelin, Savannah
Schei, Tumi Løvik Jakobson, Helene Bjørnebye, Karen Røise Kielland.
La dejé a medias porque la noche en que
empecé a verla me llegó la noticia de la más que inminente muerte de mi madre y,
finalmente, hube de desplazarme a Madrid y allá quedó, suspendido, el visionado
de pago de una película que Boyero trató, raro en él, con guante de seda,
aunque sin un excesivo entusiasmo. Ahora, gratis en Movistar+, hemos acabado de
ver las peripecias de una protagonista empoderada de indecisión, como digo en
el título, y que no sabe ni exacta ni aproximadamente qué quiere hacer con su
vida ni con quien vivirla ni de qué modo.
La historia arranca siendo ella la
pareja de un dibujante de cómics cuyos álbumes tienen cierto éxito, aunque ella, fotógrafa
por afición, duda de a qué dedicar su vida y, en consecuencia, se interroga
constantemente por el grado de satisfacción o insatisfacción de la vida que
lleva.
Está claro que la película la tiene como protagonista
absoluta y que cualesquiera personajes con los que tiene contacto son,
simplemente, su «circunstancia», una situación en la que, como se irá viendo,
ella no se siente inmersa ni vinculada íntimamente, sino que se nos presenta
como una «observadora» imparcial, no involucrada emocionalmente en aquello que
vive, como en las secuencias de la invitación a la casa de campo de la familia
de él, donde tiene la posibilidad de ver en acción otros modelos de parejas, con
niños, y las dificultades que conlleva esa responsabilidad.
Julie, que parece ir a la deriva en su relación con Aksel, el
novelista gráfico, se deja arrastrar a situaciones que suponen un desafío a su
especie de aburrimiento sideral. Una de ellas consiste en «colarse» en una boda,
donde acaba ligando con un invitado que, a su vez, está casado. La relación erótica,
pero sin contacto carnal, le deja un regusto de aventura triunfal que no se le
irá de la cabeza. Menos aún cuando, en su trabajo como dependienta de una
librería, se le presenta esa joven y sabe, de una vez por todas, que va a ser
inevitable establecer una relación apasionada con él, como así sucede. Todo
discurre con el sabor transgresor del adulterio de ambos y acaba en la disolución
de sus propias parejas para acabar unidos. Son dos jóvenes sin excesivas
ambiciones, uno empleado en un restaurante y ella en una librería, pero ella no
tardará en sufrir el mal con el que se diría que se ha hecho adulta: la insatisfacción.
Estamos, pues, ante una mujer casi especializada, por sus propias limitaciones,
en abortar relaciones e ir pasando de una en otra sin acabar nunca de encontrar
su sitio en el mundo.
El giro melodramático de los acontecimientos es el súbito
cáncer de páncreas del novelista gráfico, un trágico hecho que va a coincidir
con su no deseado embarazo. En un acercamiento más lleno de piedad y compasión que
de otra cosa, Julie acompañará a Aksel en sus momentos finales, hasta que
decide revelarle a su pareja actual su embarazo.
Me es obligado dejar la sinopsis aquí, porque no conviene
arruinarle el desenlace a los espectadores, pero el novelista, cuando ella le
revela que está embarazada, le pregunta: «¿Y qué vas a hacer, dejarlo?», porque
él sabe bien que el método expeditivo de «la peor persona del mundo» es salir
corriendo, desertar e iniciar una nueva andadura, y por eso se lo pregunta, por
si está incubando una decisión de esa naturaleza.
La intérprete, Renate Reinsve, expresa a la perfección esa
indecisión en la que vive permanentemente la protagonista: una mujer que no
quiere convertirse simplemente en «la mujer de», pero que no acaba de encauzar
su vida hacia una plena realización de sus propios intereses dominantes, quizás
porque incluso ella ignora cuáles sean. La película da la impresión de haber
querido retratar a una mujer en busca de sí misma, de ser una suerte de road
movie psicológica y emocional cuyo final nunca se sabe si es realmente «el»
final.
Lo que es innegable es la delicadeza con que el director
encara el retrato de Julie, algo que se extiende a los momentos finales de su
relación con Aksel, cuando este viaja al lugar donde transcurrió su infancia y
le descubre el origen de su pasión por los colores en unos virios pintados a
través de los cuales contemplaba la realidad que lo rodeaba. Anders Danielsen
le da una excelente réplica, y destaca en un par de secuencias brillantes: en
su entrevista en televisión, donde lo atacan por ser políticamente incorrecto,
y en la habitación del hospital cuando, ajeno a la presencia de Julie, está remedando,
con sumo acierto, la batería de una canción que oye a través de los cascos.
La peor persona del mundo es una invitación a reflexionar sobre los límites del
compromiso en el seno de la pareja y hasta qué punto el individualismo extremo
se vuelve incapaz de trenzar y mantener una convivencia en la que surja una
comunidad de intereses: sexuales, emocionales, materiales, existenciales, etc.
Cada vez es mayor el número de personas que no quiere comprometerse en una
relación sólida de pareja, con niños, y está claro que no todos tienen las
mismas razones, pero la película lo que sí nos ofrece es la perspectiva de un único
resultado.
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