Una comedia bufa divertida y asainetada en los hermosos pirineos de Huesca, con Lemmon y Mathau muy al fondo…
Título original Mari(dos)
Año: 2023
Duración: 102 min.
País: España
Dirección: Lucía Alemany
Guion: Pablo Alén, Breixo
Corral
Reparto: Paco León; Ernesto
Alterio; Celia Freijeiro; Raúl Cimas; Jesús Olmedo; Emma Hernández; Marta Costa;
Lucía Gómez; María Córdoba; Kirill Bunegin; Joseph Ewonde;
Adriana Fornés; Cristina
Rodríguez; José Carlos Palacios.
Música: Vanessa Garde
Fotografía: Josu
Inchaustegui.
Película
familiar que avanza entre las risas de mi provocadora sentencia intuitiva «eso está rodado
en Candanchú», la incredulidad de mi hija de que exista tal lugar como Candanchú
y el refuerzo maternal de la hipótesis «¿Candanchú o Katmandú?»… Con semejante
predisposición, está claro que le íbamos a ver a la película las gracias que
tiene y las que no tiene, y más cuando nos encontramos con un asainetado Paco
León, sevillano, haciendo de catalán, para delicia, sobre todo, de los
catalanes. He de confesar que, vista el 23, me pasé la velada en familia del 24
imitándolo sin parar, a piñón fijo, y dio mucho juego…
Veamos, que
nadie se llame a engaño con el prólogo. Salvo la ligera sobreactuación de Ernesto
Alterio, para quien no han encontrado la mejor caracterización deseable —¡y qué
enorme la actuación de su hermana Malena en Bajo Terapia, de Gerardo
Herrero, por cierto!—, y los atisbos de comedia loca que supone la clínica
donde ingresan a la mujer de ambos protagonistas, la película, también de la
cosecha del 2023, se mueve en el género
de la comedia con una soltura que solo decae en momentos muy concretos que no acaban
afectando al total de la historia. La situación de partida, dejar a dos niñas
de tan corta edad en manos de un hermano pasota y que luego estas viajen hasta donde
está su padre con quien las deja, solas, en la estación de autobuses y se larga
porque tiene una cita con su camello; así como la bigamia de la
no-protagonista, que está en coma por haber practicado un «carradine», una práctica
sexual extrema, aunque ambos maridos crean que es una de las víctimas de un
alud de nieve, nos sitúa claramente en el terreno del disparate cómico, un
género muy próximo al sainete y que no llega al esperpento, porque carece de la
acidez de este. Se trata de una comedia fronteriza con el género «familiar»,
cuyo monopolio actual parece detentar Santiago Segura, pero que no tarda en
derivar hacia la comedia de personajes opuestos y en apariencia irreconciliables, como los sugeridos en el título de la crónica, Lemmon & Mathau, en obras
inolvidables como En bandeja de plata, de Billy
Wilder, La extraña pareja, de Gene Saks o Dos viejos gruñones, de
Donald Petrie, entre las muchas que hicieron juntos. La explotación de las «particularidades»
regionales, propia del sainete, que nos hace recordar, en la figura de Paco
León, al inolvidable José Sazatornil «Saza», contribuye en gran medida a elevar
el tono cómico de la película, y bien puede decirse que, como apogeo del «disparate»,
se lleva la palma la aparición ex machina del hijo ruso adoptado por el
matrimonio de León con la bígama y que se hallaba en un internado inglés,
porque ambos matrimonios son muy desiguales: uno, el del industrial catalán,
León, es potentado, y el otro, el del dibujante de tebeos, Alterio, vive con
cierta relativa estrechez, y el hombre arrastrando el fracaso de ser un
imitador vulgar de las aventuras de «Teo», con su «Mateo», a quien quiere, a
toda costa, distinguir del referente original. He de reconocer que la presencia
del hijo ruso consigue gags auténticamente inspirados y contribuye a
elevar el tono general, ya bastante bueno de por sí, de la película.
Como se habrá
advertido, los ingredientes dan para que pudiéramos hablar de una comedia loca,
la muy respetada, si bien hecha, screwball comedy, pero para ello
se necesita un ritmo y un movimiento alocado de personajes que no se da en esta,
porque, en cuanto los «mari(dos)» se enteran de la razón del ingreso hospitalario
de la cónyuge de ambos y descubren el apartamento en cuyo exterior está
aparcado su coche, la película deriva hacia una parodia del cine policiaco, en
la que no falta la pared llena de fotos y pistas que permitan formular
hipótesis que expliquen el comportamiento de la mujer, a quien ambos esposos,
atribuyen un tercer amante secreto con quien traiciona a ambos.
La película sigue
también una línea de tenue tono sentimental que, desde el inicio de la relación
casual entre ambos en plena carretera helada, tan áspera como divertida, va a
desarrollarse en la dirección de formar un «equipo», de ser «co-maridos»,
porque el personaje de Paco León es el colmo de la visión positiva ante las
adversidades, y de todo trata de sacar algo que le haga crecer como persona,
abierta a todas las experiencias; mientras que el de Alterio está tan apegado a
su mal humor, sus gritos y su desesperación de hombre fracasado que todo en el
guion anuncia la inmediatez de un derrumbamiento: se trata, dentro de la lógica
de la corrección política, de dos visiones opuestas de la «masculinidad», y de
cómo, desde cada una de ellas, se puede converger hacia una superación de la
supuesta masculinidad «tóxica», aunque en modo alguno la película hace excesivo
énfasis en discurso teórico alguno, aunque subyazga el que acabo de explicar.
En la medida
en que es una película al servicio del dúo Alterio-León, reconozco que todo
funciona a la perfección y que consiguen secuencias logradísimas, como la del
empoderamiento nocturno de los falos, por ejemplo—mi hija se tronchaba—, y muchas
otras en las que el humor no procede de las situaciones, sino del repertorio de
gestos, miradas y expresiones de los intérpretes. No es una película coral,
pero se ha de reconocer que junto al dúo protagonista se cuela el «chanantenui»
Raúl Cima con un doctor loco en la vaga estela del dentista de La tienda de
los horrores, de Frank Oz, que es todo un acierto. De hecho, se echa de
menos que no se le haya dado un poco más de espacio en el guion, porque es un
personaje macanudo, con esa pinta de doctor country francamente graciosa a
primera vista.
Otro factor
que favorece la película es la cuidadosa dirección de la misma, porque, como le
gusta a Boyero que suceda, la película fluye con mucha naturalidad y muy
raramente se «estanca», lo cual ocurre en algunas escenas de tono sentimental
que quizás apartan a la película de ahondar más en el progreso hacia el final apoteósico
que quizás hubiera sido legítimo esperar, dado el planteamiento. Los paisajes
son espectaculares, y algunos secundarios, como el recepcionista del hotel, un
hallazgo visual…
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