domingo, 10 de diciembre de 2023

«Carancho», de Pablo Trapero, o el «thriller» social.

En la Argentina preMilei, una lucha a muerte por esquilmar a las aseguradoras a través de los accidentados: la pequeña mafia argentina defendiendo «su» territorio.

 

Título original: Carancho

Año: 2010

Duración: 107 min.

País: Argentina

Dirección: Pablo Trapero

Guion: Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre, Pablo Trapero

Reparto: Ricardo Darín; Martina Gusman;  Carlos Weber; José Luis Arias; Darío Valenzuela; Loren Acuña; Gabriel Almirón; José Manuel Espeche; Federico Silva; Graciana Chironi; Susana Varela; Federico Esquerro; Hector Bordoni; José María Rivara; Isidora ;  Roberto Artiagoitía; Pablo Trapero; Pablo Galarza; Roberto Maciel; Rocío Robles; Martín Trapero; Carmen Chironi.

Fotografía: Julián Apezteguia.

 

          Carancho, título metafórico, es un ave rapaz y define a la perfección el trabajo de ciertos abogados que sobrevuelan hospitales y funerarias a la búsqueda y captura de infelices accidentados a los que arrancarles un poder notarial para representarlos ante las aseguradoras y asegurarse, ellos, un botín suculento. La historia narra la vida de uno de esos caranchos que, llegado un momento, cree que está en condiciones de establecerse por su cuenta, ignorando, curiosamente, que el jefe para el que trabaja, a pesar de su aparente blandenguería, es un mafioso sin escrúpulos dispuesto a lo que sea, literalmente, a lo que sea, para defender su negocio del intrusismo ajeno, y más aún si el «invasor» trabajaba antes para él.

          Sí, es una historia de perdedores, y se cruza en ella una historia de amor con la doctora que hace el servicio de noche en una compañía de ambulancias y en un hospital, un pluriempleo al que sobrevive gracias a la droga. Que dos almas solitarias se reconozcan y se atraigan es historia vieja como el mundo, pero va a depender mucho de la interpretación de los protagonistas la verosimilitud y la capacidad de seducir al espectador. Darín es una garantía de solvencia y, la para mí desconocida, Martina Gusman le da la réplica perfecta para formar una especie de pareja delictiva que les permita sobrevivir a una red mafiosa, policía incluida, que va a condicionar sus pasos hacia la relativa independencia profesional.

          Se trata de una historia en apariencia de poca monta, pero que va creciendo a medida que la violencia extrema aparece en las relaciones del «carancho» que quiere volar solo y su antiguo bufete. Para el espectador español, lo significativo es la degradación de la sanidad, de los espacios y, en general, la de la sociedad miserable que, por unas u otras peleas o accidentes, acaba llegando a un más que precario servicio de urgencia hospitalario sin medios suficientes para hacer frente a según qué situaciones. Ese contexto degradado y terrible, ¡que casi parece explicar por sí mismo la victoria de Milei en las últimas elecciones presidenciales!, no nos aparta de los altibajos de la relación entre el carancho y la doctora, que pasa de la posibilidad de una relación romántica al descubrimiento de la «sucia» actividad del imposible galán, dada su caracterización, que ha aparecido en su vida, máxime cuando, orquestando un accidente para expoliar a una aseguradora, una escena que me ha traído a la memoria la novela El callejón de los milagros, de Mahfuz, el pretendido accidente acaba teniendo un desenlace mortal.

          Tras la elipsis que marca su distanciamiento, el reencuentro entre ellos coincide con la aparición de la violencia, que no la excluye a ella. Ahí sí, la complicidad de ambos da un paso decisivo y la película deriva de la crítica social al thriller brioso y oscuro, un género que Trapero domina con mano firme. Si a ello se suma que gran parte de la película transcurre de noche, el turno de trabajo de la doctora y el del ave rapaz a la caza de las víctimas a las que representar en pleitos a las aseguradoras en los tribunales, está claro el tono oscuro, tenebroso, de esta historia de perdedores en el contexto de la decadencia económica de una sociedad tan mal gobernada desde hace tanto tiempo. No es una mirada complaciente, la de Trapero, más allá de la denuncia de las pequeñas mafias locales que dominan ciertos territorios a los que les sacan sus buenos réditos, y prueba de ella es la sumisión de los damnificados a la sobrerrepresentación de los abogados, incluso para cobrar el dinero de los afectados a fin de repartirles las migajas sobrantes de sus innobles pleitos.

          En la medida en que el género deriva al thriller de tipo mafioso, Trapero rueda con dureza y expresividad la violencia inherente al mismo, y consigue escenas de mucho mérito, y a ello contribuye el maquillaje y la degradación personal paralela de ambos protagonistas, quienes acaban viendo en el otro una tabla de salvación para enderezar sus vidas, sometidas a la explotación y al abuso de poder, como es lo propio de sociedades donde brillan por su ausencia los controles democráticos mínimos. No hay sociedad que se libre de las mafias ni de la delincuencia aficionada, pero la visión que se nos da en una película de lo que ha de hacer una doctora en medicina para malvivir con trabajos como el suyo va más allá, creo, del caso personal. En todo caso, se trata de una película que rehúye la complacencia y la comedia sentimental, género en el que podría haber caído, a poco que el guion se hubiera edulcorado cinco o seis terrones más…, y es de agradecer, aunque a ciertos espectadores sensibles les pueda parecer excesiva, pero nunca gratuita, la dura violencia que se muestra.

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