martes, 14 de mayo de 2024

«Rembrandt», de Alexander Korda y «Maestro», de Bradley Cooper. Dos biografías de artistas desiguales.

 

Título original: Rembrandt

Año: 1936

Duración: 84 min.

País. Reino Unido

Dirección: Alexander Korda

Guion: Lajos Biro, June Head. Historia: Carl Zuckmayer

Reparto: Charles Laughton, Elsa Lanchester, Gertrude Lawrence, Edward Chapman, Walter Hudd, Wilfrid Hyde-White, Roger Livesey, Herbert Lomas.

Música: Geoffrey Toye

Fotografía: Georges Périnal (B&W).

 

 


Título original: Maestro

Año: 2023

Duración: 120 min.

País: Estados Unidos Estados Unidos

Dirección: Bradley Cooper

Guion: Josh Singer, Bradley Cooper. Biografía sobre: Leonard Bernstein

Reparto: Bradley Cooper; Carey Mulligan; Matt Bomer; Maya Hawke; Sarah Silverman;

Josh Hamilton; Scott Ellis; Gideon Glick; Sam Nivola; Alexa Swinton; Miriam Shor; Michael Urie; Sara Sanderson; Kate Eastman; Gabe Fazio; Eric Parkinson; William Hill;

Marko Caka; Mallory Portnoy; Julia Aku; Brooklyn Rockett; Soledad Campos; Lauren Yaffe; Nick Blaemire; Oscar Pavlo; Anthony Gullotta; Greg Hildreth; Oraldo Austin; Jace Wade; Booch O'Connell; Atika Greene; Jule Johnson; Andrew Youngerman; Adam J. Jackson; Tom Toland; Portia Backus; Gabrielle Manna.

Música: Leonard Bernstein

Fotografía: Matthew Libatique.

 

Cine biográfico a casi cien años de distancia: la pintura y la música como sed de vida.

          Alexander Korda fue una institución del cine británico, y a él se deben no sola las obras que él filmó, algunos clásicos indiscutibles entre ellas, como Las cuatro plumas, El ladrón de Bagdad o La vida privada de Enrique VIII, sino también las que produjo, entre las que han de contarse El tercer hombre, de Carol Reed o El déspota, de David Lean, dos joyas del cine, sobre todo la última, muchísimo menos conocida. No es un director tan reconocido como los grandes clásicos del cine: Ford, Hitchcock, etc., pero no es menos cierto que se trató de un verdadero explorador de las posibilidades técnicas de una industria en la que todo avance permite mejorar los productos finales. Amante de la Historia y de sus protagonistas, Korda escogió la figura de Rembrandt para trasladar a la pantalla los últimos años del afamado pintor que, sin embargo, moriría prácticamente en la pobreza. Con un magnífico juego de decorados de estudio, Korda nos ofrece el momento en que Rembrandt enviuda de su primera mujer, Saskia,  y decide unirse a una joven que ha entrado en su casa a servir, en quien pone sus ojos, después las manos en el pincel, y, finalmente, se une con ella, sin casarse oficialmente para no poner en peligro la herencia de su hijo Titus, el único superviviente de los cuatro que tuvo con Saskia.  Esta vida íntima de Rembrandt, a quien se representa como una suerte de filósofo estoico, amante de sus amigos, del bien beber y yantar, se desarrolla ante nuestros ojos, pasmados por la semejanza física entre el pintor y un actor fetiche de Korda, Charles Laughton, y por cómo este magnífico actor sabe meterse en el papel del pintor con una extraordinaria naturalidad. Aunque sí aparece pintando, ¡y cómo no!, tratándose de un autor tan prolífico, Rembrandt circula por la historia con una cierta distancia, la de quien sabe ya que es todo un personaje y que ha de hacer frente a estar a la altura de lo que se pueda esperar de él, si bien lo más desconcertante en él es, precisamente, su naturalidad, su falta de afectación, su manera intensa de vivir el presente, como cuando desfila por entre los objetos de su propiedad que se subastan para hacer frente a las cuantiosas deudas que lo llevan a la bancarrota: pinturas, joyas, recuerdos exóticos, esculturas, paños, vajillas…, ¡todo! Será su amante y madre de su hija Cordelia,  Hendrickje Stoffels,  quien acabe sacándole de tal embrollo, cuando esta decide, en compañía de su hijo Titus, crear una tiene de venta de objetos artísticos para dar salida a su producción. De hecho, mujer e hijastro forman una sociedad que tiene bajo contrato al pintor.  Para los aficionados al cine, es un auténtico placer ver a Elsa Lanchester, protagonista inmortal de La novia de Frankenstein, interpretando el papel de Hendrickje Stoffel, quien estuvo casada con Laughton toda su vida y con quien trabajo en no pocas memorables películas. Gracioso sobremanera fue su papel de enfermera vigilante del protagonista en Testigo de cargo, de Wilder. La joven no cultivada, pero espabilada, lozana y enamorada no hubiera podido tener mejor intérprete que ella. La película, ya digo, es modesta, y está rodado en estudio, pero tiene todo el encanto de haber captado el día a día del pintor con envidiable naturalidad. Recordemos, sobre todo al ver a Rembrandt luciendo estrafalarios atuendos, que el maestro es el primer pintor que ha escrito su autobiografía a través de sus autorretratos, en los que perseveró toda su vida. Ignoro si se han expuesto todos juntos, ordenados cronológicamente, pero sería una exposición muy digna de ser vista.  En esa galería de retratos, Rembrandt aparece en mil y una poses, desde la farsa hasta el drama, pasando por la serenidad y la meditación, los rostros de una vida como parte de la corriente de la vida de todos, ni más ni menos importante, atento siempre, eso sí, al latido cordial de la existencia.

          Maestro, de Bradley Cooper, así mismo intérprete perfectamente caracterizado, es el retrato de un artista norteamericano de compleja vida moral y sexual a quien la película, obviando las siempre ricas etapas de formación, encuentra en el día en que ha de substituir a un director de orquesta, ¡nada menos que a Bruno Walter!, otro mahleriano como él, sin posibilidad de realizar ningún ensayo de adaptación de director y orquesta. No solo sale con bien del duro compromiso, sino que, desde entonces, todo parece que le vaya a salir rodado al pianista, compositor, director y educador musical que ha dejado una gran impronta en la música popular usamericana, porque a él se debe la música de un espectáculo como West Side Story,  llevado al cine con un éxito total por Robert Wise, y extraña sobremanera que nada de ese acontecimiento hay quedado en el guion de la película, como si fuera una desafiante declaración de intenciones: vamos a centrarnos en la vida personal del músico, no en su música. Y así se cumple, porque la bisexualidad del autor es «explotada» en la película casi hasta la saciedad, por más que la relevancia social del músico estuviera en una obra que ha significado el traspaso a las nuevas generaciones de la mejor herencia de la historia de la música. Salvo en la introducción en blanco y negro, en la que lo vemos aplicado a la composición de un modo entre bohemio y precipitado, feliz de dejarse llevar por un ritmo de vida febril, la propia de quien lo ambiciona todo, la propia de quien quiere dejar huella, la propia de quien no reconoce ningún límite a sus deseos…

          La película se ha construido con un esmero técnico muy notable, y así se constata en ambas partes, la de blanco y negro y la de color: con planos amplísimos en los que se simultanean acciones que afectan al desarrollo de la vida de la pareja central, Bernstein y Felicia Montealegre, una chilena-costarricense que bien podría haber sido interpretada por una actriz más próxima a los orígenes del personaje, aunque ha de reconocerse que la siempre eficacísima Carey Mulligan, brilla con luz propia en esta suerte de apoteósica producción en torno al ego de Bradley Cooper, a quien tampoco le negaré que está la mar de convincente en su papel, perfectamente caracterizado. Es importante, desde la perspectiva de la producción, la perfecta recreación de época y los ambientes propios de una pareja de intelectuales progresistas, inexplicablemente próximos a los ideales comunistas y, en el caso, de Bernstein, próximo al Partido Pantera Negra para quien incluso hizo alguna fiesta de recaudación de fondos, algo que, sin embargo, no aparece en la película. Está claro que el drama, de haberlo, estaba en la distancia sexual de la pareja, que los lleva a vivir vidas independientes, aunque nunca dejan de ser pareja y se tienen un profundo amor. De hecho, la decisión de volver a vivir con su mujer es anterior al cáncer que se le declara y que acabará con ella, momentos emotivos y bien resueltos para conectar emocionalmente con el público. Estamos ante lo propio de los biopics, que dejan de lado capítulos fundamentales de la vida del biografiado para destacar otros que han vivido a la sombra de su popularidad social y que, para otros públicos, puede tener menor interés. Sí que aparece el ajetreo profesional de Bernstein, pero no el grado de implicación creativa que ello suponía, y que le lleva a quejarse de no haber tenido más tiempo para él, para componer más obra musical, frente al tiempo que le ha dedicado a la música de los otros, ¡siempre tan extraordinaria! Me temo que es queja universal, y en cualquier disciplina artística.

          La película es muy ambiciosa, está bien realizada e interpretada, y aun siendo digna de ser vista, hay algo en la selección de los episodios vitales que nos deja un poco desangelados, como si no acabáramos de entender el porqué de la inmensa celebridad de un autor popularísimo en su tiempo. Sabemos, sí, que es un torrente de vitalidad, eso está claro, pero nos perdemos un poco en las elipsis, también es verdad. En todo caso, y para quienes no conozcan al autor, siempre es una manera de acercarse a él, para, inmediatamente después, oír su música o ver aquellos programas solo comparables a los que dirigió en la radio Fernando Argenta, hijo del famoso director Ataúlfo Argenta, con Araceli González Campa: Clásicos populares, todo un éxito sociológico.

1 comentario:

  1. Los biopics siempre nos dejan insatisfechos, aunque cuanto más desconocido nos sea el personaje, más agradecemos las noticias sobre una vida de la cual lo ignoramos casi todo. También depende, y mucho, del guion, claro. Desde el punto de vista cinematográfico, tanto la de Rembrandt, que es de estudio, como la de Cooper, se dejan ver con agrado, que no es poco. Te rendiré visita, por supuesto...

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