lunes, 16 de diciembre de 2024

«El rey del tabaco», de Michael Curtiz o no todo es «Casablanca»…

 

Un melodrama canónico: amor, venganza, poder…, con la dupla de El manantial, de Vidor.

 

Título original: Bright Leaf

Año: 1950

Duración: 110 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Michael Curtiz

Guion: Ranald MacDougall. Novela: Foster Fitzsimmons

Reparto: Gary Cooper; Lauren Bacall; Patricia Neal; Jack Carson; Donald Crisp; Gladys George; Elizabeth Patterson; Jeff Corey; Taylor Holmes; Thurston Hall.

Música: Victor Young

Fotografía: Karl Freund (B&W).

 

          Un hombre solo llega al lugar donde nació y se crio hasta que un poderoso productor de tabaco no solo arruinó a su familia sino que, literalmente, los expulsó de sus propiedades, adquiridas por él. Gary Cooper vuelve con dos objetivos: vengarse del todopoderoso empresario y conquistar el amor de su hija. Cuando el fabricante se entera de que ha vuelto a la ciudad, se apresura a presentarse en el hotel donde se hospeda y no solo lo amenaza, sino que lo golpea con su bastón en presencia de todo el mundo, momento en que el recién llegado se lo arrebata y lo parte en dos. Ahí queda refrendada en su máxima intensidad el odio que se manifiestan, sin ambages, ambos hombres: el primero, un «patricio» sureño con antiguas raíces en la zona y en el negocio del tabaco; el segundo, un hombre sin oficio ni beneficio, y poderosamente resentido, que, con insólita vista para los negocios, se propone «destronar» al patricio donde más le duele: competir con él en el los negocios e intentar arrebatarle a su hija contra su voluntad.

          El drama con trasfondo histórico se centra en la revolución que supuso la invención de la maquinaria para fabricar cigarrillos, cuyo capital inicial lo toma prestado el protagonista de un viejo amor que no lo olvida, aunque de él se proteja, porque no ignora que su verdadero amor es la hija del magnate. Aprovechando que el patricio rechaza el ofrecimiento del invento de la moderna maquinaria, el resentido emprendedor invierte en ella y, con una poderosa campaña de publicidad, consigue que los cigarrillos vayan desplazando a los cigarros puros, que son la especialidad de la zona y del patricio. Conviene tomar nota, por cierto, de que el protagonista odia los cigarrillos y prefiere fumar los puros «de toda la vida», lo que viene a ser «el auténtico tabaco» para él. Poco a poco, se expande el negocio y va acabando con las empresas rivales, a las que suma a su negocio para acabar construyendo un auténtico imperio empresarial que, andando el tiempo, mostrará un flanco débil muy fiel al espíritu emprendedor usamericano: el monopolio, lo que, a juicio de las autoridades, anula la competencia empresarial, por lo que pende de ese imperio la amenaza de  ser dividido en empresas más pequeñas para velar por el imperativo constitucional que prohíbe los monopolios, cualesquiera. Algo que amenaza, hoy, a ciertos imperios de lo digital como Amazon, Google. Apple, Meta, etc.

          Si la película es un melodrama, ello se basa en la oportuna mezcla de lo empresarial y lo sentimental, entre dos personajes separados por la clase social, pero unidos por un amor nacido en la adolescencia. La irresistible atracción que siente el protagonista por hija del patricio que arruinó a su familia se va a confundir en su actuación con la venganza empresarial que, al final, consigue, llevar al patricio a la bancarrota, lo que lo impulsa a este a buscar un duelo a muerte con el altanero hijo del vecino destruido. En una secuencia memorable, el fallido duelo, por la negativa del protagonista a luchar contra él y poder ser acusado de un asesinato, dado que el duelo está prohibido, desemboca en el disparo a traición, lleno de odio y despecho del padre de su enamorada, quien, tras fallar en el intento de matarlo —simplemente lo hiere en un costado—, recoge sus pistolas, se mete en su cabriolé y se descerraja un tiro. Al espanto del caballo, que piafa en primer plano antes de arrancar, le sucede una carrera alocada que, a dos planos de distancia, concluye su recorrido estrellándose contra la puerta de la mansión del suicida, cuyo cuerpo queda extendido, trágicamente, entre el coche y el suelo…

          A esa muerte le sigue el matrimonio de la hija, quien estaba dispuesta a casarse con o sin permiso del padre, lo que había llevado la tensa situación a un enfrentamiento entre ambos que concluye poco menos que con la exclusión de la hija de la estirpe familiar, pues el padre, arruinado pero altivo, reniega de ella, poco antes de intentar el duelo que acaba como acabamos de ver.

          Estamos ante una película muy curiosa, pues el protagonista, cuyo objetivo vital máximo era conseguir la casa y la hija de quien estuvo y sigue estando enamorado, va a sufrir una evolución que, paradójicamente, va a transformarlo en lo más parecido a la persona que él más odiaba, a juzgar por cómo pretende llevar de un modo despótico un negocio en el que se inició con el capital prestado por la dueña de un burdel, enamorada de él e incapaz de luchar por él contra la abducción letárgico que ejerce su rival, la hija del patricio; el inventor de la maquinaria y un buhonero vendedor de crecepelos, a quien defiende en una riña tumultuaria que dará con los huesos de ambos en la cárcel, de donde los saca la dueña del burdel.

          Más llamativo aún es, estamos en un periodo finisecular, la intuición de que, frente al negocio del tabaco, el ingeniero inventor de la maquinaria intuye que los vientos de la fortuna empresarial soplarán a favor del invento del coche, lo que lleva a una estampa muy curiosa que añade una de esas gotas de humor que tiene la película y que van cediendo ante la verdadera dimensión de la tragedia que se va a ir desarrollando cuando menos el espectador lo imagina, como una suerte de veredicto de Temis, ¡o acaso de Minos!…

          La película, con una ambientación y un vestuario muy logrados, fluye, aun teniendo muy pocos espacios en los que se desarrolla, con un excelente ritmo, y destaca, a mi juicio, la larga secuencia de la subasta de los tabacos de Virginia —el título original, por cierto, Bright Leaf, alude a un particular tipo de hoja de tabaco, y ese será el nombre con el que sustituirá el protagonista el nombre de la mansión de su rival—, en nada disímil de las habituales de las lonjas de pescadores, por cierto. Lo importante aquí es cómo el afán acaparador del protagonista empuja a los viejos fabricantes del lugar a comprar la mercancía mucho más cara, lo que inicia el proceso de liquidación de sus fábricas.

          Y no digo más, porque la trama se enreda de un modo insospechado, como corresponde a un buen melodrama, y en el desenlace todas las cuentas se ajustan, inexorablemente. Cooper y Neal, pareja en la vida real, destacan por la solidez de sus composiciones, pero llama la atención la excelencia de una actriz llamada casi a eclipsar a ambos: Lauren Bacall. ¡Perfecta!

2 comentarios:

  1. Se ve una película amplia tipo río. Parece que con tanta historia debe ser larga. 110 minutos dan para mucho.

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    1. Es tan ágil la realización, Joaquín, que ni me di cuenta de que duraba casi dos horas... Algo de saga tiene, sí.

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