domingo, 2 de mayo de 2021

«Al otro lado del puente», de Ken Annakin y «Hasta el último aliento», de John Guillermin, dos muestras soberbias del mejor cine británico poco conocido.

 




Un texto de Graham Greene para una interpretación antológica de Rod Steiger y  puro cine negro con Peter Sellers como excepcional villano de lujo: dos películas de inexcusable visión.

Título original: Across the Bridge

Año: 1957

Duración: 103 min.

País: Reino Unido

Dirección: Ken Annakin

Guion: Guy Elmes, Denis Freeman . Historia: Graham Greene

Música: James Bernard

Fotografía: Reginald H. Wyer (B&W)

Reparto: Rod Steiger, David Knight, Marla Landi, Noel Willman, Bernard Lee, Eric Pohlmann, Alan Gifford, Ingeborg von Kusserow, Bill Nagy, Faith Brook, Marianne Deeming.

 

Título original: Never Let Go

Año: 1960

Duración: 90 min.

País: Reino Unido

Dirección: John Guillermin

Guion: Alun Falconer, John Guillermin, Peter De Sarigny

Música: John Barry

Fotografía: Christopher Challis (B&W)

Reparto: Richard Todd, Peter Sellers, Elizabeth Sellars, Adam Faith, Carol White, Mervyn Johns, Noel Willman, David Lodge, Peter Jones, John Bailey, Nigel Stock, John Le Mesurier.

 

Bien puede decirse que estamos en presencia de dos películas únicas y ultrasingulares en la historia personal de cada uno de estos dos directores, con largas carreras, con éxitos de grandes públicos incluso, pero sin una trayectoria que consolidara la innegable calidad y exigencia que ambos demostraron en la realización de estas dos películas extraordinarias, que rodaron con total libertad y que son, hoy, dos muestras magnificas de lo mejor del cine británico en un género, el thriller,  que mostraba sus mejores frutos en Usamérica. 

La primera y sobresaliente, Al otro lado del puente, es una película dominada de punta a cabo por la todopoderosa interpretación de un actor siempre convincente, Rod Steiger, de quien siempre se recuerda El hombre ilustrado, de Jack Smight, basado en relatos de Ray Bradbury, pero a quien podemos asociar, también con directores como Sidney Lumety, El prestamista, Francesco Rossi, Las manos  sobre la ciudad  o Claude Chabrol, Inocentes con manos sucias, es decir,  hablamos de uno de esos actores cuya presencia saben los directores que aumenta el prestigio de su obra. Aquí, en Al otro lado del puente, la relación entre la estrella y el director fue tensa, porque Steiger es un perfeccionista y autor de «método», atento a cada plano y a la mejor solución para resolver cualquier secuencia.

La historia arranca en Nueva York, cuando un empresario se entera de que Scotland Yard ha comenzado a investigar las cuentas de la empresa, por un presunto caso de desfalco. Desde la distancia, el empresario decide salir por piernas y viajar a Méjico, desde donde, a salvo de una posible extradición, pueda reconducir sus asuntos. Pronto la noticia salta a la primera página de los periódicos, con la consiguiente orden de busca y captura para evitar su salida de Usamérica. Desde el comienzo de la película se nos adelanta ya un acabado retrato del empresario inglés de origen germánico y su carácter despótico, en el que se insinúa muy vagamente una cierta querencia germanófila, propia, por otra parte de cierta clase alta británica, la realeza incluida, como la Historia nos recuerda. En el viaje en tren recibe los diarios con la noticia de su huida em primera plana. Conoce a un viajero que vagamente se le parece y que tiene pasaporte mejicano. La idea de una suplantación de personalidad le pasa inmediatamente por la cabeza, pues sabe que difícilmente podrá pasar la frontera con su identidad real. El proceso criminal mediante el que el protagonista se deshace del rival para suplantarlo, rodado con tomas de primerísimo plano, respetando el espacio real del tren, o al menos representando ese hecho, genera una angustia que la vive el protagonista y la contagia al  espectador. Justo cuando llega a su destino, se encuentra con que ha de “recoger” el equipaje que llevaba en el vagón de mercancías: la perra del viajero del que se ha deshecho lanzándolo desde el tren en marcha. La presencia de la perra puede parecer anecdótica, pero se va a convertir en uno de los principales motivos dinámicos de la acción, que se complica con la presencia en el motel cercano a la frontera de los dos viajeros: el agresor y el agredido, rescatado con vida por el trabajador del motel donde se hospeda el agresor. Me apresuro a decir que la historia se ha construido sobre la base de un relato de Graham Greene, lo que nos indica que por fuerza los problemas de conciencia han de ocupar un lugar preeminente en algunos de los personajes que protagonizan la historia, porque el joven trabajador del motel, que quiere ganar dinero, aunque sea vendiendo a la policía al viajero agredido, por que hay una recompensa de 100.000 pesos para quien lo entregue a las autoridades, confunde al agresor con él, porque por él se hace pasar. Recontado puede parecer confuso, pero no hay tal confusión. Lo que sí hay es una potente descripción de los móviles abyectos de las personas, dispuestas a cualquier bajeza con tal de 1) salvar el pellejo, 2) conseguir dinero fácil y 3) llevar una vida lo más tranquila posible.

¿Dónde radica la complicación definitiva? Pues en que el viajero agredido, aunque buscado por las autoridades en Méjico, es un valiente patriota para el pueblo, porque al Gobernador al que ha asesinado era un tirano.  Con todas estas complicaciones, la presencia de un agente de Scotland Yard, que sospecha de que el Jefe de Policía de frontera quiere sacar provecho del delincuente al que buscan las autoridades inglesas, le da un giro a la trama que tensiona de forma definitiva el escaso o nulo sosiego del empresario, abandonado a su suerte por el Jefe de Policía corrupto, lo que lo lleva incluso a vivir en la miseria y en la calle.

Y hasta aquí me es lícito avanzar parte del recorrido. La interpretación expresionista de Steiger, más una habilidad narrativa muy sólida de Annakin, convierten la película en algo que trasciende la mera anécdota, porque la relación del empresario con el perro se vuelve determinante, desde el punto de vista moral, porque, desde que lo recoge como «equipaje» no deseado, solo piensa en cómo deshacerse de él. Una de las sorpresas es el descubrimiento del nombre del animal en el collar, oculto por el pelaje. Esta relación criminal-perro acaba convirtiendo la película en una reflexión existencialista de primera magnitud, y transformando la historia radicalmente. Una relación parecida, mutatis mutandis, hay en Umberto D, de De Sica, siquiera sea por lo que el perro puede llegar a significar en la vida de una persona. Pero, sin duda, lo mejor es que la vean…

A título anecdótico conviene saber que el puente que une Usamérica y Méjico, con tanta propiedad, no es otro que el de Lora del Río, localidad donde se filmaron esos exteriores «mejicanos», una filmación que sí fue para la localidad un inolvidable ¡Bienvenido, Mr Churchill!

Hasta el último aliento, por su parte, es una película aparentemente sencilla, pero el modo de realizarla Guillermin, con una puesta en escena muy ajustada a una trama propiamente «de barrio», le da una dimensión de película a medio camino entre el cine social y el thriller que deja un excelente sabor de boca al espectador. ¡Qué duda cabe de que la presencia de Peter Sellers como un malvado de lujo, con un carácter dado al brote psicótico y al desbordamiento de la violencia incontrolable como única manera de relación con su amante y con el mundo, es uno de los grandes puntos fuertes de la película! Pero no todo acaba en él, porque Richard Todd, con quien comparte protagonismo, le da una réplica perfecta, lo que eleva su enfrentamiento a uno de los grandes entre «buenos» y «malos» del cine negro.

La historia arranca con una trama de robo de coches para ponerles matrículas falsas y revenderlos en el mercado de segunda mano. En esa cadena interviene un policía corrupto, el dueño de un garaje y un taller. Un día un pluriempleado con escasa fortuna laboral sale del trabajo y se encuentra con que el coche que tanto le ha costado comprar le ha sido robado. Denuncia el robo, pero la policía no parece hacer nada al respecto. Entonces, decide comenzar a investigar por su cuenta para tratar de averiguar lo que pueda. Poco a poco, a partir de la revelación de un vendedor de prensa que conoce el modus operandi de los jóvenes delincuentes que roban los vehículos, el protagonista logra entrar en contacto con esos jóvenes, primero y, tras ser golpeado y humillado, va abriéndose paso hacia el núcleo duro de la estafa. De forma paralela, advertimos los duros esfuerzos del protagonista por abrirse paso aboralmente y la dificultad de sostener una vida familiar sin levantar sospechas sobre su vida de investigador privado o poco menos. La mujer incluso llega a sentirse ofendida por que le dedique tantísima atención a ese coche robado, en ve de dedicarle u tiempo a ella y al hijo de ambos. Todo, como vemos, colabora para aumentar la tensión de los acontecimientos. Esa tensión narrativa sabe conseguirla excelentemente Guillermin, apoyándose en una banda sonora particularmente acertada del ganador de cuatro Oscars John Barry, lo que redondea la película para convertirla en lo que debería de haber sido, un clásico indiscutible, pero los duendes de la posteridad a veces se muestran perezosos y tardan lo suyo en devolverle a una película la excelencia que manifiesta.

Lo que es indubitable es la magnífica interpretación de Peter Sellers, en un papel si no inédito en su carrera, no tan recordado como sus papeles cómicos, en los que descolló como el gran actor que siempre ha sido. Aquí alcanza unos niveles de expresividad repulsiva que sorprende que el mismo actor haya sido capaz de metamorfosearse en un cómico, porque, vuelvo a repetir, en esta hiela la sangre a cualquier espectador, a tal punto se nos muestra la exquisitez de su crueldad.

Como advertimos, el cine británico también ha sabido alcanzar cotas eminentes de excelencia en un género, el thriller, que parecía propiedad exclusiva de los usamericanos en los años 40 y 50. 

¡Bienvenidos a una sesión doble que les sorprenderá!

 

 

 

 

 

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