martes, 14 de marzo de 2023

«Dreamboat», de Claude Binyon, una divertidísima comedia inédita en España.

 


Un recital de Clifton Webb (inolvidable en Laura, de Preminger) en una comedia irónica y metacinematográfica. 

Título original: Dreamboat

Año: 1952

Duración: 83 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Claude Binyon

Guion: Claude Binyon. Relato: John D. Weaver

Música: Cyril J. Mockridge

Fotografía: Milton R. Krasner (B&W)

Reparto: Clifton Webb; Anne Francis; Ginger Rogers; Jeffrey Hunter; Elsa Lanchester; Fred Clark; Paul Harvey; Ray Collins; Helene Stanley; Richard Garrick; Gwen Verdon.

 

         Tengo el honor friqui de haber sido el primer espectador en FilmAffinity de esta maravillosa comedia de Claude Binyon, un director de cortísima obra, pero larga experiencia como guionista, sobre todo al servicio de Wesley Ruggles, para quien escribió catorce guiones, no todos ni de lejos tan afortunados como el presente, lleno de ingenio, imaginación, sentido del gag y del ritmo narrativo para una historia que, ¡placer de cinéfilos!, tiene al cine como protagonista principal de la comedia. 

            Con un arranque que parece propiamente de Lubitsch: un profesor de universidad le pide a un torpe alumno que lea el famoso monologo del Hamlet de Chéspir. Y al buen mozo no se le ocurre otra cosa que comenzar con el Ham…que desespera al atildado profesor de Literatura, quien se despacha de esta guisa: Denham, the word "Ham" is not to be read; neither as part of the soliloquy nor as a self-condemnation of your own performance. It is an abbreviation of "Hamlet," the character who is speaking. A partir de ahí ya hemos encontrado el tono de los chispeantes diálogos y las estupendas situaciones de la película. El elegante profesor tiene, además, una hija que es su puro reflejo (¡incluso visten ambos con hechuras distintas de la misma tela…!) y a quien sus compañeras de Universidad le gastan una encerrona para, supuestamente, «bajarla de los humos intelectuales» a realidades que ignora. Ello es, y a partir de aquí comienza una maravillosa comedia que tiene al cine y a la televisión como protagonistas muy principales, un programa de televisión, un sistema de comunicación y diversión que va ganando creciente prestigio en aquellos años, principios de los 50 del XX; un programa de televisión presentado por una vieja gloria aún de muy buen ver del cine mudo, interpretada a la perfección por Ginger Rogers, y en el que, junto a los anuncios pertinentes de los patrocinadores, se proyectan películas mudas de ella ¡y del severo profesor! El rodaje de las películas mudas, hechas ex profeso para la película, en la que el profesor encarna héroes de diferentes épocas en las que siempre seduce a la bella protagonista y la besa de un modo ritual, es uno de los principales goces de la película. La hija, abochornada por ese pasado nada intelectual de su padre, se va corriendo de la reunión y rechaza hablar con él, hasta que aclara que él era profesor de Literatura hasta que la glamurosa actriz, Gloria Marlowe, lo sedujo en un abrir y cerrar de ojos y acabó cambiando, en otro, la tiza por el antifaz y la espada…bajo el nombre artístico de Bruce Blair, a quien Marlowe llama Dreamboat, esto es, «bomboncito», lo que acentúa hasta el infinito la humillación que sufre la hija.

         Todo se complica cuando la Junta Directiva de la Universidad le pide que renuncie al cargo para no manchar el buen nombre de la institución académica con su frívolo pasado, ahora de actualidad. La directora, la siempre estupendísima Elsa Lanchester, inolvidable en tantas películas, de La novia de Frankenstein, de James Whale a Testigo de cargo, de Billy Wilder o El misterio de Fiske Manor, de Charles Vidor, sin embargo, pide un aplazamiento hasta después de las vacaciones de pascua, tiempo que el profesor aprovechará para exigir que se dejen de emitir sus viejas películas. La escena en que la directora le recuerda que ella ha sido siempre una rendida admiradora de Dreamboat y lo acorrala para seducirlo es una entre las decenas de ellas que hay que nos exigen ver la película sin tardanza.

         Con la hija se desplaza a Nueva York y allí comienza verdaderamente la aventura que va encadenando rodajes de sus películas y escenas de la encerrona que le tienden el productor del programa de su excompañera de reparto y las trampas de esta para evitar que les quite la gallina de los huevos de oro que han encontrado en el revival del cine de otra época, aventuras que siguen encandilando al nuevo público de la televisión que va desertando poco a poco de las salas de cine. El conflicto incluso llegará a ser juzgado por un tribunal, en sesiones de alta comicidad.

         El encadenado de secuencias cómicas es constante y Webb tiene la máxima responsabilidad en la eficacia total de las mismas, si bien está perfectamente secundado no solo por Ginger Rogers, sino por un clásico de los secundarios como Fred Clark y, en la trama paralela del «descubrimiento del amor y la sexualidad» por parte de la estirada hija, la especie de Ninotchka que compone la esplendente Anne Francis y el casi debutante Jeffrey Hunter, quien rodaría poco después con John Ford y con Nicholas Ray.

Todo está perfectamente ligado en una historia que no excluye ni alguna secuencia típica de vodevil en el hotel donde se alojan padre e hija, y la indescriptible escena de la lucha en la cafetería del hotel, de la que nada digo para que el disfrute sea mayor por parte de quien me haga caso y no se la pierda. La historia avanza en el sentido de ir acercando progresivamente al viejo profesor a su juventud cinematográfica, y, por esa vía, la película tiene un desenlace felicísimo en el que se funden los límites entre ficción y realidad, incluso en el caso del propio actor, Clifton Webb. ¡Maravilloso!

La película puede verse con excelente calidad de imagen en YouTube, y con subtítulos en inglés generados automáticamente, una herramienta que a veces patina de forma tan graciosa como lo que ocurre en pantalla…

 

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