sábado, 18 de marzo de 2023

«Palm Springs», de Max Barbakow, desternillante «ópera prima».


 Una inteligente, ácida, despiadada y divertidísima vuelta de tuerca a Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis.

Título original: Palm Springs

Año: 2020

Duración: 90 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Max Barbakow

Guion: Andy Siara. Historia: Andy Siara, Max Barbakow

Música: Matthew Compton

Fotografía: Quyen Tran

Reparto: Andy Samberg; Cristin Milioti; J.K. Simmons; Meredith Hagner; Tyler Hoechlin; Camila Mendes; Peter Gallagher; Dale Dickey; Chris Pang; June Squibb; Erin Flannery; Mark Kubr; Roxanne 'Rocky' Meyers; Tongayi Chirisa; David Hutchison; Aleshya Uthappa; David Philip Reed.

 

         Tenía un compañero de profesión, cinéfilo, que declaraba haber parado el reló de su interés por las películas en el año 1960. Bien está como boutade —aunque estaría dispuesto a admitir que hasta esa fecha tiene cine para ver hasta morirse, sin duda—, pero una decisión así implica renunciar a mucho cine muy bueno que se ha rodado desde entonces. Me parecen ridículas ciertas descalificaciones radicales en aras de una pretendida y supuesta “pureza” que mucho de esos segregacionistas se verían en serios apuros para explicar con sólidos fundamentos. El cine no sabe de edades, sino de calidades. Y cine tan exigente y perfecto se ha hecho desde su nacimiento hasta nuestros días. Soy amante de los clásicos, pero no me cuento entre los enemigos, sin más, de mis contemporáneos.

         Luego están las diferentes finalidades del cine y sus géneros, entre los que el de la comedia —¡y no digamos ya, si se apellida «romántica»!— es el más difícil. Recordemos que a ese género pertenecen obras inteligentes y deleznables a partes iguales, porque Manhattan, de Woody Allen  y Descalzos por el parque, de Gene Sacks nada tienen que ver con Cómo perder a un chico en 10 días, de Donald Petrie  o Love Actually, de Richard Curtis pongamos por caso. Palm Springs bien puede considerarse que entra de lleno en el primer grupo, si bien su mezcla de géneros incluye el fantástico y una variante de la comedia, la alocada, a juzgar por varias fases de la película, y todo ello sin despreciar la vena reflexiva cercana a la filosofía existencial.

         La película se abre con los preparativos para el día de la boda a la que el protagonista asiste como pareja de la mejor amiga de la novia, a quien se le ha cedido una habitación en la casa de la novia. Todo parece discurrir por los caminos trillados de las típicas bodas de comedias románticas hasta que el protagonista hace su aparición en camisa hawaiana y, tras endilgarles a los presentes un discurso pseudofilosófico, se dedica a ligar con la hermana de la novia, de quien no tardaremos en enterarnos que se ha «cepillado» al novio justo la noche anterior a esa boda. Entre juegos de seducción y alguna sorpresa dramática, como el descubrimiento de la infidelidad de la pareja del protagonista, la nueva pareja acaba acercándose a una cueva a la que el protagonista acaba arrastrando a la hermana de la novia para hacerla entrar en el bucle perfecto del que el protagonista forma parte: «hoy es ayer y mañana será hoy”, resume cuando ambos vuelven a encontrarse tras despertarse para repetir el mismo día.

         Diríase que nada distingue ese mecanismo narrativo del de Atrapado en el tiempo, pero mientras en esta el personaje va modificando levemente los mismos hechos del mismo día, en Palm Springs el repertorio no solo es más amplio, porque afecta a más personajes, sino que se construye una suerte de narración paralela más allá del día de la boda que va a dar un juego excelente a la historia. De hecho, el contraste cómico se produce porque la historia junta a un veterano y a una novata en el cansino arte del bucle, y ello significa que las dos interpretaciones son muy distintas; la de él, llena de un  escepticismo absoluto en cuanto a las posibilidades de salir del bucle, y, por otro lado, su conformidad absoluta con una situación que, una vez aceptada, no deja de ser un extraordinario modus vivendi; ella, por el contrario, que no da crédito a lo que le curre, tarda en aceptar esa situación que, entre otras cosas, le recuerda constantemente la zorra que ha sido seduciendo al novio de su hermana y engañándola con él justo la noche anterior al día de su boda.

         La amistad entre ambos personajes, que irá desarrollándose con las viejas pautas de la comedia romántica tradicional del chico conoce chica y todo paree que aleje al uno de la otra hasta que acaban dándose cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro, se enriquece con el planteamiento, llamémosle metafísico, porque ese bucle bien puede decirse que está más allá de la física, en el terreno de la escatología… Los diálogos son excelentes, a ese respecto,  y se entregan en las dosis justas para que entendamos una situación que exige de quien se vea metido en ese bucle un posicionamiento, porque, contradiciendo a Clement Rosset, en su Lógica de lo peor, la repetición no mata y, de hecho, suicidarse no impide despertarse de nuevo el mismo fatídico día único de nuestra vida.

         La aparición de un personaje que pretende eliminar al protagonista, y que tanto impresiona a la hermana de la novia, encarnado por el instructor feroz de Whiplash, J.K.Simmons, inaugura una galería de personajes complementarios que, junto con los de la boda, contribuyen a crear una variedad de situaciones que nos apartan, felizmente, de aquellos mínimos cambios que en la repetición de lo mismo se nos ofrecía en Atrapado en el tiempo. La desaparición durante cierto tiempo de la protagonista, como si hubiera encontrado una vía de vuelta a la verdadera realidad, da como para que se dedique a estudiar física cuántica y pueda, con esos saberes —el paso paralelo del tiempo en la realidad nunca se cifra, lo que significa que pueden haber pasado años, quinquenios, decenios…— elabore una hipótesis que, transformada en tesis, la saque o los saque del bucle, porque él no está seguro de querer salir de vida tan cómoda, lo que significa un motivo de disputa en una de las más extrañas relaciones románticas de este tipo de comedias que se ha visto en varios años…

         Aprovecho, porque, poco amigo del género, tampoco me interesa especialmente, para recomendar el visionado de un documental sobre la comedia romántica hecho con mucha inteligencia y cariño por el género, tan capaz de deformarte muy negativamente la visión de la realidad. Me refiero a Romantic Comedy, de Elizabeth Sankey. Se lo pasarán bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario