miércoles, 9 de agosto de 2023

«Eden: Lost in Music» y «La isla de Bergman», de Mia Hansen-Løve, o dos retratos de la insatisfacción.



Título original: Eden

Año: 2014

Duración: 131 min.

País:  Francia

Dirección: Mia Hansen-Løve

Guion: Mia Hansen-Løve, Sven Hansen-Løve

Fotografía: Denis Lenoir

Reparto: Félix De Givry; Pauline Etienne; Laura Smet; Vincent Lacoste; Vincent Macaigne;

Greta Gerwig; Golshifteh Farahani; Brady Corbet; Hugo Conzelmann; Roman Kolinka.

 

 





Título original: Bergman Island

Año: 2021

Duración: 112 min.

País: Francia

Dirección: Mia Hansen-Løve

Guion: Mia Hansen-Løve

Música: Raphael Hamburger

Fotografía: Denis Lenoir

Reparto: :Vicky Krieps; Tim Roth; Mia Wasikowska; Anders Danielsen Lie; Joel Spira; Oscar Reis; Jonas Larsson Grönström; Clara Strauch; Wouter Hendrickx; Gabe Klinger; riz

Teodor Abreu; Felix Berg; Grace Delrue; Matthew Lessner; Kerstin Brunnberg; Jordi Costa.

 

El documentado vuelo suicida del peterpanismo y la búsqueda de la inspiración con Bergman al fondo, como decorado natural y como recuerdo fílmico.

 

          Sin pretenderlo, voy cubriendo etapas fílmicas de la obra de Mia Hansen-Løve, una directora tan desigual como interesante y reconocible heredera de algunos rasgos creativos de la Nouvelle vague, pero con planteamientos menos rompedores formalmente. Habiendo disfrutado de Un amor de juventud y tras sufrir la inane, la insustancial El porvenir, acabo de ver dos obras suyas muy distintas pero ambas muy interesantes, en la medida en que la primera es un honesto retrato generacional de una juventud que aspira a no salir de la mentira de la imposible suspensión del paso del tiempo y la otra constituye un tópico, pero lol suficientemente atractivo, análisis de las relaciones de pareja, atracción que reside en el hecho de situar la acción en la isla donde vivió Bergman, Fårö [ojo, nada que ver con nuestro homónimo «faro», dado que en sueco significa «peligro»] una referencia constante para la pareja que se instala unos días, él, un director invitado a dar unas charlas y presentar su última película, ella, actriz que, por su cuenta, sin competir directamente con la obra de su marido, busca darle forma a un guion que le ronda por la cabeza.

          Eden: Lost in Music es una película que Hansen-Løve escribe con su hermano, DJ, sobre un pareja de jóvenes DJs que aspiran a ser famosos en el ejercicio de una profesión en la que no solo cuesta destacar, sino consolidarse como una tarea profesional que dé para vivir. El protagonista, que vive a medias de su madre y a medias de lo poco que gana como DJ es escogido por la autora como paradigma de cierta juventud instalada en un presente en el que todo parece permitido, por la ausencia absoluta de la responsabilidad, y a través de cuyo desarrollo asistiremos al nacimiento, auge y caída de esas aspiraciones artísticas o, lo que es lo mismo, al choque de las ilusiones con la dureza de la realidad. La obra tiene un poderoso componente documental, dado el estricto punto de vista objetivo que adopta la directora. La cámara sigue las peripecias profesionales y emocionales del joven, cambios de pareja incluidos, la primera porque su novia, un cameo de la cineasta Greta Gerwig, de tanta actualidad por Barbie, se vuelve a Usamérica y es posible que no vuelva a París y que nunca vuelvan a verse, aunque esto último no se produce porque el dúo de DJs es invitado a hacer su número musical en salas de música tecno neoyorquinas y se reencuentran, pero ella casada y esperando un hijo. De su segunda compañera se separa por no aceptar la idea de los hijos, aunque luego se vuelve a emparejar y cuida atentamente de los hijos de ella, pero ahí ya nos acercamos al final, que llega tan abruptamente como si la autora hubiera seguido el presupuesto narrativo naturalista de la famosa «tranche de vie» de Zola. Es evidente que tratándose de dos aspirantes a DJ, la música tenga un papel muy relevante en la película, y buena parte de la que suena constituye una excelente banda sonora. Junto a la música, la película describe muy bien el mundo algo más sórdido de la contabilidad del negocio y de lo duro que resulta «hacer taquilla» que dé unos beneficios no solo regulares, sino  suficientes para llevar una vida desahogada. El protagonista sabe que la madre es su banquera particular, y por eso vive con total despreocupación, pero llega un momento en que ha de mirar a la realidad desde otra perspectiva, más anclada en ella y en sus contradicciones, limitaciones, sujeciones y esclavitudes. Pero antes de llegar hasta ese enfrentamiento, alguna amistad ha caído por el camino. No es fácil para la juventud creativa encontrar su lugar en el mundo, sobre todo si no se está dispuesto a transigir o ceder, y de ello va esta película que describe fielmente la época de los años 90 del pasado siglo, aún lo suficientemente cercana a nosotros como para no sentirnos concernidos.

          El viaje de dos cineastas, uno consagrado y la otra aún pendiente de acabar su primer guion, ambos casados y con un hijo que no los acompaña al viaje a medias entre vacación y compromisos profesionales de él, nos va a ofrecer un relato metacinematográfico y costumbrista a partes iguales en un escenario que aporta un valor sustantivo a la película: la isla de  Fårö, hogar de Ingmar Bergman durante los últimos veinte años de su vida y localización de algunas de sus películas. Los cineastas viajan al encuentro del cine de Bergman y de su espacio favorito, amén de a su residencia, ahora museo, y del recuerdo que desean que impregne la isla. La película no pierde de vista las dos dimensiones, por un lado, la historia de la pareja, que se irá complicando poco a poco, hasta que él escuche, con cierta displicencia, el desarrollo del guion de ella, que toma a los personajes con los que se cruza en la isla como pretexto argumental de un desarrollo dramático que tiene a los dos esposos como último referente de lo que se narra: la historia de una distancia, de una incomunicación y de una dependencia evidente, dada, además, la diferencia de edad y de prestigio entre ambos;  por el otro, todo lo relativo al recuerdo de Bergman, de su persona concreta, histórica, y de su obra cinematográfica, lo cual implica la realización de lo que en la película se denomina «Safari Bergman», esto es, la persecución en viaje guiado de los recuerdos de Bergman diseminados por la isla. A este crítico le ha llamado mucho la atención la presencia de un maestro de críticos en la película, porque, bajo el impersonal «Francisco, de Barcelona», como es presentado, vemos en escena al afamado crítico de cine Jordi Costa, quien, propiamente, hace un «cameo» para el que ha tenido la suerte de haberse desplazado a Fårö y gozar de las delicias no solo del rodaje, sino también del tour bergmaniano. Imagino la buena relación que habrá de tener con la directora, porque, de hecho, su «cameo» apenas tiene otra intervención en la película que confirmar que Como en un espejo, Los colmulgantes y El silencio forman una trilogía bien definida en su obra sobre la pérdida de la fe, tema bergmaniano por excelencia.

          La llegada de la pareja a la isla y la distribución de espacios para trabajar: él en la casa; ella en el molino, donde dispone un rincón idílico en el que esperar la visita de las musas, mientras que su marido trabaja casi febrilmente, como si lo hiciera dce modo automático, nos indican ya una distancia física que deviene emocional, y de ahí el «tonteo» de ella con un joven con quien recorre parte de los escenarios de la vida de Bergman y con quien tiene la oportunidad de visitar la casa del director y estar en su biblioteca y en su rincón de trabajo, a pesar de que, desde el principio, ella ha tomado partido contra el  nulo compromiso de Bergman con sus mujeres y con los muchos hijos que contribuyó a traer al mundo, algo que a ella, que ha dejado el suyo en casa, lejos, para venir a esta isla perdida en el Báltico, la horroriza.

          La historia progresa morosamente y de un modo costumbrista en el que los viajes de grupo a los lugares de filmación del director sueco, casi siempre un espacio vacío, porque lo construido para esta o aquella película acabaron desapareciendo, están plenamente justificados; pero junto a esa perspectiva, el guion de la protagonista comienza a perfilarse a partir de los personajes que ella va conociendo en la isla. La pareja protagonista de su historia viene a representar un trasunto de la suya propia, una suerte de tibio desamor construido sobre una suerte de incomunicación y de doble desapego que progresa hacia el desastre de la incomprensión y quién sabe si también de la ruptura. Es en ese momento, cuando entramos en los sentimientos heridos de la guionista expresados a través de su pareja, cuando la película, en perfecto juego metacinematográfico gana en interés y despierta en los espectadores, un poco desorientados de por dónde podría ir la historia, cierta empatía. Está claro que no he de extenderme más al respecto, porque lo propio es ver la película y salir de dudas. Sí es cierto, no obstante, que la mirada sobre Bergman peca de superficial y «turística», además de la moralina inicial con que se despacha la protagonista, pero el desenlace aclara no pocas cosas…

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