sábado, 12 de agosto de 2023

«Domingo alegre», «Escuela de carteros» y «Forza Bastia», de Jacques Tati, los orígenes y una rareza documental.

 

Título original: Gai dimanche!

Año: 1935

Duración: 33 min.

País:  Francia

Dirección: Jacques Berr

Guion: Rhum, Jacques Tati

Música: Michel Michelet

Fotografía: Marcel Paulis (B&W)

Reparto: Rhum; Jacques Tati.

 









Título original:  L'École des facteurs

Año: 1947

Duración: 16 min.

País:  Francia

Dirección: Jacques Tati

Guion: Jacques Tati

Música: Jean Yatove

Fotografía: Louis Félix

Reparto: Jacvques Tati; Paul Demange.

 










Título original: Forza Bastia

Año: 2002 (1978)

Duración: 26 min.

País: Francia

Dirección: Jacques Tati, Sophie Tatischeff

Guion: Jacques Tati

Reparto: Documental

Fotografía: Yves Agostini, Henri Clairon, Alain Pillet

 

El privilegio de contemplar las primeras manifestaciones singulares de un genio de la comedia: Jacques Tati.

 

            


        Tres cortos, dos de ficción y un documental que, a fuerza de realidad seleccionada con ojos de antropólogo y psicólogo, casi acaba convirtiéndose en pura ficción , permiten a los espectadores contemplar el proceso de ensayo y error que llevó a Tati a ver con claridad cuáles habían de ser los fundamentos en que se basaría un lenguaje cinematográfico que lo convirtieron en uno de los mejores cómicos de la historia del cine.

El documental, Forza Bastia, rescatado en 2002 por su hija de entre la obra no estrenada del padre, está lejos temporalmente de los dos primeros cortos, tanto por la temática como por la manera como el rodaje de una jornada futbolística entronca con películas suyas como Tráfico o Playtime, si atendemos al extraordinario ojo crítico con que Tati, junto con su mujer Sophie Tatischeff ―quien adopta el apellido original, ruso, de su marido―, que figura como codirectora, sabe descubrir en la realidad cotidiana las señales de identificación de conductas humanas dignas de ser contempladas como si de una película de ficción se tratara. El asunto es bien sencillo y, en parte, de «encargo», por la amistad de Tati con el presidente del club francés: filmar la ida de la primera final de la UEFA en la que participaban los bleus de la ciudad de Córcega. Desde buena mañana, la ciudad se despierta animada por la presencia de los seguidores del Bastia, después de un diluvio que ha dejado el  campo literalmente impracticable y sobre el que los cuidadores se afanan para permitir que se juegue el partido, aunque, en esas condiciones, hoy no se autorizaría por el excesivo riesgo para los jugadores. La selección de Tati, construida a partir de las tomas de tres cámaras que se repartieron  la ciudad,  atiende, sin diálogos, al crescendo de emoción que para los ciudadanos de Bastia suponía ver una final de fútbol europeo en un estadio propiamente de tercera división. Es divertidísimo el modo como los operarios achican el agua del terreno llenando cubos con una escoba con la que la empujan, por ejemplo; pero no lo es menos el optimismo «revolucionario» con que los corsos bastioli toman las calles para, finalmente, desplazarse al estadio, en el que Tati recoge, en un montaje muy dinámico, la exaltación, la decepción por el triste empate de la ida (El PSV Eindhoven ganaría 3-0 en la vuelta) y los «restos» materiales de la euforia. La película recoge las mil y una expresiones de la ilusión de una afición modesta que, vista en perspectiva, es calcada de la explosión de tifosismo que vivió Nápoles nueve años después con el primer escudetto del Nápoles de Maradona, hecho que recoge Sorrentino en Fue la mano de Dios, una de sus mejores películas. Tati mima la grabación de todos esos ciudadanos anónimos que cifran en los colores de su equipo, Allez Les bleus!, la realización de un sueño que constituya un punto y aparte en sus vidas y en la historia de la ciudad. Quizás las banderas deportivas sean, en nuestro complejo presente, las únicas que enfrentan «noblemente» a aficionados de distinta nacionalidad, y de ahí el despliegue de ellas, como una marea, en la película, y Tati está muy atento a cualquier momento singular del gran acontecimiento. El desfile constante de personas tiene  en el campo encharcado una suerte de espejo desleal de tan emotivas ilusiones, al tiempo que se prefigura como tumba de las mismas. El corto tiene un gran valor estético, a pesar del rudimentario rodaje in situ, sobre todo porque es el montaje lo que le da al corto un dinamismo que lo acerca poderosamente a la narrativa de ficción; acaso porque todo lo deportivo, tan ritualizado, se presta a ello con facilidad. Del partido en sí, poco se ve, salvo alguna tarascada, alguna jugada aislada y el omnipresente pésimo estado del terreno.

Domingo alegre es la segunda aparición en pantalla de Tati, formando un dúo cómico con el actor alemán Rhum, quien incluso parece llevar la voz cantante de la pareja, aunque ya se manifiesta la tendencia de Tati hacia el humor físico propio del slapstick de los comienzos del cine cómico mudo, así como a sacar partido humorístico de los objetos, inanimados e incluso animados, como ocurre con la persecución grupal de la gallina en el restaurante campestre. La trama ya gira, en 1935, acerca del fenómeno del turismo como realidad generalizada. Los dos pícaros que buscan hacer fortuna compran, con el dinero del vendedor un pequeño autobús descapotable para vender una excursión a los castillos con comida campestre incluida. A pesar del inicio, en que se busca a la clientela con sonoro reclamo, el resto de la pieza bien podría incluirse dentro del cine mudo, y tiene que ver con los diferentes percances que sufren con el vehículo y muy especialmente La comida en el campo, donde les anuncian un arroz con gallina del que se «cae» la gallina porque no la han podido cazar, y  ahí se inicia una cacería de la gallina por parte de los comensales que tiene muy divertidos momentos y un ritmo trepidante. El clásico personaje de Tati aún no está perfilado, pero intuimos que no pocos de sus movimientos en esta película le servirán para ir perfilándolo hasta conseguir la caracterización de un personaje que forma parte ya de las grandes creaciones del cine cómico.

Escuela de carteros, por su parte, presenta ya unas hechuras plenamente tatiescas y, de hecho, la mayor parte del corto pasará íntegro a su primer largometraje: Día de fiesta, protagonizada por un cartero bonachón y solidario que, predispuesto a colaborar con todos, casi se convierte en organizador de «catástrofes». El arranque del corto es  francamente desternillante, una escena de adiestramiento de los carteros por parte de un  superior minúsculo de voz atiplada, quien les hace practicar los movimientos básicos del oficio «en seco», todo ello para imprimir un velocidad al reparto que les permita conectar con el correo aéreo, sin demora ninguna. En cuanto el cartero Tati sale a su reparto se inicia un periplo rodado que, con el estirado gesto de un hombre tan alto sobre la bicicleta, se anuncia pródigo en mil y un incidentes, como así ocurre. En la medida en que los gags se van sucediendo con excelente planificación, como el del pelotón de los ciclistas o el de la barrera ferroviaria, inteligentísimo, el buen humor «blanco», en apariencia, del personaje se va conformando como una señal de identidad del futuro personaje clásico de Tati, aunque su intervención en la realidad siempre pone de manifiesto las contradicciones sociales propias de unos tiempos que Tati ha sabido ridiculizar como nadie. Quizás uno de los mejores gags de la película es cuando la bici se «independiza» de su propietario y sigue sola su camino. Al pasar por delante de dos viejas pueblerinas, una de ellas dice que si es la del cartero se parará en el bar cercano, lo que efectivamente sucede… El corto merece una visión, por más que casi todo él se haya visto en Día de fiesta, pero tiene una hechura tan perfecta en lo que es su anécdota narrativa, que los fervorosos seguidores de Tati van a disfrutar de él como si nunca antes hubieran visto el largo en el que se incluyó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario