Título original: Jinruigaku
nyumon: Erogotoshitachi yori (The Pornographers)
Año: 1966
Duración: 128 min.
País: Japón
Dirección: Shôhei Imamura
Guion: Shôhei Imamura, Koji
Numata. Novela: Akiyuki Nosaka
Reparto Shoichi Ozawa;
Sumiko Sakamoto; Masaomi Kondo; Keiko Sagawa; Ganjiro Nakamura; Chocho Miyako; Haruo
Tanaka; Shinichi Nakano; Kô Nishimura; Ichiro Sugai.
Música: Toshiro Kusunoki,
Toshiro Mayuzumi
Fotografía: Shinsaku Himeda
(B&W)
Título original: Unagi
Año: 1997
Duración: 117 min.
País: Japón
Dirección: Shôhei Imamura
Guion: Shôhei Imamura,
Motofumi Tomikawa, Daisuke Tengan
Reparto: Kôji Yakusho; Misa Shimizu; Mitsuko Baisho; Hiroyuki
Konishi; Etsuko Ichihara; Akira Emoto; Ken Mitsuishi; Tomorô Taguchi; Sanshô
Shinsui; Sabu Kawahara;
Sho Aikawa; Fujio Tokita; Kôichi
Ueda; Shoichi Ozawa; Sei Hiraizumi.
Música: Shinichirô Ikebe
Fotografía: Shigeru
Komatsubara.
La revolución
sexual de los 60 en Japón y un melodrama sobre la redención.
A treinta y dos años de distancia, dos
películas soberbias de un autor clásico: Los pornógrafos y La anguila,
la primera de marcado carácter social y la segunda un retrato psicológico de un
celoso que llega al paroxismo de la venganza mortal, tras lo cual inicia un
arduo camino de redención en compañía de una extraña mascota: una anguila con
la que hablaba en el estanque de la cárcel y que los funcionarios de prisiones
le regalan cuando sale excarcelado, en libertad provisional, bajo la supervisión
de un monje que lo ayuda a reinsertarse.
Los pornógrafos es un doble
retrato: familiar y social. Una viuda que regenta una peluquería, tiene
alquilado un piso encima del suyo a un hombre con quien acaba compartiendo su
vida, a todos los efectos, menos al del matrimonio y al de la maternidad y
paternidad. Tiene dos hijos muy distintos: un parásito que no piensa sino en
sacarle el dinero a su imposible padrastro y una niña resentida que, huyendo
del amante de su madre, tras haberlo visto entrar por la noche en la habitación
de su madre, es atropellada por un coche, de lo que le queda una secuela en la
pierna: una cicatriz enorme a lo largo del muslo, lo que, andando el tiempo, y
cuando ella sea una jovencita, alentará tanto el remordimiento como el deseo del
hombre, a quien ella, sin embargo, acabará «entregándose». A pesar de que el
pornógrafo se ha desvivido por la madre y los hijos, estos lo rechazan y ella
nunca ha consentido en que ocupe el «lugar» del marido. Ella tiene como animal
de compañía una carpa en una pecera, que, cinematográficamente, va a dar un
juego extraordinario, sobre todo cuando, habiendo progresado la acción, ella es
internada y le llevan la pecera para que le haga compañía. Los planos de la
enferma en la cama a través de la pecera son extraordinariamente originales. Está
embarazada y quiere abortar porque, en el momento de saberse embarazada, la
carpa dio un salto, lo que, traducido, significa que el marido ve con malos
ojos ese embarazo; pero su amante no quiere. La mujer y los hijos tardan en
enterarse de los negocios del inquilino solícito: realizar películas pornográficas
muy rudimentarias que venden en cualquier parte, además de organizar pases
privados y, llegado el caso, proveer a ciertos clientes de jóvenes chicas en
quienes «romper» una virginidad propiamente celestinesca, un negocio que, por lo
caro de los materiales, no rinde cuanto ellos desearían, aunque sí lo
suficiente para despertar la codicia del hijo holgazán. El protagonista va a
recorrer un camino desde el emprendimiento paradelictivo hasta el desengaño
existencial y sexual, si bien al final de la película, y como un visionario,
dedicará todos sus esfuerzos a la creación de las muñecas sexuales que
reproduzcan de la manera más exacta el original, pero sin los inconvenientes de
este, lo que adelanta la invención unos ocho años a películas como Tamaño
natural, de Berlanga o Las esposas de Stepford, de Bryan Forbes.
Es muy llamativo, de la película de Imamura, las escasas secuencias sexuales y,
en ningún caso, de sexo explícito, a pesar del título. Lo que choca mucho es la
ropa interior de las jóvenes con unas bragas que parecen calzones de
carabineros, y, en el ámbito familiar, la escalofriante secuencia del trastorno
mental final de la madre, asomada a la
ventana enrejada de la clínica gritando y cantando a una multitud que se
arracima en la calle parta contemplarla. Aunque no es una película tan redonda
como Intento de asesinato, hay en ella ciertas constantes, como las
tomas de interiores desde el exterior, la naturalidad de la viuda cotidiana y
muy marcados perfiles psicológicos de los personajes, con desconcertantes
actitudes para nuestra mentalidad, como el hecho de que la madre acepte como
algo natural que su hija se convierta en la amante de su amante. El final, que
no desvelo, es elocuente respecto del carácter alegórico de ciertas situaciones
y de la descripción de hacia dónde se encamina la sociedad japonesa de
posguerra.
La anguila aún acentúa más el
carácter alegórico del planteamiento, porque el ciclo de la reproducción del
animal, que se aleja hasta 4000 km para regresar su descendencia, tras el
desove, al sitio de partida, parece tener un calco en la historia del protagonista,
quien mató por celos a su mujer tras recibir unas cartas anónimas en las que
acusaban a su mujer de cometer adulterio mientras él sale de pesca. Un día
decide verificarlo y tras la impresión potentísima de ver a su mujer
practicando un sexo salvaje que él nunca ha realizado con ella, decide vengarse
y la asesina, tras lo cual se presenta en la comisaría y se declara culpable, lo
que lo lleva a prisión durante ocho años, ganándose el respeto de los
funcionarios por su disciplina, colaboración y sometimiento a las reglas
carcelarias. De ahí que le regalen, los funcionarios, la anguila del estanque con
la que solía charlar en su tiempo libre. La inseguridad, el remordimiento, el
temor a verse involucrado en algo que le perjudique la libertad provisional de
dos años de la que goza, afecta al personaje, quien decide emprender un negocio
de peluquería —recordemos que es el negocio alrededor del cual gura la vida de la familia
en Los pornógrafos— para rehabilitarse. No tarda en aparecer un cliente que se
convierte en amigo y compañero de pesca de la anguila, aunque la pesca vaya
acompañada del retorno de los ejemplares al río. Poco después va a realizar un
hallazgo turbador: el cuerpo de una mujer junto a un frasco de pastillas con
las que, al parecer, ha intentado suicidarse. Está claro que de ahí va a proceder
cuanto de bueno y de peligroso puede ofrecerle la vida, porque la mujer no tarda
en ofrecerse como trabajadora de la peluquería, aunque tampoco tardan en aparecer
unos personajes de comportamiento matonil y aire mafioso que buscan a quien él
ha salvado la vida: el jefe ha sido el amante de ella y se ha prevalido de la
debilidad mental de la madre, y la ninfomanía de esta, para convertirse en su
socio. La complicación argumental incluirá revelaciones sorprendentes: que la
madre de ella padece un trastorno mental que la obliga a estar en una
residencia, que su madre ha sido instructora de baile flamenco, de lo que a lo
largo de la película se nos ofrecen varios ejemplos, y de que madre e hija son
propietarias de una empresa sobre cuyos fondos hay un enfrentamiento entre los
socios, los supuestamente mafiosos, y ella, a cuenta de unas inversiones que la
hija no ve claras y sí un intento de apropiación indebida de los fondos de su
madre, lo que evita haciéndose con la cartilla de los dineros y el sello que autoriza
los movimientos.
La imposible historia de amor de la
pareja protagonista tiene el trasfondo del miedo de ambos a su propio pasado, y
por ello no progresa, hasta que él le revela que ha asesinado a su esposa y
ella desaparece, pero no por la revelación, sino por tener que hacerse cargo de
su madre. Antes de desaparecer, además, emerge, como rescatado del olvido, el
amante de su mujer, quien se dedica a la recogida de basuras. El contraste del
hombre y la amenaza de volver a hacer lo mismo con su empleada añade una
tensión dramática muy interesante, sobre todo porque él está en libertad
condicional y no puede permitirse involucrarse en pendencias o delitos que lo
devolverían a la cárcel en el acto. Cuando su empleada vuelve, lo hace, además,
con su propio pasado a cuestas, lo que conduce a una explosión de violencia que
acaso desentona con el tono general de la película intimista que había
controlado hasta entonces Imamura, porque la pelea en la barbería tiene algo de
comedia italiana disparatada, pero el desenlace retoma la veta intimista. Con
todo, la delicadeza de la relación, manifestada en innumerables ocasiones, va
tejiendo una complicidad entre los personajes, cada cual con su historia a
cuestas, y los convierte en lo que acaban siendo: supervivientes de pasados
borrascosos.
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