Con
las horas contadas, una trama vigorosa y una realización
excepcional de uno de los grandes aún poco reconocido: Rudolph Maté, excelente
Director de Fototografía y, después, magnífico Director.
Título
original: D.O.A.
Año:
1950
Duración:
83 min.
País:
Estados Unidos
Director: Rudolph Maté
Guión: Russell Rouse, Clarence Greene
Música:
Dimitri Tiomkin
Fotografía:
Ernest Laszlo (B&W)
Reparto: Edmond O'Brien, Pamela
Britton, Luther Adler, Beverly Garland, Lynn Baggett, William Ching, Henry Hart,
Neville Brand, Laurette Luez, Jess Kirkpatrick, Cay Forrester, Frank Jaquet,
Lawrence Dobkin, Frank Gerstle, Carol Hughes
Rudolph Maté quien trabajó como director de fotografía
nada menos que con Carl Th. Dreyer en La
pasión de Juana de Arco o con Hitchcock y Welles, no es un director que
haya quedado en la memoria de los aficionados al cine, pero sí, sin duda, entre
los cinéfilos. En ¡Qué grande es el cine!,
aquel magnífico programa de José Luis Garci, eran aficionados a él y allí vi,
por ejemplo, Perseguida (Second Chance), que sin ser una obra tan
redonda como Con las horas contadas,
tiene momentos de gran cine, sobre todo cuando la acción transcurre en el
teleférico. Maté fue un director versátil y con una notable dedicación al
western, aunque rodó películas de casi todos los géneros, incluso “de romanos”,
o mejor dicho, de griegos, como El león de Esparta, sobre la célebre aventira
de los 300.
Con las
horas contadas es una película que parte de un magnífico guión original en el
que un ciudadano se presenta en las dependencias policiales denunciando un
asesinato: el de él mismo, como, en efecto, sucede, y no desvelo nada que no se
anuncie en la primera secuencia. El resto de la película es un flash back de
cómo un notario se ve envuelto en una trama criminal de la que acabará siendo
otra víctima. A partir del momento en que el protagonista sabe que ha sido
envenenado, inicia una frenética investigación para averiguar quién lo ha hecho
y por qué. Lo que se suponía que había de ser un fin de semana “loco” en San
Francisco, para huir de la formalización de un compromiso nupcial serio con su
secretaria, se envenena, valga el término, para convertirse en un film negro
con los mejores ingredientes del género: una trama complicadísima, muy
enrevesada, en la que a punto está de naufragar el espectador; unos “malos” “de
película”, y sobre todo el estupendo gánster sin luces, al estilo de aquel del
que dicen , en Retorno al pasado, esa
joya de Jacques Tourneur, que “es
incapaz de encontrar un santo en la Biblia”; un escenario real, San Francisco,
al que se le dota de un evidente protagonismo, sobre todo con las imágenes espectaculares
del nightclub y la estupendísima banda de jazz que lo amenia; una fotografía en
blanco y negro de muchísima cualidad; una soberbia actuación de actores
secundarios elevados a protagonistas más que creíbles de esta historia aparentemente
sin pretensiones pero que acaba ganando enteros a medida que transcurre su pautadísima
trama, y, finalmente, una historia de amor alimentada a través de la
comunicación telefónica y en persona justo antes del desenlace, cuando se
convierte, realmente, en la historia de un amor fatal con momentos de profunda
emoción humana. Lo que domina, con todo, como el género exige, es una
investigación con idas y venidas de unos a otros sospechosos en busca de los
móviles que hayan podido determinar el asesinato del protagonista, quien lucha
contra el tiempo para morir, al menos, con la tranquilidad de saber por qué se
ha acabado convirtiendo en una víctima. No sé si el hecho de haber pagado 1€
por la película tiene algo que ver con mi entusiasta apreciación, pero me ha
parecido un ejercicio cinematográfico que merece un visionado por parte de
quienes sean amantes del género negro, porque, a mi modesto entender, no va a
defraudarles. La puesta en escena, al margen de los muchísimos exteriores en
San Francisco, perfectamente retratados, incluye un abanico de espacios perfectamente
escogidos para unos planos medidos al milímetro. Con todo, es difícil fijarse
en detalles técnicos cuando la trama arrastra al espectador al ritmo febril del
progreso del veneno que va a acabar con la vida del protagonista. Todo un
descubrimiento.
Acosados
o un espectacular giro de guion que deja al espectador
a dos velas, repasando a full speed
toda la película para orientarse y sacar la historia en claro: entre el cine
negro y el cine onírico.
Título
original: The Chase
Año:
1946
Duración:
86 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Arthur Ripley
Guión:
Philip Yordan (Novela: Cornell Woolrich)
Música:
Michel Michelet
Fotografía:
Franz Planer
Reparto: Robert Cummings, Michèle
Morgan, Steve Cochran, Peter Lorre, Lloyd Corrigan, Jack Holt, Don Wilson, Nina
Koshetz, Alex Minotis
Arthur
Ripley fue un director de 5 películas, una de ellas, Camino de odio, producida, interpretada y guionada por Robert
Mitchum, de quien se dice, al parecer que también metió mano en la dirección.
La película de Mitchum tiene mejores intenciones que realidades, aunque, como
extrañeza, tiene su interés, sin llegar, por supuesto al enorme de la de
Charles Laughton, La noche del cazador,
también protagonizada por Mitchum, por cierto,
tres años antes. Ripley fue lo que solemos llamar un “artesano” del cine, ese
adjetivo que pone de relieve la maestría técnica aliada a una relativa
originalidad que nunca llega a cuajar como maestría y que, sin embargo, cuando
los elementos se conjuran casi por arte de birlibirloque, lo que sale es una
narración que se convierte en una obra de envergadura. Eso es lo que ocurre con
Acosados, una película de cine negro que
se beneficia de la historia, del director de fotografía, de los actores y de
una dirección que sabe en todo momento ponerse al servicio de una historia que
confunde al espectador y le obliga a reconsiderar todo lo visto, con un espectacular
giro de guion propio de quien firmó la novela en que se basaba: The Black Path of Fear, de William
Irish, un prolífico escritor del género criminal en algunas de cuyas obras se
han basado películas tan notables en la historia del cine como La ventana indiscreta, una obra maestra
de Hitchcock, La novia vestía de negro,
de Truffaut o El hombre leopardo, de Jacques Tourneur, entre otras. La trama,
perfectamente urdida, incluye un cambio de registro que acerca la película al
género gótico, y dispénseseme de añadir más para no fastidiarles a los posibles
espectadores, cuyo número deseo que sea grande, porque la película los merece,
la sorpresa de ese cambio. En cualquier caso, los actores, sobre todo Michele
Morgan, muy puesta en su papel de sufrida vampiresa, sabe estar a la altura de
lo que se espera de su singular belleza, pero, junto a la experiencia en
papeles de malvado de Peter Lorre, tdo un clásico, cabe destacar la
interpretación de un secundario como Steve Cochran que, sin embargo, fue
protagonista exacto y lleno de verdad en El
grito, de Antonioni. Por si faltara la guinda para comprobar que la conjura
afectó a la película de Ripley a todos los niveles, solo hemos de recordar que
el director de fotografía, Franz Planer, quien firma, y con eso está todo dicho
sobre su innegable calidad, Carta de una
desconocida, de Max Ophüls.
Con tanto dato de la conjuración, lo que quiero indicar a
los posibles lectores de estas líneas es que un juicio crítico favorable, como
el que me suscitó el visionado de esta película perdida en la noche de los
tiempos del cine, un título absolutamente olvidado, tiene un valor que se acaba
encontrando a poco que se investigue de quiénes es obra. Reunir tanto talento no
siempre significa un éxito seguro, pero se da el caso, en Acosados, de que así
ha sido, y quienes la vean espero que me den la razón, o la parte de ella que
me asiste.
[Nota: El vídeo es de
Regia Films, en la colección “Programa doble”.]
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