A la mayor
gloria de Michael Caine, una parodia de las novelas pulp de quiosco:
extremadamente divertida.
Título original: Pulp
Año: 1972
Duración: 95 min.
País: Reino Unido
Dirección: Mike Hodges
Guion: Mike Hodges
Música: George Martin
Fotografía: Ousama Rawi
Reparto: Michael Caine, Mickey Rooney, Lionel Stander, Lizabeth Scott,
Nadia Cassini, Dennis Price, Al Lettieri.
Rodada en Malta, con un toque
exótico de país en vías de desarrollo, pero donde se dan cita un escritor de
novelas baratas policiacas, un viejo actor de Hollywood y algunos asesinos
sueltos, la historia de Pulp, en el original, no esconde su voluntad de
parodiar, con un fino sentido del humor británico, un género literario que
triunfa entre el gran público y es despreciado por el mundo académico, algunos
de cuyos integrantes a buen seguro tendrá en su mesilla de noche alguna de esas
piezas de orfebrería cargadas de tópicos y esquemas narrativos fijos que suelen
ser mano de santo para cualquier insomnio repentino o crónico. Hasta que llego
al estrellato el gran defensor del universo Pulp, Quentin Tarantino, nadie daba
dos duros por este género; pero ha de reconocerse que Mike Hodges se le
adelanta en el tiempo, aunque lo aborda desde una perspectiva humorística fruto
de la parodia, si bien lo hace con una eficacia fantástica. La anterior película
de Hodges, también producida, como esta, por Caine, Get Carter sí que se
puede considerar un Pulp en toda regla, con las dosis de violencia canónica que
requiere. De esta película rodó Stephen T. Kay una versión que nada añadió al
estimable original de Hodges.
Hay que saber
encontrarle el punto a la parodia, pero no es menos cierto que el reparto puede
contribuir mucho a darle a la película una entidad que, sin ciertos rostros, no
se conseguiría. Y ahí entra en acción Mickey Rooney, que parodia a una vieja
estrella de Hollywood, entre él mismo y clásicos de las películas del Hampa
como Edward G. Robinson, por ejemplo. Se ha de decir que Rooney consigue crear
un personaje con un poder visual y una vis cómica magníficos. Cerca de él y del
protagonista, aunque con menor papel del que hubiera merecido, una vamp antigua
de esas películas negras, Lizabeth Scott, la mujer de la voz rasgada más
seductora de la Historia del Cine, aún, en la película, con una presencia magnética,
y completa el reparto la starlette de cine italiano, aunque ella sea
usamericana de nacimiento, Nadia Cassini.
El arranque de la película, con la «factoría» de transcripción mecanográfica de cintas grabadas para crear el original de obras de todo tipo, es ya una maravillosa muestra del sentido del humor entre delirante, vulgar y absurdo que va a presidir toda la película. A raíz de ser contratado por la estrella de cine para que le ayude a escribir sus memorias, ciertas amistades mafiosas quieren impedir que se conozcan algunos extremos de esa vida poco clara. El protagonista habrá de soportar el asedio de quien quiere acabar con él para evitar que esas memorias vean la luz. El camino hacia el encuentro con la estrella será, ya, un delirante recorrido, con estancia tenebrosa en un hotel incluida, que no dejará indiferente a los espectadores. Si la violencia y la sensualidad de las narraciones del protagonista perturban hasta el éxtasis a las mecanógrafas y a su propio jefe, las andanzas del escritor se teñirán de ambas «virtudes», desarrolladas, además, en un escenario tan exótico como, en aquel momento, la isla de Malta, antes de su boom desarrollista a partir del turismo. La actuación de Michael Caine es todo un plato fuerte de la película, porque la voz en off que narra los hechos y las implicaciones de los diferentes personajes en la trama le deja un amplio espacio para desarrollar sus dotes de mimo e intérprete silencioso que, desde el supuesto *omniscientismo de su autoría narrativa, sabe esquivar asechanzas, contemporizar con el actor y salir de cuantos líos lo amenazan.
Estoy por
avisar a los lectores de estas líneas que quizás la película les parezca un auténtico
desmadre, y está claro que algo de ello hay, porque ciertas secuencias están
llenas de un juego absurdo que no
difieren mucho de los propios de las novelitas Pulp que escribe el personaje,
pero en todas ellas hay un humor de fondo que no oculta su raíz crítica no solo
hacia el género, sino, sobre todo, hacia nuestros hábitos sociales.
No sabía lo que
iba a ver, claro está, pero he de confesar que, si el espectador es capaz de
entrar en el juego que le propone Hodges, y deja de lado conceptos como el de
verosimilitud o realismo, se divertirá bastante con este héroe literario que
actúa como trasunto de sus propios héroes literarios, pero es incapaz de
soportar la visión de la sangre, por ejemplo. La parodia, pues, empieza por uno
mismo, es decir, por el escritor que protagoniza el relato, y ello es de
agradecer, porque se nos aparece como el reverso total de James Bond, por
entonces, todo un modelo británico de espía implacable y seductor. Michael
Caine compone un tipo un poco más de andar por casa, pero su delicioso sentido
del humor va subrayando cuantas acciones absurdas van nutriendo la narración.
La película
está llena e pequeños detalles que conviene no perderse, porque hasta en
aspectos tan insignificantes como el juego de pseudónimos que baraja el protagonista
para usarlo como nombre artístico hay una poderosa carga de humor que, en este
caso concreto, recuerda un poco el Paul Bazzo (léase polvazo) de Kika, de Almodóvar…
Tengo la
sensación de que se trata de una película que no va a dejar indiferente a
quienes la vean: o la desprecian como una mamarrachada o la ven como un
delicioso producto del humor británico. Por si acaso, para que se aprecie en
qué punto están las artes interpretativas de Caine, su siguiente película será
la espectacular La huella, de Manckiewicz.
Yo la
recomiendo fervientemente.
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