jueves, 10 de noviembre de 2022

«Historias peligrosas», de Mike Hodges o el arte de la parodia.

 

A la mayor gloria de Michael Caine, una parodia de las novelas pulp de quiosco: extremadamente divertida.

 

Título original: Pulp

Año: 1972

Duración: 95 min.

País: Reino Unido

Dirección: Mike Hodges

Guion: Mike Hodges

Música: George Martin

Fotografía: Ousama Rawi

Reparto: Michael Caine, Mickey Rooney, Lionel Stander, Lizabeth Scott, Nadia Cassini, Dennis Price, Al Lettieri.

 

         Rodada en Malta, con un toque exótico de país en vías de desarrollo, pero donde se dan cita un escritor de novelas baratas policiacas, un viejo actor de Hollywood y algunos asesinos sueltos, la historia de Pulp, en el original, no esconde su voluntad de parodiar, con un fino sentido del humor británico, un género literario que triunfa entre el gran público y es despreciado por el mundo académico, algunos de cuyos integrantes a buen seguro tendrá en su mesilla de noche alguna de esas piezas de orfebrería cargadas de tópicos y esquemas narrativos fijos que suelen ser mano de santo para cualquier insomnio repentino o crónico. Hasta que llego al estrellato el gran defensor del universo Pulp, Quentin Tarantino, nadie daba dos duros por este género; pero ha de reconocerse que Mike Hodges se le adelanta en el tiempo, aunque lo aborda desde una perspectiva humorística fruto de la parodia, si bien lo hace con una eficacia fantástica. La anterior película de Hodges, también producida, como esta, por Caine, Get Carter sí que se puede considerar un Pulp en toda regla, con las dosis de violencia canónica que requiere. De esta película rodó Stephen T. Kay una versión que nada añadió al estimable original de Hodges.

         Hay que saber encontrarle el punto a la parodia, pero no es menos cierto que el reparto puede contribuir mucho a darle a la película una entidad que, sin ciertos rostros, no se conseguiría. Y ahí entra en acción Mickey Rooney, que parodia a una vieja estrella de Hollywood, entre él mismo y clásicos de las películas del Hampa como Edward G. Robinson, por ejemplo. Se ha de decir que Rooney consigue crear un personaje con un poder visual y una vis cómica magníficos. Cerca de él y del protagonista, aunque con menor papel del que hubiera merecido, una vamp antigua de esas películas negras, Lizabeth Scott, la mujer de la voz rasgada más seductora de la Historia del Cine, aún, en la película, con una presencia magnética, y completa el reparto la starlette de cine italiano, aunque ella sea usamericana de nacimiento, Nadia Cassini.

         El arranque de la película, con la «factoría» de transcripción mecanográfica de cintas grabadas para crear el original de obras de todo tipo, es ya una maravillosa muestra del sentido del humor entre delirante, vulgar y absurdo que va a presidir toda la película. A raíz de ser contratado por la estrella de cine para que le ayude a escribir sus memorias, ciertas amistades mafiosas quieren impedir que se conozcan algunos extremos de esa vida poco clara. El protagonista habrá de soportar el asedio de quien quiere acabar con él para evitar que esas memorias vean la luz. El camino hacia el encuentro con la estrella será, ya, un delirante recorrido, con estancia tenebrosa en un hotel incluida, que no dejará indiferente a los espectadores. Si la violencia y la sensualidad de las narraciones del protagonista perturban hasta el éxtasis a las mecanógrafas y a su propio jefe, las andanzas del escritor se teñirán de ambas «virtudes», desarrolladas, además, en un escenario tan exótico como, en aquel momento, la isla de Malta, antes de su boom desarrollista a partir del turismo. La actuación de Michael Caine es todo un plato fuerte de la película, porque la voz en off que narra los hechos y las implicaciones de los diferentes personajes en la trama le deja un amplio espacio para desarrollar sus dotes de mimo e intérprete silencioso que, desde el supuesto *omniscientismo de su autoría narrativa, sabe esquivar asechanzas, contemporizar con el actor y salir de cuantos líos lo amenazan.

         Estoy por avisar a los lectores de estas líneas que quizás la película les parezca un auténtico desmadre, y está claro que algo de ello hay, porque ciertas secuencias están llenas de un juego absurdo que  no difieren mucho de los propios de las novelitas Pulp que escribe el personaje, pero en todas ellas hay un humor de fondo que no oculta su raíz crítica no solo hacia el género, sino, sobre todo, hacia nuestros hábitos sociales.

         No sabía lo que iba a ver, claro está, pero he de confesar que, si el espectador es capaz de entrar en el juego que le propone Hodges, y deja de lado conceptos como el de verosimilitud o realismo, se divertirá bastante con este héroe literario que actúa como trasunto de sus propios héroes literarios, pero es incapaz de soportar la visión de la sangre, por ejemplo. La parodia, pues, empieza por uno mismo, es decir, por el escritor que protagoniza el relato, y ello es de agradecer, porque se nos aparece como el reverso total de James Bond, por entonces, todo un modelo británico de espía implacable y seductor. Michael Caine compone un tipo un poco más de andar por casa, pero su delicioso sentido del humor va subrayando cuantas acciones absurdas van nutriendo la narración.

         La película está llena e pequeños detalles que conviene no perderse, porque hasta en aspectos tan insignificantes como el juego de pseudónimos que baraja el protagonista para usarlo como nombre artístico hay una poderosa carga de humor que, en este caso concreto, recuerda un poco el Paul Bazzo (léase polvazo)  de Kika, de Almodóvar…

         Tengo la sensación de que se trata de una película que no va a dejar indiferente a quienes la vean: o la desprecian como una mamarrachada o la ven como un delicioso producto del humor británico. Por si acaso, para que se aprecie en qué punto están las artes interpretativas de Caine, su siguiente película será la espectacular La huella, de Manckiewicz.

         Yo la recomiendo fervientemente.

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