Título original: Karnavalnaya
noch (Carnival Night)
Año: 1956
Duración: 78 min.
País: Unión Soviética (URSS)
Dirección: Eldar Ryazanov
Guion: Boris Laskin,
Vladimir Polyakov
Música: Anatoli Lepin
Fotografía: Arkadi Koltsaty
Reparto: Igor Ilyinsky,
Lyudmila Gurchenko, Yuri Belov, Georgy Kulikov, Sergei Filippov, Olga Vlasova,
Andrei Tutyshkin, Tamara Nosova, Gennadi Yudin.
Título original: Beregis
avtomobilyaaka
Año: 1966
Duración: 94 min.
País: Unión Soviética (URSS)
Dirección: Eldar Ryazanov
Guion: Emil Braginsky, Eldar
Ryazanov
Música: Andrei Petrov
Fotografía: Anatoliy
Mukasey, Vladimir Nakhabtsev (B&W)
Reparto: Innokenti
Smoktunovsky, Oleg Efremov, Lyubov Dobrzhanskaya, Olga Aroseva, Anatoli
Papanov, Andrey Mironov, Georgi Zhzhyonov, Vyacheslav Nevinnyy, Evgeni
Evstigneev, Donatas Banionis, Lyubov Sokolova, Gotlib Roninson.
Título original: Sluzhebnyy roman
Año: 1977
Duración: 159 min.
País: Unión Soviética (URSS)
Dirección: Eldar Ryazanov
Guion: Emil Braginsky, Eldar
Ryazanov
Música: Andrei Petrov
Fotografía: Vladimir
Nakhabtsev
Reparto: Andrey Myagkov,
Alisa Freyndlikh, Svetlana Nemolyaeva, Svetlana Nemolyaeva, Georgi Burkov, Oleg
Basilashvili, Liya Akhedzhakova, Lyudmila Ivanova, Mariya Vinogradova, Zoya
Tolbuzina, Pyotr Shcherbakov, Zoya Isaeva.
Una trilogía para conocer a
Eldar Ryazanov, un exitoso cineasta soviético y maestro de la comedia o los soviéticos
por de dentro…
Por una intuición que ha resultado
clarividente, vi en Filmin Cuidado con el coche, porque el cartel
anunciador me dio a entender que iba a ver cine soviético «costumbrista» en
clave de comedia, lo cual, hablando de 1966 era la estupenda tentación de
conocer la Rusia soviética desde dentro y conocer el humor soviético. El
resultado final ha sido bastante mejor de lo que yo me esperaba, y ha sido
tanto mi satisfacción que me he ido a la caza y captura de otras obras del
autor. A este Ojo traigo dos más, su ópera prima, Noche de carnaval,
¡un musical!, ¡en 1956!, esto es, casi en el apogeo de la Guerra Fría, y una
comedia sentimental Idilio de oficina, que se anticipa a una temática
como la de Amor con preaviso o Armas de mujer, es decir,
películas de oficina con rivalidades, amoríos y otros «tropiezos», pero que
«bebe» de la fuente del mejor Lubitsch: Ninotchka. [Estas dos últimas
películas pueden verse en YouTube con subtítulos en inglés.]
Lo primero que
llama la atención del cine de Ryazanov es su devoción por el cine usamericano,
y cómo se adentra en sus géneros tradicionales y los adapta al mundo soviético
con una frescura, una gracia y un ingenio propios del gran cineasta que es. Lo
segundo es su don para la comedia de tipo costumbrista. Lo tercero es su
capacidad crítica para con el rígido sistema burocrático del comunismo
soviético, al que casi todos sus personajes parecen darle la espalda y
soportarlo por pura impotencia para cambiarlo, aunque enseguida advertimos, desde
la primera hasta la última, la imitación constante del american way of life
en las costumbres, la vestimenta, los peinados y, por supuesto, en los géneros
cinematográficos. Seguiré, para mi comentario, el orden cronológico, que o ha
sido el de mis visionados, pues empecé por la segunda.
Noche de
carnaval es un musical colorista,
lleno de ritmo, con una acción muy simple, unos personajes que rayan, como en
el caso del férreo director que les ha sido asignado, en la parodia y aun en la
sátira, y con una historia de amor que atraviesa toda la película para mantener
una intriga que apenas existe, porque la acción gira en torno a una fiesta de
carnaval de fin de año que los estudiantes de una escuela de artes aplicadas ha
preparado como un gran espectáculo músical y de variedades, las secuencias de
la actuación del mago están entre las más divertidas de la película, por
cierto. El nuevo director, un obediente burócrata convenientemente ideologizado,
como estos socialpodemitas que ahora están en el poder en España, pretende organizar
una fiesta en la que prime lo ideológico y o cultural, para lo cual ha invitado
a un científico que va a dar una disertación breve sobre la posible vida en
Marte, ¡de cuarenta minutos!...
Bien podríamos
hablar de una comedia juvenil, dada la edad de los estudiantes, y, de hecho,
imagino que la pasión que derrochan frente a las rigideces del sistema debieron
de verse con no poca simpatía en su momento. La cinta está llena de una energía,
confianza y esperanza en que la fiesta proyectada «ha de ser como la han
diseñado: festiva, alegre, muy musical y disparatada, como corresponde a la
despedida del año» que la lucha contra el director se vuelve algo así como una «rebelión»
entusiasta contra los usos marmóreos del Poder. Se trata, ya digo, de un
musical, y lo primero que se ha de decir, en consecuencia, es que la banda
sonora es espectacular, y en ella dominan ritmos propios de las grandes
orquestas americanas de los 40 y algo de las bandas de jazz. Si a eso le
sumamos una coreografía muy modesta pero en la línea del gran Berkely, vemos
enseguida lo que hay de homenaje al gran cine musical usamericano. Claro que la
trama responde más a las películas llena de bromas inocentes que no cuestionan
profundamente el régimen político en el que se han realizado, pero, de algún
modo, la ridiculización del director sí que se corresponde con una crítica a
los talibanes del sistema que solo viven pendiente de hacer méritos ante la
superioridad. Que conste que buena parte del humor de la película corre a cargo
de ese personaje, el director burócrata, interpretado por el gran cómico ruso Igor
Vladimirovich Ilyinsky, cuyos recursos cómicos nos hacen pasar un rato excelente.
Pudiéramos pensar que el director tuvo también en mente aquellas famosas
fiestas de los estudiantes de la Bauhaus, institución de la que la escuela de
la película bien pudiera parecer una réplica, pero aquellas fueron bastante más
transgresoras e imaginativas. En esta, todo revela el buen fondo noble de los jóvenes,
cuyo afán lo tiene todo de travesura, muy poco de verdadera rebelión. Con todo,
insisto, la película es dinámica, muy vital, con un color esplendente y con una
dirección ágil que recorre los diferentes espacios de la escuela como en una
suerte de tour de forcé para contagiarnos de la vitalidad de los jóvenes. ¡Una
joyita extraña y una sorpresa total para los amantes del musical, este musical
soviético tan y tan filousamericano! Merece mucho la pena.
Cuidado con
el coche es, declaradamente, un ejercicio de cinematografía imitativa en
clave de parodia, porque tiene un comienzo casi impresionista en el que se
sigue a un delincuente por un recorrido de tejados, callejones, todo en un
contraste de luces y sombras que recuerdan, como se buscaba, los mejores planos
del cine negro usamericano. ¿Cuál es el objetivo de ese delincuente? Robar un
coche, a un supuesto ladrón, para venderlo y enviar el dinero de la venta a
orfanatos como en el que el delincuente creció. El planteamiento nos habla ya
de una suerte de personajes antisistema que explotan el propio sistema
soviético para enriquecerse, dentro de unos límites, lo cual choca con la idea
de aquella sociedad tan perfectamente organizada que impedía la aparición de
los vicios del capitalismo. El protagonista es un personaje con determinación,
pero tan pusilánime y torpe que resulta casi increíble que sea capaz de llevar
adelante su propósito. A medio camino entre un personaje de Woody Allen y el
mítico personaje de Tati, el protagonista, cuya intérprete responde al ajustadísimo nombre de Inocencio…,
acaba inscribiéndose en un club de aficionados al teatro en el que terminará
haciendo excelentes migas con el inspector de policía que investiga la
misteriosa desaparición de los coches. Con ese planteamiento, puede cualquier
lector imaginar que estamos ante una comedia costumbrista que retrata a la
perfección un mundo popular ciudadano que poco o nada tiene que ver con la
imagen que el desconocimiento se crea del pueblo soviético a partir de la
elaboración que de ella hace el Poder. Y puedo garantizar que la película es
más que divertida, porque no son pocos los momentos en que me ha logrado
arrancar la carcajada, algo que me lleva a plantearme que quizás debiéramos
hablar de un «humor soviético» poco explorado y menos conocido.
Cuidado con
el coche es una crítica del nuevo arribismo que busca salir de la homogeneización
de los estándares oficiales mediante un incipiente consumismo que busca, sobre
todo, objetos de importación, que quiere construirse una dacha para el
verano,que exhibe el coche casi como un «trofeo social» y que se relaciona
mediante parties de profundo sabor usamericano. La historia sigue a una
de esas parejas y la pone en contraste con el suegro, un comunista «a la
antigua», lo cual genera muy divertidas situaciones.
No ocurre lo
mismo con el personaje, que es un «agonías», pero con una vis cómica estupenda,
y con un ingenio a prueba de bombas para lograr su objetivo de robar los coches
que él quiere, porque, a su manera, estamos hablando de una suerte de Robin
Hood ¡en la rusia soviética! Por otro lado, su relación con su mujer, su madre
y el comisario está llena de situaciones muy graciosas.
En la medida en
que es una parodia del cine negro, hay un narrador en off que va recordándonos los
rasgos esenciales del género y cómo se cumplen en esta película. De hecho,
incluso hay persecuciones automovilíticas, una de ellas excelente.
Puesto a
recordar, la historia tiene una cierta relación con El caso 880, de
Edmund Goulding, anterior a esta en dieciséis años, porque ambos finales son
prácticamente idénticos, pero váyase a saber qué vio o dejó de ver Ryazanov del
cine usamericano.
Idilio de
oficina, más próxima y más modesta, es una comedia sentimental en la que el
protagonista recuerda mucho al de Cuidado con el coche, por lo que tiene
de tímido y de patoso, pero la película es más amable, podíamos decir, para con
el sistema, porque la visión de una ciudad populosa en la URSS en aquel año la
hace casi indistinguible de las de cualquier democracia liberal. Dñéjenme decir
que la película tiene una banda sonora muy destacada, con muy hermosas
canciones que cubren las numerosas vistas de exteriores y la febril actividad
ciudadana de los soviéticos. La historia se centra en un Instituto de Estadística
regido por una tovarich [buceando en la red descubro que tovarka,
la forma femenina de «camarada» quedó obsoleta rápidamente y dejó de usarse]
del Partido cuya presencia física contrasta con la coquetería de todas las
mujeres que trabajan en esas oficinas y cuyo primer acto del día, nada más
llegar, consiste en sacar todos los útiles de maquillaje que llevan en el bolso
y asearse convenientemente. Desde ese momento ya intuimos que Ryazanov va a
reincidir en esa habilidad suya para la sátira costumbrista que le hemos visto
en las anteriores películas. De hecho, el modo como presenta, por el vestuario,
el peinado y la ausencia de maquillaje a la tovarich Directora invita ya
a la carcajada. Aquí sí que advertimos enseguida el modelo en el que se ha inspirado,
que no es otro que el de la Ninotchka, de Lubitsch. La trama recoge una
débil y melodramática historia sentimental de una trabajadora con un directivo
recién llegado, hombre cosmopolita…, de quien estuvo enamorada de jovencita.
Ahora, en la cuarentena, el patetismo de querer *reseducir al hombre, ya casado,
acaba siendo pasto de las comidillas propias de la oficina. La mujer es muy
amiga del protagonista, quien, deseando ascender para ganar más, se decide, por
invitación del nuevo directivo, también viejo amigo suyo, a cortejar a la
Directora. Dicho todo esto, y teniendo en cuenta el original inspirador,
cualquiera puede advertir cuál sea el desarrollo de la historia. La suerte, no
obstante, es que se cruzan muchas pequeñas historias que colaboran con la
principal para crear una suerte de comedia coral que acompaña el eje vertebral
del cortejo, lo cual potencia la película y nos la vuelve hasta grata de ver, a
pesar de su considerable extensión. Es cierto que la trama progresa
morosamente, pero, llegados al conflicto central, las interpretaciones
adquieren mucha altura y no resulta ridículo ni el cambio de la tovarich
ni el enamoramiento mutuo de los personajes ni nada. Como pasaba en Cuidado
con el coche, también en esta tenemos la oportunidad de ver la vida
cotidiana del pueblo soviético desde dentro, sin distorsión ninguna, y hay
momentos, como los de la secretaria de la Directora, ¡graciosísima!, en que
tenemos la impresión de habernos colado en una película de Almodóvar, pero a la
soviética.
Como soy de
natural muy curioso, no hay cinematografía que me sea ajena, y soy capaz de ver
cualquier cosa, lo cual me permite descubrir autores y obras que, sin ese motor
de la curiosidad, me pasarían desapercibidas. ¡A ver si Filmin añade más películas
de Ryazanov a su excelente catálogo!
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