EL
OJO COSMOLÓGICO: Aprendiz de gigoló
Título original: Fading Gigolo
Año: 2013
Duración: 90 min.
País: Estados Unidos
Guión: John
Turturro
Música: Abraham Laboriel, Bill
Maxwell
Fotografía: Marco Pontecorvo
Reparto:John Turturro, Woody Allen, Sharon Stone, Sofía Vergara, Vanessa Paradis, Liev Schreiber, Max Casella, Bob Balaban, Michael Badalucco
Comencemos por
el título, porque en esta ocasión a la película de Turturro le han adjudicado
uno que además de no despertar la curiosidad del posible espectador, porque le
recuerda aquellos títulos de finales de los años 60 de la comedia casposa
española, le roba al original la poesía que alberga: To fade significa desvanecerse, usualmente un color, y en este
caso, lo que se diluye poco a poco es la condición de gigoló, asumida por
compromiso, y difícil de mantener cuando el protagonista se enamora. Un título
tan desastroso no favorece a la película, a pesar del reclamo de Woody Allen y
de la propia solvencia de Turturro, quien ha ido construyendo una obra personal
como director que nada tiene que envidiarle a la muy consolidada como actor,
por más que tenga un evidente carácter minoritario.
Fading Gigoló es una película en que se rinde un homenaje integral a Woody Allen
mediante una historia ajustada al mundo del director neoyorquino, a la temática
y a la geografía; no en vano, Turturro nació en Brooklyn. Si un espectador poco
avisado no se entera de que el director es Turturro, saldría del cine
convencido de que ha visto una película de Woody Allen. Una menor, claro,
porque la historia deriva hacia la comedia romántica, en un registro alejado de
la usual mordacidad e ingenio de Allen. Por lo demás, tanto la omnipresente
banda sonora de jazz, como el retrato de los personajes y, sobre todo, la visión
de Nueva York, si bien en la modalidad de barrio periférico, con una fotografía
en tonos crepusculares, y las frases ingeniosas puestas en boca del personaje
de Allen nos convencen de estar viendo una película suya. La presencia, además,
de la comunidad ortodoxa judía en la trama, dota a la película de ese factor
étnico de la figura de Allen que se resuelve en clave de humor, porque la
escena del tribunal rabínico ante el que conducen al personaje de Allen por
haber intentado apartar a una mujer de su pertenencia a la comunidad, tiene
todo el aire de la visión del mundo judío de las primeras películas de Allen.
El propietario
de una librería ha de cerrar el negocio, que no puede seguir manteniendo y ha
de despedir a un empleado que ha trabajado con él desde siempre, y con quien le
une una amistad de carácter paterno-filial. Gracias a la confidencia que le ha
hecho al personaje de Allen su dermatóloga –poderosa y magnética Sharon Stone–, respecto de que le gustaría
practicar un ménage à trois, al librero
se le ocurre que bien podría su empleado, ahora en paro, convertirse en un
gigoló y conseguir ambos unos estupendos ingresos. Es evidente que el personaje
de Turturro, que también es florista, no es ya un joven Dioniso, pero el
librero se encarga de convencerle de la inmensa capacidad de seducción que
encarna. La baza de la madurez, unida a la presumible potencia sexual que el
corpachón insinúa, les lleva a la pareja a formar una sociedad laboral en el
“trabajo más viejo del mundo”.
Woody Allen,
muy envejecido, es capaz de sostener con habilidad y eficacia, sin embargo, el
papel de alcahuete, tanto que incluso le complica la vida a su semental con una
clienta viuda –dulce y fotogénica Vanessa Paradis– que ha de optar entre la
pertenencia a su comunidad ortodoxa judía y el amor que inevitablemente nace
entre ella y el supuesto “sanador” –son excelentes las escenas en que Turturro,
de origen italiano, se hace pasar por Sefardí– al que la lleva Allen, después
de que él le hubiera llevado a uno de sus “nietos” a despiojar, porque Allen
vive, sin que se explicite nunca el carácter de su relación, con una familia
negra llena de hijos pequeños, con quienes protagoniza divertidas escenas, como
el encuentro entre los seis hijos de la viuda judía y sus “nietos” negros, por
ejemplo, para jugar un partido de béisbol. El choque de culturas está resuelto
con excelente humor y una sólida metáfora, la del arco iris, como apreciarán
quienes vayan a verla, algo que yo recomiendo.
La película no
deja ninguna huella especial en el espectador, pero asegura una hora y media
muy agradable, llena de un humor sutil, y a veces grueso, sobre todo con el
personaje de una espectacular y deslenguada Sofía Vergara que borda su papel
casi de ama de sado. Los diálogos
entre Allen y Turturro han rescatado lo mejor de las películas del neoyorquino
y en todo momento nos parece que hayan sido escritos, sus diálogos, por el
propio Allen, a juzgar, además, por su exquisita actuación, en la que se le ve
tan cómodo como interpretando sus propios guiones.
Curiosamente,
antes de ir al cine, acababa de ver en la televisión El gafe, de Pedro Luis Ramírez (1959) con José Luis Ozores y un
estupendo Antonio Garisa que se convierte en empresario del “gafe” Ozores para
montar un lucrativo negocio, lo que da pie a una comedia de humor negro que,
dejando al margen los condicionamientos propios de la época, resulta tan amable
y entretenida como este Aprendiz de
gigoló, con la que comparte parecida situación de partida.
Me lo pones difícil porque esta película ya la han quitado hace semanas de Cornellà. Intentaré verla on line. Sin embargo, sentí cuando veía los tráilers una visceral antipatía hacia la misma no convenciéndome el planteamiento o lo que allí se sugería y no servía ni siquiera el mismo Allen del que soy devoto para atraerme a verla. Intentaré no obstante verla si es posible en casa.
ResponderEliminarHe visto que no has comentado la excelente pelìcula Madre e hijo, una película rumana de la que tendrías mucho que decir. El director es Calin Peter Netzer. Con Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Florin Zamfirescu, Natasa Raab, Ilinca Goia. ¡Vale un potosí!
Un saludo.
Si aún la ponen, me la apunto, claro; a ver si este fin de semana cae. Gracias.
ResponderEliminarLa de Turturro no es más que un entretenimiento, pero muy amable. Fui sin prejuicios y salí con una sonrisa en los labios.