jueves, 17 de julio de 2014

Dos vidas: la estremecedora  huella ardiente del nazismo y la guerra fría.

Título original: Zwei Leben (Two Lives)
Año: 2012
Duración: 97 min.
País:  Alemania
Guión: Georg Maas, Christoph Tölle, Ståle Stein Berg, Judith Kaufmann (Novela: Hannelore Hippe)
Música: Christoph Kaiser, Julian Maas
Fotografía: Judith Kaufmann



                                                       



          Dos vidas es una película política, sin duda, porque sin el contexto inicial de los delirios raciales del nazismo y, posteriormente, del totalitarismo comunista de la DDR alemana, resulta imposible comprender lo que la película también es: una tragedia humana que le llega al espectador de una forma tan contundente que lo lleva a la congoja e incluso al sufrimiento. La película transcurre con absoluta normalidad hasta que comienzan a aparecer comportamientos inquietantes de la protagonista que al espectador le cuesta interpretar, porque se le ofrecen, como debe ser, con una clamorosa ausencia de datos que el guión se reserva como bazas que se irán jugando con un timing perfecto para construir lo que bien podría ser considerado un thriller político en la línea de las investigaciones del  sueco Stieg Larsson, autor de la trilogía Millennium, cuyas adaptaciones al cine se dejaban ver con interés tanto la primera, Los hombres que no amaban a las mujeres, dirigida por Niels Arden (muy superior a la versión americana de David Fincher, a pesar del prestigio de este director), como las otras dos dirigidas por Daniel Alfredson.
En Dos vidas hay una compleja trama que se inicia con las relaciones que tiene una mujer danesa, magnífica Liv Ullmann –sobre quien el director Georg Maas rodó un documental en 2012, no visto aquí, como tampoco han sido vistas sus dos primeras películas, que espero puedan ser rescatadas a partir del éxito que le auguro a esta tercera película suya– con un oficial alemán invasor, un aspecto de la trama, sin embargo, por el que se pasa como de puntillas, cuando es sabido que en Francia, por ejemplo, fue brutal el castigo-escarmiento público inmoral y despiadado que infligieron a las “colaboracionistas horizontales”, como las llamaron, y hay estremecedora foto de Robert Kappa al respecto.. La diferencia  es que en Noruega hasta hubo un gobierno noruego pronazi, el de Quisling. Fuera como fuese, el caso es que la película en ningún caso se plantea esa especial confraternización con el enemigo, como lo prueba el que un retrato con el oficial nazi presida el rincón de fotos del comedor de la madre. La hija de ambos, sin embargo, le fue sustraída a la madre para mandarla a Alemania para ser educada en un Lebensborn o centro de educación de la savia auténticamente aria del Tercer Reich. Con la caída del Régimen y la división de Alemania, esos jóvenes quedaron en tierra de nadie, y a partir de ahí se inicia la aventura de la reunión entre la hija y la madre. Una aventura con trágicos recovecos que no puedo revelar en modo alguno, aunque lo esté deseando, porque forman parte del atractivo de la película en lo que acaso sea su parte más dramáticamente humana. Ese misterio nos acerca, como dije anteriormente, al trhiller político como género, pero enseguida descubre el espectador que lo que aparece ante sus ojos, por monstruoso que nos pueda parecer, es un drama íntimo, acezante, humano, demasiado humano, que nos sitúa en una suerte de encrucijada moral, y que nos exige, además, una respuesta personal. El guión es lo suficientemente milimétrico como para que nada de lo que se pueda intuir durante el visionado, sea lo que al final sucede, lo cual deja al espectador sumido en el estupor más absoluto.

 Técnicamente, la película es muy notable, porque al narrar los dos tiempos de ambas vidas, se distingue el del pasado mediante un uso del tratamiento del color con un exceso de grano en la textura del fotograma que consigue no solo un efecto de verosimilitud total para crear un registro de  documental, sino también la imprecisión en la identificación de los personajes, de modo que el espectador se interrogue permanentemente por el sentido de esas imágenes y su relación con la narración en tiempo presente. No añadiré más datos sobre la trama porque ha de ser el espectador el que asista a ciertas revelaciones que actúan, al modo de la tragedia griega, de manera catártica. Sí puedo decir, sí debo decir, que la suerte de no conocer a los actores y actrices de la película, salvo el caso de Liv Ullmann, que aparece un poco como florero de la historia, aunque hace que la cinta suba muchos enteros cada vez que aparece en escena, y más hacia el final, consigue que el verismo de la historia sea total. El cuarteto protagonista viven un drama familiar en el que nos vamos introduciendo poco a poco, para que cuando llegue el desenlace o el desvelamiento del misterio, nos quedemos como ellos: estupefactos, con la mirada perdida en el horizonte del mar, devastados por la perplejidad y consumidos por un odio atenuado por un extraño amor. Si a ello unimos la filmación en unos exteriores noruegos que, con estos calores, parecen una invitación a reservar el primer vuelo para el septentrión, todo contribuye a la creación de una película que perdurará en la memoria del espectador, por la necesaria crudeza del tema, porque la película ha de entenderse también como un intento de película-denuncia para que no nos borren la memoria colectiva del horror, ni nos la dulcifiquen hasta banalizarla. La parte “alemana” de la película, rodada en la antigua Alemania del este, recordará La vida de los otros, con la que puede ser comparada sin perder nada en la comparación, y con Bye, Bye, Lenin, porque la sordidez cartesiana de los barrios populares de la Alemania proletaria para la que…. Casi se me escapaban ya hilos de la trama que debo silenciar. Vayan ya a verla, porque un crítico no puede contenerse tanto sin que la retención informativo le pase factura.

4 comentarios:

  1. No vi la cinta, pero debería, porque cae en el campo de mi trabajo, de mi afición, y de mi interés personal en el tema como simple humano... Sobre todo, después de la exigente crítica que haces de ella, Juan. En el fondo, toda película es histórica, porque todo cuanto diga o trate está en los libros, escrito, o, rizando el rizo, se escribirá... Destacaré, en el caso de ésta, el drama que supuso para una generación entera no ya la propia guerra, que también, por supuesto, sino la herencia diseminada en forma de niños desclasificados, auténticos apátridas bastardos que no tenían encaje en parte alguna, estigmatizados por el doble pecado primigenio: haber sido engendrados por la estirpe germana en los vientres colaboracionistas... También entraban en el saco las innumerables violaciones, supongo...

    Un abrazo

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  2. Debes, Javier, debes..., porque es de una sobriedad formal y de una contundencia argumental que a buen seguro que te dejará... no diré complacido, por la atrocidad que se narra, pero sí fuertemente impresionado.Y luego están los paisajes noruegos, claro esta...

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  3. Vi esta interesantísima película el viernes, y coincido plenamente contigo. Es un complejo entramado político y personal que no desvela hasta el final los secretos que encierra. El drama está oculto tras un velo de secretos y podría haber seguido así hasta el final, si no fuera por la intervención de ese abogado que hurga en una herida cerrada en falso. Nada es lo que parece. Al estilo de Ken Follett, por ejemplo, el director va dosificando las pistas que más que aclarar desconciertan. ¿De qué huye la joven en el bosque? Y al final se sabe todo, la terrible verdad: los hijos apátridas, utilizados por un régimen totalitario para mejorar la raza aria; las mujeres desesperadas, obligadas a ejercer funciones innobles; las madres forzadas a separarse de sus hijos... Y las personas, esas hormiguitas insignificantes empeñadas en sobrevivir y ser razonablemente felices con un trabajo, una familia, una vida digna... luchando siempre contra el destino que nos imponen quienes juegan sin piedad en el tablero del mundo controlando todas las piezas y todos los movimientos. Una historia aparentemente pequeña que encierra grandes verdades, algunas muy incómodas. Yo entendí que las dos vidas son la de la usurpadora y la de la fugitiva, aunque la madre es un personaje fundamental. Los paisajes son fantásticos y forman el marco perfecto para una historia dura que merece ser amplimente difundida. La recomiendo, sin duda. Un abrazo.

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    Respuestas
    1. e alegro de que te haya parecido también una excelente película. Los críticos, casi siempre, aquejados del mal del subjetivismo, dudamos de ser capaces de emitir juicios que se acerquen a la objetividad. Ya somos dos. Cuando coincidamos con alguien más, podremos decir que nos asiste la objetividad, esa diosa esquiva...
      Las dos vidas son, en efecto, la que no puede llegar a ser vivida y la impostura, aunque la misma impostora reúne en ella misma ambas, teniendo en cuenta lo decisiva que resulta para que maten a la auténtica. La expresión de haberlo perdido todo lo que le daba sentido a su vida, aunque fuera una falsedad, no se me borra..., pero a todos nos llega la justicia poética, sin duda.
      Gracias por la visita a este apartado rincón.

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