Título original: Schlußakkord - Schlussakkord
Año: 1936
Duración: 100 min.
País: Alemania
Dirección: Douglas Sirk
Guion: Kurt Heuser, Douglas Sirk
Reparto: Willy Birgtel; Lil Dagover; Mmaria Tasnadi Fekete; Maria
Koppemhöffer; Theodor Loos.
Música: Kurt Schroeder
Fotografía: Robert Baberske
(B&W).
Título original: Zu Neuen Ufern
Año: 1937
Duración: 106 min.
País: Alemania
Dirección: Douglas Sirk
Guion: Kurt Heuser, Douglas Sirk. Novela: Lovis Hans Lorenz
Reparto: Zarah Leander; Willy Birgel; Edwin Juergenssen; Carola Höhn; Viktor
Staal; Erich Ziegel; Hilde Von Stolz; Jakob Tiedtke; Robert Dorsay.
Música: Ralph Benatzky
Fotografía: Franz Weihmayr.
Título original: La Habanera
Año: 1937
Duración: 98 min.
País: Alemania
Dirección: Douglas Sirk
Guion: Gerhard Menzel
Reparto: Zarah Leander;
Ferdinand Marian; Karl Martell; Julia Serda; Boris Alekin; Paul Bildt; Edwin
Jürgensen; Carl Kuhlmann; Michael Schulz-Dornburg; Rosita Alcaraz;
Lisa Helwig.
Música: Lothar Brühne
Fotografía: Franz Weihmayr
(B&W).
Dos conmovedores melodramas,
de una madurez anticipada, y una cinta exótica y curiosa: el genio imaginativo
de Douglas Sirk.
La novena
sinfonía, en la que claramente se observa la importancia de los dos
elementos tradicionales del melodrama: el drama y la música, es, junto a La
golondrina cautiva, una muestra clara de la fuerza visual que imprimía
Douglas Sirk a sus películas y que le granjearon, tiempo después, acabada ya la
guerra, un lugar de preeminencia en la industria cinematográfica usamericana,
donde consiguió un estatus de gran director equivalente al de otros exiliados
como Lang o Wilder, por ejemplo. La historia se desarrolla a ambas orillas del
océano Atlántico, en Europa y en Nueva York, y la película arranca con el
descubrimiento terrorífico de un cuerpo helado en un banco de Central Park, el
marido de la protagonista, quien, tras dejar a su hijo en un orfanato, ha huido
del país con su marido, antes de que la policía lo detenga por estafa. La
mujer, una vez muerto el marido, consigue de sus bondadosos vecinos, quienes
incluso le llevan a su habitación la radio en la que suena la retransmisión de
la novena sinfonía de Beethoven que dirige el otro protagonista de la historia
en la Filarmónica de Berlín y cuya casquivana esposa, envuelta en frívolos
amores con un cazafortunas, llega tarde al estreno y no la dejan entrar en la
sala con la obra empezada, a pesar de alegar ser quien es. Cuando la
protagonista decide volver a Alemania para recuperar a su hijo, se da la
casualidad que este ha sido adoptado por el matrimonio en crisis como única
manera de recuperar la estabilidad. Eso sí, mientras que el padre adora a la
criatura y tiene una relación extraordinaria con el hijo, la madre lo abandona
al cuidado de las criada de turno, y sigue con su antigua vida, hasta que su
amante, que ha de salir forzosamente del país, le hace chantaje. La verdadera
madre del hijo va al sanatorio y se encuentra con el hecho consumado de la
adopción. El médico encargado, sin embargo, que ha recibido la petición de una
cuidadora para el niño por parte del músico, acaba concediéndole a la madre el
empleo, pero con la condición de no revelar en ningún momento su vínculo con la
criatura. La conexión entre la nueva niñera y la criatura es tan fácil y
exitosa como entre ella y el padre adoptivo, con quien comparte una afición a
la música que él no puede compartir con su mujer. Y ya tenemos el trío en disputa
actuando desde dentro del hogar del músico y su mujer, quien no tardará en
percatarse de la especial sintonía entre su marido y la nueva niñera, en quien
ve a «la rival» que puede dar al traste con su matrimonio. La sobriedad en la
dirección y en la puesta en escena, y el excelente uso de la música para
subrayar la comunión del director de orquesta y quien acabará revelándose como
la madre de la criatura, para horror de la esposa, quien decide apartarla de su
hijo y expulsarla de la casa, indica por
dónde se desarrollará un melodrama que alcanzará el grado de
tragedia cuando la muerte comparezca y los malentendidos lleven a la madre
biológica de la criatura a tener que responder ante la Justicia. Pero eso ya ha
de verlo el espectador por sí mismo. La parte hermosa de la película es el
descubrimiento de la afinidad y el amor entre la madre verdadera y el músico,
una relación que él parece prohibirse por fidelidad a su vínculo conyugal, pero
que no puede evitar, y menos aún al enterarse del tipo de relaciones que
mantiene su esposa con el gigoló que se presenta en su casa para dejar claro la
falsa posición del marido en tan delicado asunto. Es evidente que hay algo del
viejo folletín en estos amores cruzados con identidades silenciadas que el
espectador conoce y los protagonistas ignoran, pero ello le confiere a la
historia un interés suplementario y permite mantener el interés hasta el
desenlace final. Como otras películas de esta época de Douglas Sirk, es difícil
rastrear en ellas ni siquiera una alusión al ideario del partido nazi
gobernante, y cuando ello aparezca, lo veremos en La Habanera, Sirk, con
esposa judía, dirá adiós a su posición privilegiada en la UFA, dirigida por
Goebbels, y se exiliará a Usamérica, donde fue recibido con los brazos
abiertos.
La
golondrina cautiva, en la que interviene la gran estrella del momento,
Zarah Leander, de origen sueco, sí que puede considerarse como el gran y
genuino melodrama exitoso de Douglas Sirk en su época alemana. La historia, ambientada
en Inglaterra, nos narra la odisea de una cantante de éxito del teatro musical
inglés popular cuyo amante, un tarambana vividor, comete una estafa antes de
partir destinado a Australia. Cuando la policía interroga a la cantante, esta
se declara autora de la falsificación del cheque para librar a su amante de la
condena. Ella, sin embargo, es deportada a Australia donde cumplirá su condena,
aunque está convencida de que su amante, en cuanto se entere, hará lo posible y
lo imposible para sacarla de la cárcel y reunirse de nuevo con ella. Como
tierra de colonos necesitados de mujeres, existe en el penal la costumbre de
confraternizar una jornada con los curiosos que buscan mujer para casarse con
ellas, lo que aprovecha para salir y buscar al oficial que, olvidado de su
antigua amante, que le es tan fiel, se ha prometido con el jefe de la
guarnición militar en la que presta sus servicios.
El modo como
Sirk mueve la cámara por una puesta en escena tan variada, del teatro de
variedades al lujo de la vivienda de la protagonista o de la opresión siniestra
de la cárcel al baile de anuncio de la inminente boda de la «rival», o,
finalmente, la austeridad del rancho de un marido de quien se escapa, amén del vasto
territorio de la colonia son ya una muestra evidente de la potencia visual de
Sirk. Es verdad que los primeros planos de la protagonista y su interpretación en
todos los tramos de la cinta son definitivos para, en su primera colaboración, sentar
las bases de la reputación y la popularidad de la actriz, quien llegó a convertirse
en la más famosa de la UFA. Que el melodrama derive en tragedia es algo que
pocos pueden sospechar, al iniciarse la película, pero en esa deriva radica lo
más interesante de la historia, y en la integridad de la protagonista, cuya
fidelidad al amante se extiende hasta la constatación de la indignidad de por
quien jamás debió de haber hecho su magnánimo gesto.
La Habanera,
por su parte, también con la actriz sueca en el papel protagonista, es, a pesar
de su popularidad, muy distinta, y cae, ya, dentro de una propaganda
gubernamental que no debió de gustarle un pelo a Douglas, pues inmediatamente
después de rodarla se exilió a Usamérica. El exotismo de la película, cuya
historia transcurre en Puerto Rico, aunque la grabación se hizo en varias
localidades de Tenerife, algo que cualquier espectador que haya visitado
Tenerife comprueba enseguida, en cuanto aparece en la lejanía la imponente
presencia del Teide. Ambientada, pues, en el mundo hispánico, la película se
inicia con la representación algo pedestre de una corrida de toros a la que
asisten dos turistas de muy distinta predisposición: una deplora todo lo
relacionado con la isla, la incultura y el salvajismo de la isla, y la otra
está enamorada románticamente de esa vida exótica, la antítesis del
aburrimiento de la muy envarada vida europea. Ese enamoramiento llega al punto
de que, cuando ambas mujeres se embarcan para regresar al continente, la joven,
a quien el «dueño y señor» de la isla le ha tirado oportunamente los tejos
galantes de la tradición española que la deslumbran, abandona el barco y se
reúne con su galán, con quien poco después se casa, algo que a la ama de llaves
y criada sempiterna de la casa del amo no le gusta lo más mínimo. El hechizo,
como es de suponer, no dura eternamente, a pesar del nacimiento del hijo de ambos,
porque el giro de la película nos muestra el lado celoso y posesivo del
propietario de la isla, que tanto choca con la independencia de la que se
presenta como mujer «moderna» frente a las atávicas costumbres del protagonista
y los isleños. La propaganda nazi entra en acción cuando, con motivo de una
epidemia mortal que se declara en la isla, el propietario, que vende la fruta a
las grandes corporaciones usamericanas, no quiere ni que se haga pública, ni
admite que los científicos que se presentan en la isla para combatirla, en una
suerte de giro hacia el thriller político-científico, se adelanten a los
investigadores locales. El científico alemán lleva el encargo de la tía de la
protagonista de «rescatar» a su sobrina de ese mundo para ella «salvaje» y
devolverla a la civilización «superior». El desenlace de la película, por
aquella derivación hacia el thriller de la que hablaba, se acerca más a las películas
de suspense que al melodrama, pero contribuye a captar hasta le final la atención
del espectador. Destaca, así mismo, la aparición, al comienzo de la película,
de la bailarina Rosita Alcaraz, sobre la que no he encontrado ninguna
información que ayude a comprender por qué fue seleccionada para la película y
si hizo otras más para la UFA.
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