domingo, 21 de enero de 2024

«El maestro jardinero», de Paul Schrader o la contención.

 

El peso ominoso del pasado y las segundas oportunidades aprovechadas.

 



Título original: Master Gardener

Año: 2022

Duración: 111 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Paul Schrader

Guion: Paul Schrader

Reparto: Joel Edgerton; Sigourney Weaver; Quintessa Swindell; Esai Morales; Victoria Hill; Eduardo Losan; Rick Cosnett; Amy Le; Erika Ashley; Jared Bankens; Cade Burk; DJames Jones; Matt Mercurio.

Música: Devonte Hynes

Fotografía: Alexander Dynan.

 

          Aunque sigo con atención la excepcional pero discreta carrera de Paul Schrader, circunstancias ajenas a mi deseo me impidieron ver la película en una sala, como me hubiera gustado. Con todo, la imaginación amplía la proyección y, desde la nitidez de la reducida pantalla televisiva, me hace ver la película como si estuviera en mi sala de barrio. De nuevo una situación muy concreta, en la que aparentemente no parece suceder gran cosa, va a dar pie a la aparición de unos sucesos del pasado que explican el presente. Si ello se une a otro pasado que busca la rehabilitación en el presente, nos encontramos con dos historias paralelas de naturaleza diferente, pero que comprometen, ambas, la integridad moral y psicológica de cada uno de los protagonistas.

          De un lado tenemos al jardinero que da título a la historia, un exdelincuente que se ha acogido a la condición de testigo amparado por la Justicia y premiado con una doble vida anónima tras haber ayudado a desarticular un grupo supremacista blanco con raíces nazi en Usamérica. Del otro, la sobrina nieta de una rica mujer a cuyo servicio trabaja el exdelincuente como maestro de aprendices en una institución de jardinería a la que llega dicha sobrina nieta para ser instruida por quien cultiva el jardín exterior y el interior de la rica mujer.

          A medida que va progresando la historia, van cayéndose los velos que la cubrían: la apariencia glacial de normalidad que como el frío protocolo de la diplomacia relaciona a unos personajes con otros. La sobrina nieta es una drogadicta, como lo fue su madre, que busca la rehabilitación en casa de quien la acoge con poco entusiasmo y de mano de quien también esconde secretos de alto voltaje, porque el supremacista blanco ha sido asesino y confidente policial que ha contribuido a la desarticulación del grupo extremista y terrorista del que formaba parte. La rehabilitación del hombre lo ha convertido en un maestro jardinero que, en el momento en que se nos presenta en la película, vive como un monje dedicado a su trabajo y a la redacción de un Manuel de jardinería en el que se vierte su mucha experiencia floricultora. El contexto del encuentro de esas dos «perlas» no es otro que el de la Institución y la celebración de un aniversario institucional que la dueña de la misma pretende que se celebre por todo lo alto, con más bota floral, si cabe, que la celebración anual en la que se exponen los resultados de la escuela.

          A pesar de la aparente morosidad, no tardaremos en descubrir que la enemistad irreconciliable entre la tía abuela y la sobrina nieta se mezcla con la atracción que esta siente por su profesor, a quien intenta seducir, lo que provoca, a su vez, un malentendido, la tía abuela lo ve salir medio desnudo del cuarto de su sobrina nieta y llega a una conclusión iracundocelosa que acabará con la expulsión de su maestro de ceremonias floral. Lo que ella no imagina es que se irán juntos, los dos, para acabar descubriendo él la drogadicción de ella, de la que pretende hacerla salir asistiendo a algo así como a Drogadictos Anónimos, no sin antes habérselas tenido que ver, violentamente, con los camellos maltratadores de la joven, algo para lo que su pasado lo habilita en el peor sentido del concepto, porque, más allá de reparar un daño objetivo, el exdelincuente no quiere apartarse de la paz hallada en el seno de la dedicación horticultora.

          Las películas de Schrader tienen como temas reiterados el de la expiación y la rehabilitación de un pasado que suele extender sus alas malignas sobre los protagonistas desde muy atrás, condicionando su presente de tal manera que ese pasado acabe regresando, siquiera sea parcialmente, para bien y mal de quienes lo han protagonizado. La realización desapasionada y clasicista de Schrader refuerza la visión impasible de una vida que ha encontrado un centro de articulación en la calma de una dedicación profesional con aires de monacato y desapasionamiento, salvo el arrobamiento en la belleza de los ciclos de la naturaleza.

          Es cierto que hay algo de «amaneramiento» en determinados personajes de la historia, un regusto de psicologías atormentadas mil y una vez vistas incluso en las propias películas de Schrader, pero las sólidas interpretaciones del trío protagonista le confiere una entidad a la historia que acaso no es, con todo, lo suficiente como para equipararse a otras realizaciones del autor.


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