viernes, 12 de enero de 2024

«Dos galgos», «El enfermo imaginario» y «Matrimonio por tres», de Detlef Sierck (en quien los expertos habrán reconocido a Douglas Sirk…)

 

Título original: Zwei Windhunde

Año: 1934

Duración: 31 min.

País: Alemania

Dirección: Douglas Sirk

Guion: L.A.C. Müller, Rudo Ritter

Reparto: Fritz Odemar; Hans Herman Schauffus; Mady Rahl; Arthur Schröder-

Música: Max Jarcyk-Jansen

Fotografía: Konstantin Irmen-Tschet (B&W).

 









Título original: Der eingebildete Kranke
Año: 1935

Duración: 36 min.

País: Alemania

Dirección: Douglas Sirk

Guion: L.A.C. Müller, Rudo Ritter. Obra: Molière

Reparto: Erhard Siedel, Marina von Dietmar, Claire Reigbert, Heinz Förster-Ludwig

Música: Hans-Otto Borgmann

Fotografía: Willy Winterstein (B&W).

 

 


Título original:  Dreimal Ehe

Año: 1935

Duración: 17 min.

País: Alemania

Dirección: Douglas Sirk

Guion: Hans Fritz Köllner

Reparto: Harald Paulsen; Elisabeth Lennard; Lore Schützendorf; Hella Graf; Rudolf Schundler.

Música:  Edmund Nick

Fotografía: Willy Winterstein (B&W).

 

Los primeros cortos de Douglas Sirk para la UfA, pocos años antes de exiliarse a Usamérica.

 

          Filmin ha tenido la excelente idea de ofrecer un ciclo —espero que la idea cunda y no sea el último…— de Douglas Sirk con sus inicios cinematográficos, tres cortos y siete películas, una obra hecha durante el régimen nazi, pero en modo alguno, salvo ligeramente una, influido por dicho antipensamiento.  Lo primero que llama la atención es el nombre original de Sirk, Detlef, Sierck, pues como tal aparece en los títulos de crédito. Lo segundo es que sus primeros rodajes, tanto los tres cortos que aquí traigo, como su ópera prima en largo, No empieces nada en abril, pertenecen al género de la comedia, y me atrevería a decir que de la «mejor» comedia, porque los tres cortos iniciales de su carrera —era el modo como la UFA buscaba directores para su todopoderoso imperio cinematográfico— logran arrancar la sonrisa y aun a veces la carcajada del espectador actual. Uno de ellos es la adaptación de un clásico, El enfermo imaginario, de Molière, y los otros dos, Dos galgos y Matrimonio por tres, se ambientan en los años en que se filman, 1934 y 1935. ¡Quién nos iba a decir que la primera orientación del genio del melodrama fue la comedia! Así es, y está claro que modelos de prestigio tenía, como el rey de ella: Ernst Lubitsch. Sirk, sin embargo, va más allá de la imitación, por prestigioso que sea el modelo, y se advierte enseguida el modo como busca su propio lenguaje a través de los encadenados, la posición de la cámara y la fluidez narrativa.

          Dos galgos es una suerte de juguete cómico que, basándose en el juego tradicional de los malentendidos y las suplantaciones de personalidad, nos va a ofrecer una parábola del funcionamiento del capitalismo con tintes tan críticos como divertida es la peripecia de dos contables que se presentan para ocupar un puesto en una empresa y, por caprichos del azar, el segundo que llega cree que el primero es el dueño de la empresa, y el primero cree que es el dueño que ha regresado de almorzar, malentendido que se va a prolongar durante el almuerzo señorial en el que ambos se reconocen, el uno al otro, como empresarios y deciden crear una empresa conjunta. El chivatazo de un cliente que les indica que hay en venta unos terrenos donde va a construirse un hipódromo lleva a que uno de ellos se presente para comprarlo quitándose de las manos a otro comprador, quien le acaba pagando una cantidad sobresaliente para poder quedárselo. El segundo se presenta en una compañía en bancarrota y se ofrece al consejo de administración para sanearla. El tono, la sátira y las perfectas interpretaciones de los dos «galgos recuerdan inmediatamente a Brecht, por la parte alemana, y, desde el presente, una película como El capital, de Costa-Gavras. Con ello vengo a decir que la sátira es ingeniosa, amén de muy divertida. Está claro que las interpretaciones son fantásticas, pero hay secuencias sutiles como el encadenado de la descripción del director de la empresa, que comienza la secretaria y secunda la portera cuando saluda al segundo contable que llega, que perfilan ya unas maneras de hacer que reconoceremos en otras obras del autor.

          Matrimonio por tres, el corto más corto, apenas 19 minutos, frente a la media hora de los otros dos, trata el tema de los celos de un marido que llega a su casa para ser atendido y se encuentra con invitados que no le gustan nada, sobre todo «él», un aficionado a las artes que contrasta con su vida gris de oficinista. A partir de esa entrada, la película tiene un punto de interés notable, porque se adelanta a Rashomon en la técnica de las diferentes versiones de un mismo hecho, que la pareja explica y reexplica ante el abogado al que ha ido la esposa para que le consiga el divorcio de su marido. Las sucesivas versiones de cada uno de ellos, con cambios constantes de vestuario, de acciones, de palabras y de actitudes, tiene un ritmo vivo que logra lo que se pretende: que ningún espectador, a pesar de haber visto la llegada a casa con sus propios ojos, pueda llegar a estar convencido de cuál sea la verdadera escena que ha contemplado. El juego está secundado, de nuevo, por las interpretaciones, pero cuando están ante el abogado surge el último malentendido… El desenlace no deja de ser muy conservador, pero se adecua a la moral de la época, por más que deje insatisfechos a algunos, y sobre todo a algunas, espectadores. Es interesante, el juego cruzado de galanterías para despertar en su mujer los celos que ella ha despertado en él, y también los «signos» de la modernidad. Equivaldría a lo que hoy llamamos una «comedia de situación», la hipérbole del divorcio incluida, por supuesto.

          El enfermo imaginario es una breve adaptación del clásico de Molière y tiene una puesta en escena de época que no escatima ningún detalle para conseguir que los espectadores se sientan cómodos en la época, acepten la representación y desplacen su interés hacia la fantástica interpretación del enfermo a cargo de un actor tan extraordinario como Erhard Siedel, curiosamente, sin biografía destacada en Wikipedia. Sirk sí que debió de quedar impresionado por su trabajo, porque lo escogió para el papel protagonista de su primer largo, No empieces nada en abril, donde contribuye decisivamente a la calidad de la película. Todo el mundo conoce la trama de la obra de Molière, aquí condensada en el intento de muerte aparente del protagonista para que el médico, una vez certificada su muerte, pueda cobrar los dineros que pone a su nombre el enfermo, antes de «resucitarlo». Los dos planos espaciales, arriba, el enfermo; abajo, la hija y su amante, a quien rechaza el padre, tienen mucho de teatral, pero los movimientos de cámara salvan el estatismo de la situación, a lo que se unen las entradas y salidas de los distintos personajes, a quienes incluso se ve fuera del escenario principal. Como buena trama de enredo, la acción progresa en función de los males del paciente, cuya hipocondría, encarnada por Siedl, alcanza una comicidad muy acorde con el propósito de la obra. La ópera prima de Sirk aún se moverá dentro de la comedia, pero no tardará en encontrar otras historias en las que ir forjando su bien ganada fama del rey del melodrama. Eso lo veremos de aquí a pocos días…

No hay comentarios:

Publicar un comentario