Violette, allende el biopic y aquende la biografía. Un acercamiento
objetivo a Violette Leduc.
Título original: Violette
Año:
2013
Duración: 132 min.
País: Francia
Director:Martin
Provost
Guión: Martin Provost, René de Ceccatty, Marc Abdelnour
Música: Hugues Tabar-Nouval
Fotografía: Yves Cape
Reparto: Emmanuelle
Devos, Sandrine
Kiberlain, Catherine
Hiegel, Olivier
Gourmet, Olivier Py, Jacques
Bonaffe, Nathalie
Richard, Stanley Weber, Fabrizio
Rongione
Se acaba de estrenar una película,
Violette, en la que se narran los comienzos de la vida literaria de una autora
considerada “maldita” en el país vecino, Francia, y, por supuesto, fuera de él. Me refiero a Violette
Leduc, escritora posiblemente desconocida para el gran público lector, pero muy
estimada por quienes han tenido la oportunidad de acercarse a una obra que, a
pesar de su marginalidad inicial, logró, con su autobiografía, La bastarda (en excelente edición de
Edhasa, 1984), el siempre deseado éxito de público que le auguraron sus
“descubridores”: Sachs, Beauvoir, Sartre y Genet –que le dedicó Las criadas–, entre otros. Se trata,
pues, como en el caso de Genet de una escritora que escribe desde los márgenes
del gran río de la sociedad, y a cuya
corriente irá incorporándose poco a poco, algo que solo logra conseguir casi al
final de su vida. La película se detiene en el momento de ese triunfo, por lo
que tenemos la posibilidad de contemplar el lado oscuro que precede al éxito en
cierto tipo de autores cuya temática transgresora difícilmente acepta la
sociedad, unida a la expresión de un desgarramiento íntimo que, en el caso de
Leduc, se eleva como una defensa apasionada de ciertas vivencias lesbianas que
ella acierta a expresar con un vigoroso lenguaje tan lírico como contundente y
original. Con todo, su incomparable suerte, por el hecho de haberle caído en
gracia a una de las grandes gurús de la intelectualidad francesa desde los años
40: Simone de Beauvoir, la autora de El
segundo sexo, libro clásico del feminismo, y de un libro de memorias, La ceremonia del adiós, cruel más allá
de toda medida, en que ajusta cuentas con Jean Paul Sartre, con quien formó
peculiar y sólida pareja, le permitió a Leduc acceder a la publicación en una
editorial de prestigio y a una relación privilegiada con la filósofa francesa;
etapa de la vida de ambas en que se detiene morosamente la película, por suerte
para el espectador, porque, aunque el conflicto con su madre, su vivencia de la
homosexualidad y su conflicto estético y sentimental: sentirse la mujer más
horrible del mundo y no haber conseguido nunca la plena reciprocidad amorosa,
tienen un lugar destacadísimo en su obra, la relación entre ambas mujeres nos
permite observar un caso de pigmalionismo exclusivamente femenino y, por ende,
poco usual. Me apresuro a decir que la composición que hace Sandrine Kiberlain
de la figura de la filósofa ya justificaría por sí sola el visionado de la
película. Kiberlain fue la excelente protagonista de una pequeña película
típicamente francesa, al estilo de las de Chabrol “de provincias”, pero sin la
truculencia de los guiones de éste, llamada Mademoiselle Chambon. De aquélla a
ésta, se aprecia un camaleonismo interpretativo que augura futuras sorpresas.
La película de Provost, planteada,
al modo libresco, como relatos organizados alrededor de cada uno de los
personajes de los que marcaron decisivamente la vida de Violette Leduc, logra
recrear los duros tiempos de la posguerra en Francia y presentarnos un París
mínimo, recóndito, casi expresionista, alejado del París glamouroso por el que se desvive, sin embargo, la protagonista,
empeñada en combatir su fealdad con los mejores atavíos de las más caras marcas
de ropa. Es evidente que la actriz Emmanuelle Devos –con otra película en
cartelera, El hijo del otro– no
consigue la verosimilitud que nos permitiría dar nuestro total asentimiento a
la frustración estética de Violette y su padecimiento infinito, porque, en
conjunto, Devos es incapaz de representar, sin la oportuna caracterización de
maquillaje de la que se ha prescindido,
la fealdad que suscita el rechazo social y personal contra el que tuvo
que luchar la escritora durante casi toda su vida. En parte, de ese conflicto
estético se deriva su fuerte espíritu transgresor, pero también la delicadeza
de su prosa lírica y, cuando conviene, eficaz como un bisturí.
Hace poco menos de un año se ha
estrenado un documental sobre la actriz, realizado por Esther Hoffenberg, Pursuit of love, titulada según la
última obra, publicada póstumamente, de Violette Leduc: La
cacería del amor (Ed. Sudamericana), documental que, lamentablemente, no ha
llegado a nuestras pantallas, pero que sería bienvenido para complementar esta
película biográfica; un género en el que últimamente el cine francés parece
haber encontrado una notable fuente de inspiración, como fue el caso de La vie en rose, sobre la Piaf o la no
suficientemente valorada e interesantísima Gainsbourg
(Vida de un héroe), con un intérprete en estado de gracia. En cualquier
caso, y a pesar de su duración, el espectador sensible a las biografías
atormentadas de los grandes escritores o escritoras, encontrará en Violette un
impulso decisivo para acercarse a su siempre estimulante obra narrativa, su
mejor película.
.
Un filme interesante que crece en intensidad tras un comienzo algo desmañado en la vida matrimonial de Violette. Su viaje a París y sus relación con Simone de Beauvoir es excelente. Las dos actrices, Enmanuel Davos y Sandrine Kiberlain, dotan de verosimilitud a ese encuentro en la literatura francesa de postguerra en que Violette es acogida y protegida por la Beauvoir, que murió en 1980, el año en que yo comenzaba mi carrera docente. Me ha interesado asistir a ese mundo literario parisino donde estaban Jean Genet, Sartre, Camus, Beauvoir y no sé si Jean Cocteau, me parece que en un momento lo citan.
ResponderEliminarNo he leído a Violette Leduc así que no puedo juzgarla como escritora, pero lo cierto es que su vida se une a la de muchos artistas atormentados que encuentran en la escritura lenitivo para sus padecimientos anímicos y espirituales. Y entiendo que la fealdad es un lastre tremendo para cualquiera pero especialmente para una mujer en la que se ve esencialmente eso, su fealdad. Ahí tenemos el caso de Sartre, que era especialmente feo físicamente y eso no le impidió tener una relación con una mujer interesante y ser el divo de la gauche divine en los años cincuenta y sesenta en París.
Me atrae la vida desgarrada de Violette, sin duda sus textos proceden de esas tormentas interiores en relación con el mundo exterior.
Un biopic (como se les llama ahora) que se ve con placer y en el que el espectador puede aprender algo más de aquel tiempo. Me ha ayudado a comprender mejor a la Beauvoir a la que tenía por una mujer prepotente y endiosada a tenor de algunos testimonios poco favorecedores que había leído.
Y ese que el cine francés me gusta, aunque mi hija mayor diga siempre que es muy raro, y no me extraña puesto que las últimas películas que hemos visto son algo surreales.
Gracias por la recomendación. Me apresuré a ver la película en cuanto supe que la ibas a comentar.
"La bastarda" creo que merece ser leída, porque no sólo es el nivel documental, una vida, y tan singular como la suya, en aquella época, lo que llama la atención, sino, sobre todo, el hecho de descubrir un estilo muy personal que quizás se manifiesta más rotundo en su obra de creación, pero que en La bastarda permite conocer a la persona más que los propios hechos que narra. Ahora mismo voy a colgar la próxima qiue aparecerá: Las dos caras de enero. De todos modos, no siempre critico lo que me gusta, porque a veces voy a la aventura y no siempre acierto, como esta de Las dos caras de enero,. que me parece muy prescindible.
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