martes, 14 de noviembre de 2023

«Glen o Glenda», «La novia del monstruo» y «Plan 9 del espacio exterior», de Ed Wood o la pasión sin fuego.

Título original: Glen or Glenda

Año: 1953

Duración: 70 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Ed Wood

Guion: Ed Wood

Fotografía: William C. Thompson

Reparto: Bela Lugosi; Ed Wood; Dolores Fuller; Lyle Talbot; Timothy Farrell; Charles Crafts; Tommy Haynes; Conrad Books; George Weiss; Henri Bederski.

 

 







Título original: Bride of the Monster

Año: 1955

Duración: 68 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: Ed Wood

Guion: Ed Wood, Alex Gordon

Música: Frank Worth

Fotografía: Ted Allan, William C. Thompson (B&W)

Reparto: Bela Lugosi; Tor Johnson; Tony McCoy; Loretta King; Harvey B. Dunn; George Becwar; Paul Marco; Don Nagel; Bud Osborne; John Warren; Ann Wilner; Dolores Fuller;

William 'Billy' Benedict; Ben Frommer.

 

 






Título original: Plan 9 from Outer Space

Año: 1959

Duración: 79 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Ed Wood

Guion: Ed Wood

Música Gordon Zahler

Fotografía: William C. Thompson (B&W)

Reparto:  Bela Lugosi; Maila Nurmi; Lyle Talbot; Gregory Walcott; Johnny Duncan;

Mona McKinnon; Tom Keene; Ed Wood; Duke Moore; Carl Anthony; Tor Johnson; Paul Marco; Dudley Manlove; Joanna Lee; John Breckinridge; David De Mering.

         

El travestismo, el terror tradicional y la ciencia-ficción alucinada: tres muestras de un voluntarioso creador sin genio.


                       Injustamente acreditado como «el peor director de la historia del cine», he querido, después de ver la magnificente Ed Wood, de Tim Burton, una muestra selecta del cine de Wood y he recalado en tres películas muy diferentes y muy desiguales en cuanto a su factura técnica y temática que permiten, sin embargo,  emitir un juicio desapasionado y respetuoso sobre la obra de un creador bastante falto de genio, pero no de capacidad para generar proyectos, realizarlos y estrellarse contra la realidad, bien por falta de medios, bien por sus propias limitaciones bien por la indiferencia de distribuidores y, finalmente, del público. Estoy convencido de que si Ed Wood hubiera podido ver la película de Burton, hubiera roto a llorar con lágrimas de agradecimiento y de lucidez, respecto de lo que se puede y se debe hacer en el rodaje de una película, por más que Burton haya dispuesto de unos medios que Wood ni siquiera llegó a imaginar que pudieran existir. Está claro que la imaginación no depende de los medios, sino de la creatividad del autor, y son numerosas las muestras de cine «pobre» con resultados extraordinarios, el cine de Bresson, sin ir más lejos, o no poco del de Godard.

                       La primera, Glen o Glenda, la encuadraríamos hoy en los parámetros del «cine experimental», porque mezcla historia y documental en torno a un tema, el travestismo, muy atrevido en la época, 1953, visto desde una óptica autobiográfica, porque el propio Wood lo era, un travestí, y la película, con explicaciones médicas incluidas, trata de hacer entender que detrás del travestismo no hay ninguna homosexualidad, ni latente ni manifiesta, y mucho menos un afán transexual que implique lo que fue una novedad mundial en 1951: la primera operación de cambio de sexo. La película, con más fortuna que desacierto, indaga en la incomodidad de sus practicantes y en la constante ambigüedad en que se mueven quienes dudan, por ello mismo, de sus propios instintos. En esta película aparece la chaqueta rosa de angora de la novia que se convierte en su máximo objeto de deseo. Travestirse, en el caso de Wood, potencia su creatividad, por eso su interpretación en Glen o Glenda alcanza altas cotas de realismo. Punto y aparte merecen algunas escenas oníricas de carácter sexual muy bien resueltas, dentro de las limitaciones propias de sus medios, que fueron en declive hacia el final de su carrera, cuando ya el alcohol hacía mella en un organismo baqueteado como el suyo.

                         La novia del monstruo significó su primera colaboración con Bela Lugosi, el actor-fetiche que usó como reclamo para convencer a los productores del éxito que supondría rodar con semejante aval; pero para cuando Wood y Lugosi se encuentran, los tiempos de la gloria de este quedan muy lejos y el viejo actor se ha vuelto morfinómano, una adicción que amenaza con poner punto final a su vida. En esta película aún está, como se suele decir, de muy bien ver, y su papel de científico loco, auxiliado por un gigantón mudo al que trata a golpes y latigazos, cae dentro de los esquemas genéricos del terror antiguo y eficaz. Aislado en una mansión aparentemente deshabitada, y protegido por un foso donde habita un pulpo gigante que devora cuantas piezas lo importunan, será una periodista quien tome la iniciativa de descubrir el misterio de la supuesta casa encantada, secundada por su novio policía, Tan torpón que de poca ayuda le sirve cuando ambos caen prisioneros del científico loco. La rebelión del monstruo, sin embargo, va a dar pie a unas trepidantes escenas en el laboratorio y en los alrededores de la mansión que no desmerecen en absoluto de los estándares de muchas otras obras del género en esos años. Se trata de un tipo de películas que se ha de ver con la mayor ingenuidad infantil posible, porque solo desde ella podemos apreciar los extraordinarios recursos de malvado que despliega Lugosi ante nuestros ojos atónitos: las miradas, la voz, los movimientos hechizadores de las manos…¡un festival del mejor cine que acunó nuestras pesadillas infantiles!

                   La tercera, Plan 9 del espacio exterior, introducida por un vidente de la época, Criswell, que gozó de cierta fama en ambientes próximos a ciertas estrellas de Hollywood, como Mae West o Vampira, especializado en profecías de muy dudoso cumplimiento, quien insistió en sus capacidades hasta asentarse en prensa, radio e incluso televisión, en la película de Wood anuncia como un hecho que alienígenas venidos del espacio buscan resucitar a los muertos para crear un ejército indestructible con el que dominar el mundo. A partir de ahí, comienza un disparate con una puesta en escena auténticamente cochambrosa que, vista con los ojos benevolentes del espíritu paródico que no tiene la película, permite pasar un rato bastante divertido. La entronización de lo cutre, llevada a los efectos especiales de las chapas o botones que hacen de naves espaciales, sí que pueden optar por méritos propios al galardón de la peor película del mundo, y lo mismo puede decirse de la cabina del avión y del interior de la nave, así como de la indumentaria de los alienígenas, en particular. Las apariciones supuestamente fantasmagóricas de Lugosi y de Vampira, una celebridad friqui de la época, Maila Nurmi, se desdibujan totalmente en medio del caos narrativo que no atiende a lógica ninguna. Lo curioso del caso es que David g. Smith y Mark W. Knowles vieron en esta película un estupendo argumento para la creación de un musical que llevaron a las tablas con notable éxito: añadieron canciones y coreografías y respetaron al máximo la estética cutre de Wood, lo cual no deja de ser un homenaje indirecto al incansable creador sin aliento creativo que fue Ed Wood.

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