Entiendo que «primicia»:
Un modesto peliculón soberbio que, a causa del macartismo, obligó a los productores a camuflar su distribución en Usamérica
para evitar que fuera boicoteado: Losey o el cine por de dentro, con rastros autobiográficos.
Título original: The
Intimate Stranger
Año: 1956
Duración: 95 min.
País: Reino Unido
Dirección: Joseph Losey,
Alec C. Snowden
Guion: Howard Koch
Música: Trevor Duncan
Fotografía: Gerald Gibbs (B&W)
Reparto: Richard Basehart, Mary Murphy, Constance Cummings, Roger
Livesey, Faith Brook, Mervyn Johns, Vernon Greeves, André Mikhelson, David
Lodge, Basil Dignam, Grace Denbigh Russell.
¡Lo que es ver sin prejuicios!
Me puse esta cinta en la cinta de correr y advertí que la dirigía un tal Snowden.
Acabé de verla y lo primero que me dije fue: ¡pero quién demonios es este
Snowden que hasta ahora no había sabido nada de él! Llegué a casa y resolví el misterio, ese aka
tan curioso que llevo a los productores a cambiar el título de la película y el
nombre del director, un represaliado del macartismo, para evitar que boicotearan
la película en Usamérica. Que en FilmAffinity tenga solo una crítica me
ha hecho pensar que acaso esta película sea desconocida, como lo era para mí,
para muchos seguidores de Losey, un director extraordinario del que ya he
criticado algunas películas suyas en este Ojo. Tengo, así pues, el placer
de presentar a los aficionados una
película que, sin ser una obra maestra, tiene una calidad que la alza muy por
encima de la media. Contemos que trabaja con menos medios, pero les saca un
partido tal que convierte esta película en una obra dignísima de ver, y con una
estética de cine negro de lujo que transpira por todos sus fotogramas. Si
además la trama gira en torno al mundo del cine, porque toma como protagonista
un montador que acaba huyendo, por problemas amorosos, de Usamérica, y se instala
como productor ejecutivo en los estudios de un magnate con cuya hija, además se
ha casado, advertiremos que, de forma figurada, Losey cuenta indirectamente
algunas circunstancias de su propia vida, lo que añade espesor al protagonista.
La historia se
cuenta mediante un largo flash-back que se inicia en la consulta de un doctor,
al que el protagonista ha ido a ver porque cree padecer un serio trastorno, y
busca determinar si es físico o mental. Es el caso que lleva tiempo recibiendo inquietantes
cartas de una extraña y supuesta amante a quien él de ninguna de las maneras
recuerda, si bien en ninguna carta se le hace ningún tipo de chantaje económico.
El protagonista se debate, entonces. En la duda de si hay algunos hechos de su
pasado que, habiendo sido responsable de ellos, haya podido olvidarlos
radicalmente y no recordar que hayan existido.
La trama
profesional se complica por el hecho de que el productor intenta sacar adelante
una película en la que el jefe de los estudios, su suegro, no cree de ninguna
de las maneras, y para la cual su yerno ha contratado a una actriz usamericana
de quien fue, en tiempos, amante, y quien accede a participar en el proyecto
más con la esperanza de recuperar al antiguo amante que por su propia carrera artística.
La
trama de las cartas, que pone en peligro el feliz matrimonio del productor, se
complica cuando ambos esposos van a Newcastle, el lugar de donde remitieron la última
carta y allí es donde aparece la supuesta chantajista, una aspirante a actriz
bellísima y escultural, Mary Murphy, quien es capaz de convencer a la mujer del
protagonista de que, en efecto, es su amante, como lo «prueba» un retrato
dedicado que el protagonista, en un gesto inconsciente, esconde en un cajón de
la cómoda. Es muy notable la habilidad del guion para dejar en suspenso el crédito
que los espectadores pueden otorgar a los relatos antitéticos de los supuestos
dos amantes, y más aún quedan
confundidos cuando, en una noche de calles desnudas él se inclina a besarla…
Posteriormente, una vez que salen de la comisaría donde la interrogan tras la denuncia
del productor, con el mismo resultado
que ya tenían los espectadores, la perplejidad, el matrimonio del protagonista
no solo va camino de hundirse en picado, sino que, dada esa circunstancia
familiar, el suegro decide anular el rodaje de la película y despedir a su
yerno, quien recoge de su mesa el guion de dicha película, Eclipse, que
hasta en esos detalles se ve la buena
mano de un guionista, Howard Koch, quien también hubo de firmar con seudónimo,
Peter Howard. Volvemos del flash back en la consulta a tiempo para
asistir «en directo» al desenlace de la película en uno de los sets de rodaje
de los estudios en los que transcurre buena parte de la película. Está claro
que ciertos planos teniendo como puesta en escena los decorados de otras
películas crea siempre una atmósfera estupenda, llena de vida mostrándose
crudamente en el escenario de las ficciones; pero hasta aquí acompaña el
crítico a los espectadores, porque de lo que se trata es de que vean por sí
mismos esta pequeña joyita olvidada, que encontrarán en Youtube con total
facilidad. Allí podrán admirar la solidez interpretativa de un
«segundón» de tanta categoría como Richard Basehart, a quien
mis ojos infantiles siempre asociarán con el comandante del submarino Seaway
en la serie de televisión Viaje al fondo del mar. Ahora, además de la
solidez de su figura cinematográfica, es todo un placer oír su dicción, la
belleza de un inglés que la patrona de la pensión donde se aloja la femme
fatale reconoce enseguida como de origen usamericano, por cierto. No estamos
ante Cautivos del mal, de
Mankiewicz, ciertamente, pero sí ante una película que ha sabido extraer buenas
lecciones de aquella tragedia inmensa y espectacular.
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