Una variación inteligente y atractiva de la usualmente insulsa comedia sentimental: el despertar de los sentidos; el sentido de un «despertar».
Título original: Paris Can
Wait
Año: 2016
Duración: 92 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Eleanor Coppola
Guion: Eleanor Coppola
Música: Laura Karpman
Fotografía: Crystel Fournier
Reparto Diane Lane, Alec
Baldwin, Arnaud Viard, Elise Tielrooy, Linda Gegusch, Élodie Navarre, Cédric
Monnet.
La curiosidad sobre
lo que podría haber rodado la mujer de Francis Ford Coppola nos llevó a mi
Conjunta y a mí, de común acuerdo, a darle una oportunidad a lo que, por el tráiler,
no parecía ir más allá de una comedia romántica más. Tuvimos suerte. Eleanor
Coppola conoció a su marido en el rodaje de la primera película de quien aún
firmaba como Francisc Coppola, Dementia
13, producida por Roger Corman. A partir de entonces, orientó su pasión
cinematográfica hacia el documental, uno de los cuales, sobre el rodaje de Apocalypse
now, ha sido muy reconocido. Ha tardado tanto en dar el salto al rodaje de
un largo que incluso la hija de ambos, Sofia, ha consolidado una carrera como
directora, a partir de su debut con Las
vírgenes suicidas. Dice mi Conjunta haber leído que la trama de esta película
tiene una base autobiográfica, y no me extrañaría que así sea, porque está claro
que la «subordinación» tradicional de la «gran» mujer que hay siempre «detrás»
del gran hombre se cumple a la perfección en el caso de la protagonista, interpretado
por una actriz, Diane Lane, a quien vimos hace muy poco en la graciosa Un pequeño
romance, de George Roy Hill, donde está encantadora a sus catorce años, y
quien luego fue habitual en las películas del Francis. La protagonista está
casada con un productor que vive colgado del teléfono, pero que no puede dar un
paso sin la ayuda de su mujer. Están a punto de ir de Cannes a Budapest, pero
un repentino e insoportable dolor de oídos desaconseja que haga el vuelo, si no
quiere volverse loca de dolor. El coproductor del marido se ofrece, entonces, a
llevarla a París en su viejo descapotable. ¿Se adivina el desarrollo? En
efecto, si tenemos en cuenta el título, ya tenemos gran trecho de la trama
descubierto, pero… Y tras ese pero es cuando se inicia el planteamiento
original de lo que, en efecto, ha de ser considerado como comedia sentimental,
aunque más propio sería decir turístico-gastronómica, porque el famoso viaje a
París, desde Cannes, se va a convertir en una larga excursión de dos días en
los que el productor francés va a ir sorprendiendo, pausadamente, a la mujer de
su amigo y colega, con unas propuestas que mezclan no solo el turismo, como
digo, sino la gastronomía, el arte y, sobre todo, la «terapia» psicoanalítica
desde el nivel cero de la conversación que, taimadamente, por parte del
productor, se lleva hacia el terreno de las confidencias. Ciertos elementos de
la trama introducen algún elemento de leve tensión, como el hecho de usar la
tarjeta de crédito de ella, porque a él le han robado las suyas, o alguna
llamada que ella sorprende en la que él pide un adelanto a alguien, lo cual
deja perplejos, también, a los espectadores.
Está claro que
una película así ha de fiarse a la solvencia de los actores, y ese es el punto
fuerte de la película. La mujer preterida y el galán atento y cortés pero jamás
empalagoso, y en ningún caso un adonis…, funcionan a la perfección, es decir,
con total verosimilitud, con dos actores como Arnaud Viard y Diane Lane. La
breve aparición de Alec Baldwin sirve para plantear la relación de subordinación
de la abnegada, pero cansada, esposa, y abre a la imaginación de los espectadores
la necesidad de un desquite con el galán que se ofrece a llevarla a París, un
viaje que es metáfora del viaje de la vida, como no podía ser de otro modo. Y
en ese viaje simbólico que tanto dura, la mujer vivirá una epifanía de los
sentidos que le revela ese otro lado de la vida, muy distinto del de la casi
negación de los mismos que suponen ciertos hábitos austeros y de origen calvinistas
que chocan con la sensualidad mediterránea y el gozo de vivir que encarna el
amigo francés de la pareja. El hecho de que el marido de ella reciba la noticia
de que, para un trayecto tan relativamente corto, hagan noche en el camino,
añade, como es lógico, el fantasma de los celos relativos como un ingrediente
de la posible transgresión.
Dada esa índole
turística y la condición social de los personajes, la película se centra en lo
exquisito, a todos los niveles, y parte de ese «encanto» son las referencias intercaladas
a ciertas obras de arte que ambos viajeros «reinterpretan» durante el viaje,
como La comida campestre, de Renoir. Todo ello le da a la película un aire
inconfundible de reportaje turístico sobre cuya amenidad no cabe discusión
posible. Desde un museo de telas, hasta un acueducto romano, pasando por la meta
de un circo también romano o la iglesia catedral donde ella recuerda la pérdida
del primer hijo, en una sentida escena, la película discurre por el paisaje con
un sentido del tiempo y del progreso de la relación afectiva entre ambos
personajes muy sólida, lo que permite construir, con sus momentos cómicos, una
película muy agradable de ver, porque Eleanor Coppola consigue trasmitir,
gracias a tan dotados intérpretes, la sutileza de una relación que se va
estrechando por sus pasos contados.
Nos ha
recordado El viaje, de Michael Winterbottom con un inspiradísimo Steve
Coogan, quien tanto brilló en la película Stan &Ollie, de Jon S.
Baird, cuyo éxito forzó el rodaje de varias secuelas. En esta ocasión no sé yo
si la película podría incluirse en el llamado género del gastro-cine, porque conviene
atender prioritariamente a la transformación de la mujer, quien descubre que,
extramuros la tradicional y rígida división de roles en el matrimonio con su
marido, hay una vida llena de descubrimientos, placeres y sensaciones que se
está perdiendo y a los que ¿por qué no ha de tener ella derecho, ahora, además,
que su hija ha «volado» del nido? Si alguien quiere pasar un rato entretenido y
divertido, esta película, que no aspira a pasar a ninguna historia
trascendental del séptimo arte, tiene los suficientes ingredientes como para
que no se arrepiente de haberla escogido. ¡Que disfruten de ella!
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