Una distorsión
biográfica en un marco estilizado: la traición a lo real para realzar la posible
fuente de la imaginación.
Título original: Emily
Año: 2022
Duración: 130 min.
País: Reino Unido
Dirección: Frances O'Connor
Guion: Frances O'Connor
Reparto: Emma Mackey; Adrian
Dunbar; Oliver Jackson-Cohen; Gemma Jones; Fionn Whitehead; Alexandra Dowling; Amelia
Gething; Sacha Parkinson; Philip Desmeules; Gerald Lepkowski; Elijah Wolf; Veronica
Roberts; Cara Foley; Paul Warriner; Emma Harbour.
Música: Abel Korzeniowski
Fotografía: Nanu Segal.
La familia
Brontë ha sido objeto de copiosa atención crítica y, por supuesto,
cinematográfica y literaria. No hay más que pensar en las múltiples adaptaciones
cinematográficas de Cumbres borrascosas, entre las que destaca, por
mucho, Abismos de pasión, de Luis Buñuel, o en la novela de Jean Rhys, El
ancho mar de los sargazos, que se presenta como una precuela de Jane
Eyre, por ejemplo. El debut en la dirección de Frances O’Connor, a quien no
recordaba —¡cómo nos va abandonando la memoria…!— como la madre de I.A. de
Spielberg, se ha centrado en una de las tres hermanas escritoras, Emily,
ubicada en el orden de los hijos entre Charlotte, la mayor y Anne, la menor. El
hermano, Branwell, nació entre Emily y Anne, y era, hasta su desvarío, el
preferido del padre, si bien luego celebró los éxitos literarios de sus hijas, y
muy especialmente el de Charlotte, la más emprendedora de todas.
La película,
rodada en los escenarios propios de la vida de la familia, intenta mostrarnos
los entresijos de una vida familiar en la que la ausencia de la madre es determinante,
así como la no mencionada ausencia de las dos hijas mayores, María y Elizabeth,
que mueren de tuberculosis prematuramente, enfermedad que será la causante de
otras muertes en una familia en la que todos, salvo el padre, mueren a edades tempranas,
Emily incluida.
Emily destaca, sobre todo, por ser una mujer introvertida, poco amiga de relaciones sociales, con una gran imaginación y una especial sensibilidad. La colaboración literaria entre los cuatro hermanos vivos nace como un juego en el que crean mundos fabulosos: Glass Town, Gondal y Angria, escritos en cuadernos diminutos, al tiempo que las tres hermanas escriben sus poemas, que, finalmente, publicarán con sus pseudónimos masculinos: Currer, Ellis y Acton Bells, nombre con el que aparece la primera edición de Cumbres borrascosas, a diferencia de lo que se refleja en la película. Pero esta no será, lamentablemente, la mayor de las licencias e infidelidades que nos brinda la historia. Entiendo bien la compulsión de crear una heroína romántica cuyos terribles amores malditos encandilen a las mujeres y hombres de nuestro tiempo, pero tengo para mí que un retrato más fiel a la época y a la austeridad emocional y social de que hizo gala Emily durante su corta vida, una contención que nada tenía que ver con su experiencia de la naturaleza y su atormentada psicología, hubieran beneficiado más a la película. Hay escenas propiamente «impensables» para la época, y de ello se resiente la película. A ese respecto, ¡cuánto más próxima a la realidad fue la versión fílmica de Terence Davies de la vida de la otra Emily, Dickinson, Historia de una pasión!, que guarda no pocas afinidades biográficas con la vida de Emily Brontë.
La película de
O’Connor se ve con agrado e interés, porque presenta una puesta en escena que
permite a los espectadores «empaparse» de los escenarios reales donde
transcurrió la vida de la protagonista, Haworth, en Yorkshire, donde el padre
trabajaba como párroco. En la película, por cierto, no se explicita, pero el
padre tenía una muy sólida formación, que incluyó su paso por la universidad de
Cambridge. Sin duda, las inclinaciones de sus hijos habrían tenido en esa
formación un primer impulso, además del aprendizaje que supone criarse junto a una
persona tan ilustrada.
La aparición
de un ayudante del padre, William Weightman, hacia quien dirigen sus ojos las
tres hermanas, va a desencadenar, en la película una historia de amor
apasionado que marcará para siempre la vida de la protagonista, por más que sea
una suposición atrevida, no un hecho probado, dado que, además, el aspirante a
párroco se interesó, al parecer, por Anne, la hermana menor de Emily. Lo cierto es que se trata de un amor
romántico y trágico, con una sexualidad explícita totalmente inverosímil, pero,
entre esa «liberación» y el consumo de opio, descubierto accidentalmente, se
nos ofrece la estampa de una mujer rebelde que parece desafiar a su tiempo
desde una posición de «empoderamiento» totalmente anacrónica. Emily, a
diferencia de sus hermanas, que llegaron a ser profesoras, prefirió vivir en la
casa familiar y convertirse en algo así como la administradora. Lo cierto es
que de su novela, Cumbres borrascosas, pasa a la biografía un episodio muy bien rodado: la observación fisgona de
la vida cotidiana de unos vecinos cuya intimidad desafían. En la película, sin
embargo, se resuelve con una elipsis lo que en la novela se presenta como
realidad: que el terrible perro da caza a la protagonista de la novela, mordedura
incluida. La biografía se abstiene, sin embargo, de reproducir el episodio real
en que Emily se cauteriza con un hierro candente la mordedura de su propio
perro, lo que da idea del temple de la escritora.
Quizá lo más
interesante de la novela sea el mundo de rivalidades en que viven los cuatro
hermanos, aunque se dibuja un enfrentamiento celoso entre Charlotte y Emily que
no me parece tampoco, sin ser un experto en la biografía de la familia, que
responda demasiado a la realidad. De hecho, es Charlotte, a la muerte de Emily,
quien promueve la segunda edición de la novela.
Las interpretaciones
se ajustan notablemente a los personajes, pero discrepo de muchas otras críticas
en el acierto de la protagonista, Emma Mackey, porque, a mi entender,
sobreactúa gratuitamente la mayor parte del tiempo. No sucede así, sin embargo,
en dos momentos muy distintos de la historia, pero ambos resueltos
excepcionalmente: la sesión espiritista a través de la máscara que perteneció a
la madre, una secuencia que me parece lo mejor de la película, y la despedida,
sábana de por medio, entre Emily y su hermano, llena de un lirismo que se ve
acentuado por la profundidad del paisaje en la que se inserta.
En conjunto,
tanto la cuidadísima fotografía, como los bellos lugares escogidos para la
filmación, son alicientes que invitan a recrear cómo fue la vida humilde de una
familia cuyo cabeza tenía unos ingresos muy limitados, y nos permite descubrir
ese pequeño mundo de relaciones fraternales tan complejo como atractivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario