Un guion modélico de Aldous Huxley para una fina trama psicológica.
Título original: A Woman's
Vengeance
Año: 1948
Duración: 96 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Zoltan Korda
Guion: Aldous Huxley.
Relato: Aldous Huxley
Reparto: Charles Boyer; Ann Blyth; Jessica Tandy; Cedric Hardwicke; Mildred
Natwick;
Cecil Humphreys; Hugh French; Rachel Kempson; Valerie Cardew.
Música: Miklós Rózsa
Fotografía: Russell Metty
(B&W).
El hermano
mediano de los Korda, Alexander y Vincent, es reconocido como gran director de
películas de aventuras, Las cuatro plumas y El libro de la selva,
por ejemplo, de ahí que sorprenda mucho verlo en menesteres de delicadeza psicológica
como la de esta historia original de Aldous Huxley que él mismo adaptó como
guion para la gran pantalla, habiendo sido antes adaptada al teatro, algo que
se advierte en las muy numerosas secuencias de interior que hay en la película.
Si hablamos de Huxley, hemos de tener presente el potencial narrativo de este
autor británico tan interesado en todo lo psicológico, o espiritual y aun lo
metafísico, además de su intensa dedicación a las drogas alucinógenas y su interés
en la espiritualidad oriental. A partir de uno de sus cuentos, La sonrisa de
Gioconda, Huxley va a indagar en la pérfida psicología de algunas mujeres y en
cómo determinadas circunstancias ajenas al protagonista, acabarán poniéndolo en
el mayor de los riesgos imaginables: perder la vida.
En un ambiente
de alta sociedad, un hombre de exquisita cultura y gran sensibilidad artística
visita a una amiga suya que coqueteó con él, pero fue incapaz de derivar hacia
ella la galante atención de un hombre
que la ve, ciertamente, como una «amistad» y en modo alguno como una tentación
erótica, de lo que ella se resiente. Que Charles Boyer sea el amigo, tras el crédito
internacional que le valió Luz que agoniza, de Georges Cukor, es el mejor
de los contextos para darnos por enterados de cuál es la situación de partida,
aunque la elección de Boyer cumple la función, paradójicamente, de frustrar las
expectativas de los espectadores. Ella es íntima amiga de la mujer de él, quien
está postrada por la enfermedad, más imaginaria que real, y se deja cortejar
por galanes que la consuelan de la distancia que el marido pone respecto de
ella y de su enfermedad histérica; distancia que acaba revelándose como el recurso más
tradicional imaginado: una amante joven a la que tiene engatusada con su labia,
con sus maneras y con la firme promesa de convertirla en su mujer en cuanto su
mujer actual dé un paso fatal hacia el armario de pino del que ya no se sale. A la
amiga la interpreta una estilizadísima, tan elegante como bella, Jessica Tandy,
a quien la fama le llegó de muy mayor, con Paseando a Miss Daisy, de
Bruce Beresford. Ello ocurre, cierto, pero también que el amante de la enferma
ha descubierto al marido en la grata compañía de la amante, lo que le brinda la
oportunidad de chantajearlo por bastante más dinero del que la mujer, antes de
morir, estaba dispuesta a entregarle en agradecimiento por su compañía.
La muerte de
la mujer, un día en que la enfermera había salido, provoca un viaje del marido
del que vuelve a una casa que se está vaciando, porque es voluntad del viudo
trasladarse a Europa. Su amiga lo visita en una casa prácticamente desolada, en
una fiera noche de tormenta que impresiona más allá de las altas cristaleras
del salón donde tiene la entrevista entre los amigos. A punto de irse, aparece
la amante del protagonista, quien se la presenta a su amiga como su mujer, con
quien acaba de casarse súbitamente, antes de partir de viaje a Europa. El shock
de la amiga, que mil veces había pensado que su amiga enferma era el único
obstáculo que había entre ella y él, que con tanto afecto y cortesía la ha
tratado, siempre es escondido bajo una tonelada del savoir faire británico que
encaja una puñalada en el pecho con la más dulce de las cortesías y los
parabienes a la nueva pareja. A lo largo de esa entrevista, ella ha dado a
entender que por fin había caído el muro que los separaba a ambos, pero la
extrañeza de él la lleva a refrenar las ansias de confidencialidad y la recata
en una prudencia que la proteja. El espectador lo entiende casi todo, el
protagonista no entiende nada de nada, porque el contraste entre una exuberante
jovencita de 20 años, Ann Blyth, magnífica en su papel de casada que se deja
convencer por la sospecha que enseguida aparece de que su marido bien pudiera
haber sido el asesino de su primera mujer, y una mujer hermosa y madura, en lo
mejor de su treintena larga, no tiene color para el protagonista. Una cosa es
la amistad intelectual y artística y otra, muy distinta, la pasión erótica. La
amiga vive la primera con la intensidad de la segunda, pero él distingue ambas
y busca para cada una de ellas la mejor compañía…
Por la
sinopsis ya todos los lectores habrán intuido que, en efecto, el marido es
llevado a juicio y que no solo es incapaz de defenderse, sino que acaba siendo
condenado a muerte.
La intercesión
de un doctor próximo a ambos amigos va a generar un relato que añadirá el giro
de tensión y suspense que la historia ha ido gestando poco a poco: a través del
juicio y a través de las reacciones de todas las mujeres involucradas en el
caso, incluida la enfermera a quien se dio el día libre, y cuya resolución habrá
de esperar hasta la secuencia final.
La dirección
de Zoltan Korda, ajustadísima al denso contenido psicológico de la película se
recrea en muchos primeros planos de alta expresividad, así como en secuencias
tan formidables como la de la tormenta cuando su amiga está a punto de hacerle
una confesión que, con enorme cautela, refrena en su boca, lo cual agradece
cuando recibe el revés del ya consumado matrimonio del viudo con una joven
demasiado joven, que es lo que todo el mundo a su alrededor piensa de él. La
amiga, no obstante, es capaz de superar su despecho acercándose a la nueva mujer y
ofreciéndose a «acompañarla» en los primeros compases de su nuevo estado. Pensemos,
para complicar aún más la situación, que la joven mujer ha quedado embarazada y
vuelven a Inglaterra para tener el hijo, justo cuando él es acusado del
asesinato de su anterior esposa.
Los diálogos brillan
a la gran altura literaria característica de un escritor como Huxley, autor de Contrapunto,
Un mundo feliz, Ciego en Gaza o La isla, entre otras. Lo
mejor del refinado espíritu británico para unos personajes con los que la
literatura y el cine nos han familiarizado desde hace mucho.
No es una
película demasiado conocida, pero entretendrá e interesará a cuantos amantes
del cine británico frecuentan las pantallas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario