Melodrama
político de desquite contra la censura y el nacionalismo imperial.
Título original: Waga
seishun ni kuinashi.
Año: 1946:
Duración: 108 min.
País: Japón:
Dirección: Akira Kurosawa
Guion: Eijiro Hisaito, Akira
Kurosawa, Keiji Matsuzaki
Reparto: Setsuko Hara; Susumu
Fujita; Denjirô Ôkôchi; Haruko Sugimura; Eiko Miyoshi;
Kokuten Kôdô; Akitake Kôno.
Música: Tadashi Hattori
Fotografía: Asakazu Nakai
(B&W).
Vaya por
delante que, como señala algún crítico informado, la verdadera traducción ha de
ser «No te arrepientas de tu juventud», que se corresponde con el constante recordatorio
que el personaje central de la historia, Noge, le hace a la soñadora, inconsciente
y desorientada protagonista, hija privilegiada de un catedrático de universidad
que, tras la invasión de Manchuria por parte de Japón, será expulsado de su
cátedra, acusado de deslealtad al gobierno y al Emperador. La hija coquetea con
dos de sus estudiantes, los cuales representan dos personalidades con
diferencias muy marcadas. Uno de ellos es intrépido y revolucionario; el otro,
conformista y apocado. La joven inconsciente usa a uno frente al otro, pero
pronto su verdadero drama será que de quien está enamorada no le hará ni caso,
porque prefiere la lucha política, y no tardará en ser arrestado y encarcelado,
tras promover el movimiento de resistencia a la censura que se instala en todas
las universidades del país, al tiempo que crece la propaganda fascista que no
solo alimentará una lucha colonial en Manchuria, sino que acabará formando
parte del Eje, con Alemania e Italia, en la Segunda Guerra Mundial.
Después de
haber visto la protagonista cómo fracasaba su acercamiento a Noge, y tras
percatarse de que el otro amigo, Itokawa, con quien pretende poner celoso a
Noge es tan servil como para hacer caso de sus órdenes sin plantearse siquiera
la indignidad de acatarlas, según cuáles sean, la joven entra en crisis y
decide independizarse, trasladarse a Tokyo y buscar trabajo. La imagen de
Itokawa arrodillándose ante ella y pidiéndole perdón por nada, con una toma en
picado de la mirada de Yukie, la heroína, llena de horror y asco, tiene un
valor determinante, del mismo modo que antes lo tuvo la sucesión de imágenes de
la protagonista en su cuarto, junto a la puerta, llorando por la despedida fría
de su no amante.
Itokawa le revela
a Yukie que Noge tiene una oficina en Tokyo. Y las imágenes de la joven
paseando ante el portal del edificio, en diferentes meses, con diferente
vestuario, tradicional, occidental, con paraguas bajo la lluvia, con sol, etc.,
preludia un encuentro en el que él, por el riesgo que entraña su trabajo,
estamos en plena Guerra Mundial, le dice que no puede comprometerse a nada ni con nadie. La
protagonista ve en esa unión incondicional y sin preguntas un modo de dar
respuesta a la búsqueda de un sentido para su vida. Y, en efecto, no tarda en
ser detenido, y ella detrás de él. Esas secuencias de los interrogatorios en la
cárcel son magníficas, incluyendo cómo la prisionera, que no ha abierto los
labios, se deja caer, demacrada y extenuada por una escalera para poner fin a
su vida. Finalmente, es liberada, por no poder presentar cargos contra ella y,
de vuelta a su casa, una vez conocida la muerte en la prisión de su marido, toma
la decisión de ir a ver a los padres de Noge, quienes lo rechazaron por su
compromiso político, dos campesinos pobrísimos ante quienes se presenta como
compañía y fuerza de trabajo.
La parte del
pueblo es un punto y aparte en la película, porque se cambia el ambiente
cosmopolita y occidentalizado de la capital por la vida miserable del plantador
de arroz, unas magníficas secuencias dignas del cine soviético y del
neorrealismo italiano, cine por el que Kurosawa debió de sentir cierta
debilidad, porque aún recuerdo las escenas de vida nocturna de Ikiru («Vivir»)
en la que había ecos fehacientes de La dolce vita, de Fellini. Acusada
la familia de haber tenido un traidor en la familia, el acoso, el desprecio y
la marginación que sufren por parte de los vecinos, va a suponer un cambio
radical de vida para la joven mimada, hija del catedrático, quien desciende
socialmente hasta la pobreza y la enfermedad para salir adelante en el más
hostil de los medios. Y ahí Kurosawa logra planos extraordinarios: los arbustos
que se ríen a su paso, el calvario con la carga a cuestas, la fiebre de por
medio…, su campo de arroz plantado, destrozado por los vecinos…
¿Qué cambia
con la paz? Lo que le dijo Noge cuando aceptó vivir con ella: que solo pasados
diez años se comprenderían sus esfuerzos en pro de la paz, algo que, finalmente, le es dado conocer a la mujer y, por supuesto, a su nueva familia, la de su
marido. La mezcla de tradición y progreso, se encarna en el personaje de Yukie,
quien, finalmente, supondrá un emblema del futuro de bienestar por venir.
La película
está rodada en condiciones algo precarias, pero la historia tiene un aliento
épico y melodramático que conjuga a la perfección la historia personal de la
protagonista indiscutible: Yukie, con la historia de Japón desde la invasión de
Manchuria en 1931 hasta la derrota y capitulación final en 1945. Para los
aficionados al cine oriental, baste decir que la protagonista es la inmortal
actriz Setsuko Hara, protagonista de obras imperecederas de Yasujiro Ozu y una
de las mejores actrices de todos los tiempos. Aquí, a diferencia de las
películas de Ozu, Setsuko Hara, no encarna ni la resignación, ni el silencio,
ni la modosidad, ni la tolerancia, sino una joven pizpireta, lanzada y con un
conflicto interior al que hace frente con una vida exterior que la colme o,
como le dice a Noge: «Quiero encontrar algo que me consuma». Aún, cuando lo
dice, está muy lejos de pensar cuál será ese doloroso y apasionante futuro en
el que se «realizará», en memoria de su marido.
No es esta una
de las películas más conocidas de Kurosawa, y, desde luego, no llega al nivel
de perfección formal de sus muchas obras maestras posteriores, pero la intensidad con que
se plantea el destino de la protagonista, una mujer, además, confiere a la
narración una expresividad que se manifiesta en muchas secuencias incomparables.
Los espectadores tendrán dónde elegir, a ese respecto, se lo aseguro.
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