El De profundis de David Bowie antes de renacer, eterna ave fénix, como Ziggy Stardust.
Título original: Stardust
Año: 2020
Duración: 109 min.
País: Reino Unido
Dirección: Gabriel Range
Guion: Christopher Bell, Gabriel Range
Música: Anne Nikitin
Fotografía: Nicholas D.
Knowland
Reparto: Johnny Flynn, Jena
Malone, Marc Maron, Aaron Poole, Roanna Cochrane, Anthony Flanagan, Lara
Heller, Jorja Cadence, Annie Briggs, Ryan Blakely, Allie Dunbar, Drew Moss,
Derek Moran, Myles Dobson, Jeremy Legat, Jennifer Murray, Milan Carmona, Olivia
Carruthers, Brendan J. Rowland.
No era de
extrañar que los herederos de Bowie se opusieran a este biopic que
caricaturiza en parte sí, al ídolo musical mundial en que se convirtió con sus
muchas metamorfosis, y la prohibición de usar su música lastra sobremanera el
resultado final. No obstante, haber escogido aquel momento decisivo de su vida
en que hubo de renacer como el ave fénix para poder seguir alimentando la
creación de su propio mito y competir en igualdad de condiciones con luminarias
de la música pop de la talla de la que brillaban en aquellos momentos supone,
para los espectadores, el acercamiento a ese lado oscuro de la fama en la que
aún no se sabe si esta acabará llegando ni en qué medida, de las muchas que
tiene su caprichosa vara de medir.
Tras el relativo
éxito de Space Oddity, ahora, ya, un clásico de la música pop, renovada
por la versión que hizo Chris Hadfield , un astronauta, en uno de sus vuelos, y
que ha sido vista por decenas de millones de personas en todo el mundo, David Bowie
entró en una especie de callejón oscuro en el que no parecía acabar de
encontrar el camino musical que quería seguir. La película lo coge en ese
momento en que aún no es la estrella que llegaría a ser, pero habiendo
conseguido establecerse como músico en un ambiente tan sumamente competitivo
como el de Gran Bretaña, donde surgen cantantes y grupos por cada esquina, casi
como las amapolas en mayo; en ese momento en que parece renovarse, a causa del
internamiento de su hermanastro e iniciador musical, Terry Burn, en un
siquiátrico, sus dudas acerca de su propia salud mental, porque su tendencia a desafiar
las convenciones parece acercarse mucho a esa rebeldía de Terry contra el mundo,
que tanto lo impresiona y que aquí se expresa perfectamente cuando su psiquiatra
le invita a verlo participar en una reunión de grupo que, por aquellos años,
finales de los 60, comenzaron a hacerse populares en la psiquiatría, como Ken
Kesey nosmostró en Alguien voló sobre el nido del cuco.
¿Cómo salir del
impasse en el que ha entrado el autor, sin un claro respaldo de su productor,
sin una línea clara de actuación y tras un matrimonio —del que nacería su único
hijo, Duncan, director de cine— en el que su mujer parece llevar las riendas de
su propio proyecto artístico? ¡Una gira por Usamérica! Y aquí es donde la película da ese giro potente
hacia el retrato de una estrella emergente que pareciera no tener nada que
decir, salvo el de una pose estilística en la que se acentúa el androginismo
del autor mediante el uso de trajes femeninos, particularmente uno que le
sienta al protagonista que ni diseñado por su peor enemigo, pero que, y en eso
la película parece apartarse, por mor de la intensificación del dramatismo de
la desorientación del personaje, ligeramente de la realidad, cayó en gracia a
los periodistas usamericanos que lo entrevistaron en lo que resulta ser, al
final, un tour de promoción, más que un tour de trabajo, porque, por atávicas
razones que el personaje no acaba de entender, le está vedado actuar
profesionalmente en el país.
El periodista de la casa discográfica que
le sirve de chófer durante la gira por diferentes estados, en los que este ha
de ir tratando de conseguir citas que permitan promocionar el trabajo de Bowie,
casi un desconocido en Usamérica, es el «antagonista» de un personaje que se
siente estafado, porque está bastante más por debajo del estatus de estrella
del rock de lo que él podía llegar a imaginar: se ha de alojar en la casa
familiar del promotor y, cuando viajan, lo hacen en hospedajes de tercera. Eso
sí, el hombre se empeña en conseguir lo mejor para él porque cree en él y en su
potencial; el cantante, sin embargo, es ajeno a esos esfuerzos y está
hipercentrado en su propia rumiadura, muy, pero que muy perdido, tanto en su
presente como en la influencia de su pasado inmediato que se le cruza
constantemente por la mente, desorientándolo aún más. Solo cuando el chófer se
eleva, mediante acertadas reflexiones de tipo moral y estético a la condición
de persona digna de ser tratada de tú a tú, sin el «protocolo» artístico que se
gasta como estrella sin brillo donde está, y a ese respecto son humillantes dos
«intervenciones» musicales que le consigue, en las que el artista naufraga en
el mar de la indiferencia ambiente que lo rodea; solo en ese momento, la
historia parece progresar hacia lo que será el devenir del artista: su
asistencia a un concierto de Lou Reed y el desdén con que es tratado por Warhol
parecen devolverle a la crudeza de una realidad en la que, por aquel entonces,
Davir Bowie aún no era «nadie». El «sé otra persona, si tan difícil e
insoportable te resulta ser «tú mismo», de su promotor, es la clave de bóveda de lo que lleva
al cantante, a la vuelta a Inglaterra, a forjar una de sus muchas máscaras, ni
la mejor ni la más duradera, pero una sin la que es difícil entender su evolución:
Ziggy Stardust, invención que daría pie al álbum que lo entroniza en ese
lugar de excepción de la música pop del que no se movió, ya, hasta su fallecimiento: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and
the Spiders from Mars.
La puesta en escena de la película, con
esa función de contraste con sus sueños de estrellato es magnífica, y tiene
momentos verdaderamente cómicos, del mismo modo que son biográficamente muy
estimulantes para el espectador el roce de Bowie con la enfermedad mental y una
desorientación que tiene más de fase vital que de penumbra artística. En
cualquier caso, ya dije al principio que la imposibilidad de usar la música
supone un terrible lastre para la película, pero esta tiene los suficientes
ingredientes biográficos como para que los espectadores la sigan con notable
interés, y agradecidos por la novedad de ese enfoque bastante desconocido,
imagino, excepto entre los devotos del artista.
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