jueves, 4 de marzo de 2021

«Investigación criminal» y «Time Is My Enemy», de Arnold Laven y Don Chaffey, o dos secundarios pata negra.




Dos películas policiacas en Usamérica e Inglaterra, dos perspectivas distintas y una misma calidad en directores sin fortuna mediática. 

Título original: Vice Squad

Año: 1953

Duración: 87 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Arnold Laven

Guion Lawrence Roman (Novela: Leslie T. White)

Música: Herschel Burke Gilbert

Fotografía: Joseph F. Biroc (B&W)

Reparto:  Edward G. Robinson, Paulette Goddard, K.T. Stevens, Porter Hall, Adam Williams, Edward Binns, Barry Kelley, Jay Adler, Lee Van Cleef, John Verros.

 

Título original:  Time Is My Enemy

Año: 1954

Duración: 64 min.

País: Reino Unido

Dirección: Don Chaffey

Guion: Allan MacKinnon

Fotografía: Geoffrey Faithfull (B&W)

Reparto: Dennis Price, Renée Asherson, Patrick Barr, Duncan Lamont, Susan Shaw, Bonar Colleano, Alfie Bass, Agnes Lauchlan, Brenda Hogan, Barbara Grayley, Mavis Villiers, William Franklyn, Dandy Nichols, Erik Chitty, Howard Layton, Neil Wilson, Alastair Hunter.

 

         Toca hoy traer, a modo de homenaje más que merecido, a dos directores que han formado, en su momento, parte sustancial no solo de la industria del cine, sino, posteriormente, de la magnífica calidad de muchas de las series de televisión que han existido desde siempre, y siempre, además, con un instinto narrativo que aún hoy nos sigue admirando y, supongo, que sirviendo de lección para tantos realizadores como hoy emplea la industria de las plataformas para el bulímico consumo de series.

Me refiero a Arnold Laven y a Don Chaffey, cuya excelente labor para sembrar la semilla de la cinefilia conocí cuando pasaba tardes y tardes en los cines de doble sesión nutriéndome de relatos y modos de hacer que ahora entiendo por qué tenían la capacidad de «imantar» a los espectadores y no soltarlos hasta que acabaran las tres horas exactas del programa doble. De Arnold Laven vi, en aquellas tardes, películas como El monstruo que desafió al mundo o Gerónimo. De Don Chaffey, dos auténticos exitazos de taquilla, Jason y los Argonautas y la espectacular Hace un millón de años que convirtió a Raquel Welch en el mito erótico que fue durante toda su carrera cinematográfica. No tengo tiempo para ir a contrastar los datos de recaudación de aquella recreación de la especie humana anterior a los neandertales, pero jamás conocí a nadie que no hubiera visto la película, y, al parecer, fue el mayor éxito de taquilla de todas las películas producidas por la Hammer.

Los dos ejemplos que le he arrancado a mi ejercicio pedestre en la cinta del gimnasio constituyen dos enfoques distintos de un mismo género, el policiaco: una película británica, la de Chaffey y otra usamericana, la de Laven. Y hay diferencias entre ambas, al margen del presupuesto y de la entidad de los actores y actrices principales en una y otra, porque la presencia apabullante de Paulette Godard y Edward G. Robinson en Vice Squad le concede a la producción usamericana una solidez galáctica con la que no puede competir la muy decorosa, pero casi anónima de Chaffey, excepto por el caso de Renée Asherson, una muy reconocida actriz británica con repertorio chespiriano.

Vice Squad tiene una apariencia de documental que relata la vida cotidiana en una comisaria en la que el capitán ha de atender a varios casos, si bien la muerte de uno de sus hombres en un tiroteo la noche anterior, con esa secuencia se inicia la película, absorberá su atención. El ajetreo de unacomisaría en la que se agolpan los sospechosos habituales, hay ruedas de  reconocimientos para incriminar a posibles delincuentes, se vive con angustia el estado de un policía que acaba muriendo por las heridas recibidas, reciben el soplo de un inminente atraco en un banco e incluso la denuncia de una hija que quiere denunciar al conde italiano que ha embaucado a su madre hasta el punto de que esta quiere casarse con él; a todo ello el capitán ha de ir atendiendo a lo largo de un metraje ajustado para tantas historias que, como es lógico, acaban teniendo cada una su desenlace. Metidos en el interior del banco, a la espera de que se produzca el atraco, liderado por el mismo delincuente que mató al policía, el secuestro de una empleada que es usada como rehén y escudo para perderse en las sombras del escondite donde aguardar a que todo se calme complica aún más la situación. Para todo, sin embargo, hay una respuesta, y el capitán jamás descompone el tipo excepto por una respuesta desabrida que se produce justo después de recibir la muerte de su hombre. A pesar de la tensión dramática inherente al desarrollo de la trama, ese aire «documental» que Laven imprime al día a día de la comisaría, hay ciertos destellos de humor que sirven de contrapeso a los casos, e incluso uno de ellos, el del supuesto impostor italiano es resuelto con un sobresaliente ingenio, porque el capitán consigue que un profesor de Filología amigo suyo, de origen italiano, acepte entrevistarse con él para detectar, lingüísticamente, si ese trata de un heredípeta, como todo parece indicar que es. Esa parte, por la que me toca a mí de profesor de la asignatura de Lengua reconozco que me ha encantado. El resto se ve con complacencia, y, sobre todo, la parte cómica del testigo presencial de los hechos que se niega a hablar porque salía de casa de una prostituta y no quiere que la publicidad de los hechos llegue a oídos de su mujer. Un personaje a la medida de ese gran «característico» del cine que fue Porter Hall, que lo borda. La película sigue la estela de La ciudad desnuda, de Jules Dassin, por lo que al enfoque verista supone, pero también es cierto que entre Dassin y Laven hay una considerable distancia estética. Con todo, tanto el atraco como la persecución de la testigo que se escapa de su vigilante, tienen un fuerte componente de cine negro del mejor. Por otro lado, a los lectores cinéfilos les llamará la atención la presencia de un clásico de los westerns de Leone: Lee van Cleef, como miembro de la banda, quien destaca cinematográficamente, en cuanto la cámara lo enfoca , con una poderosa personalidad propia.

Time Is My Enemy es una clásica película policiaca que se apoya argumentalmente en un caso de chantaje a una mujer casada, ¡por parte de su marido!, a quien, en su día dieron por muerto, y que reaparece ahora con una personalidad distinta. Como el matrimonio es amigo de un policía que investiga un asesinato en una joyería, la situación se complica cuando la esposa quiere liberarse de un chantaje que, como es de esperar, acabará convirtiéndose en la principal fuente de recursos del delincuente, quien no puede vender las joyas porque están malditas por el asesinato cometido. La película se ajusta al estereotipo, pero todas las actuaciones son tan convincentes que el espectador sigue con interés el desarrollo de la trama. Ahí aparecen el pub estrafalario, la mujer fatal que le exige al delincuente que consiga el dinero y la lleve a París inmediatamente, y una mujer y un marido decididos a todo, aunque sea colocarse al otro lado de la ley para impedir la extorsión. Todo, como decía, transcurre dentro de las previsiones, pero hay algunos giros de la trama que no  revelaré y que incluyen ciertas tomas en contrapicado especialmente interesantes. Nadie podrá decir nunca nada contra la gran escuela inglesa de actuación, y menos aún para una película cuyo máximo interés radica en la solvencia con que tales actores y actrices son capaces de sacarla adelante. En términos generales, no es un mal complemento de la anterior, pero tiene ese envaramiento propio de los policiacos ingleses y que no hace mucho pudimos observar en la creación del personaje central de la serie Endeavour, nombre de dicho protagonista…

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