Un represaliado del macartismo, el desconocido director Bernard Vorhaus, que merece ser descubierto. Dos ejemplos de su maestría y de la del cinematografista John Alton.
Título origina Bury Me Dead
Año: 1947
Duración: 68 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Bernard Vorhaus
Guion; Dwight V. Babcock, Karen DeWolf (Obra: Irene Winston)
Música: Emil Cadkin
Fotografía: John Alton
(B&W)
Reparto: Cathy O'Donnell, June Lockhart, Hugh Beaumont, Mark Daniels,
Greg McClure, Milton Parsons, Virginia Farmer, Sonia Darrin, Cliff Clark.
Título original: The Amazing Mr.
X
Año: 1948
Duración: 78 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Bernard Vorhaus
Guion: Crane Wilbur, Muriel
Roy Bolton , Ian McLellan Hunter
Música: Alexander Laszlo
Fotografía: John Alton
(B&W)
Reparto: Turhan Bey, Lynn Bari, Cathy O'Donnell, Richard Carlson, Donald
Curtis, Virginia Gregg.
He aquí un descubrimiento absoluto
que también me ha deparado la selección de obras clásicas de YouTube. Antes de
ser represaliado por McCarthy y «emigrar» a Inglaterra, donde se dedicó, dejando
el cine, al negocio de restauración de casas, Bernard Vorhaus ya tenía una
larga carrera iniciada en 1928 y acabada en 1953, como ayudante de dirección de
Wiliam Wyler en Vacaciones en Roma, aunque con pseudónimo. En Inglaterra
trabajó con Michael Powell al amparo de una promoción pública del cine inglés,
época en la que David Lean trabajó como montador para un par de películas
suyas. Rodó también en Berlín y en Roma, en Cinecittá. Estamos en presencia,
pues, de un miembro de esa segunda generación de cineastas que se forjaron en
todos los oficios del cine hasta llegar a la dirección, y que conocen la
industria desde dentro. Por ello, sus películas, como en este caso de Vorhaus, tienen un acabado de calidad que, más allá de su
trascendencia dentro de la Historia del Cine, constituyen un ejercicio
artístico que ha de ser reconocido como se merece. Estas dos películas que he
visto, para introducir a los lectores de este Ojo en la obra de este
autor del que seguramente, como a mí me pasaba, no habrán oído hablar nunca, no
solo constituyen dos ejercicios de cinematografía de muchos quilates, sino que
ambas cuentan con el apoyo técnico de un director de fotografía tan brillante
como John Alton, que imprimió, sobre todo a la segunda, una personalidad, por
la iluminación y la atmosfera que crea, que va más allá de la trama a cuyo
servicio está, aun no siendo desdeñable.
Bury Me dead
es una película de corte policiaco que combina a la perfección la trama
criminal con la mejor comedia usamericana, llena de respuestas ingeniosas y
situaciones tan brillantes como las apariciones del boxeador del que, en
principio, parecen haberse enamorado dos hermanas, una de las cuales se entera,
tras la lectura del testamento del padre, que no ha sido adoptada legalmente,
por lo que toda la herencia va a su hermana mayor. La película arranca con un
incendio en el que, por el brazalete encontrado, todos creen que ha muerto la
heredera. A continuación, una mujer coge un taxi y se dirige al cementerio. El
taxista le pregunta al entierro de quién va, y ella le contesta: «Al mío».
Desde lejos observa la ceremonia sin dejar de hacerse la única pregunta posible
en este caso: ¿Quién querría verla muerta? A partir de ahí, se «aparece» a su
abogado, en primer lugar, después a su esposo, a su hermana, al servicio, etc. La
trama se complica porque la hermana, que estudia psicología, se va a vivir sola
y, estando enamorada del marido de su hermana, se enamora, por despecho, de un
boxeador, de cuya novia, a su vez, se enamora el marido de la heredera, quien,
para darle celos a su marido, de quien quiere divorciarse, también se enamora
del boxeador, una figura equivalente a la del «gracioso» de nuestro teatro
clásico, o a la del miles gloriosus de Plauto, que va a proporcionar a
la película algunos gags de verdadera altura, ninguno de los cuales le chafo a
los futuros espectadores parta que los disfruten como yo lo he hecho, porque en
esos momentos, la trama criminal queda brillantemente supeditada al delicioso
estilo de comedia sofisticada que tanta tradición tiene en el cine usamericano.
Poco a poco, pero sin tiempos muertos, la película progresa hacia el misterio
del asesinato de uno de los personajes, porque la película es una serie de flashbacks
encadenados que nos van llevando hacia las conclusiones lógicas que siempre se
imponen en estos casos, no sin que las falsas atribuciones de culpabilidad
generen un suspense que se mantiene poderosamente hasta el mismísimo final, en
que recuperamos el tono alegre de la comedia que nos ha hecho pasar un rato tan
estupendo. Sí, no lo duden, estamos ante una peli de serie B, pero con todos
los ingredientes del mejor cine de serie A. El reparto es muy ajustado y las
actuaciones saben moverse con encanto entre esos dos géneros, el criminal y la
comedia.
The Amazing
Mr.X se abre con el tono de una película misteriosa, casi gótica, y propia,
acaso, de un melodrama sobre el culto a
la memoria de los muertos amados en vida. Una imponente mansión en lo alto de
un acantilado, desde la que desciende una escalera hasta una playa diríase que
«particular», a juzgar por los acantilados que
la cierran sin paso accesible a la orilla. Por esas arenas pasea la protagonista,
con el traje blanco largo y vaporoso de rigor, junto al oleaje, una luna llena
que riela sobre las aguas y la persistente y dolorosa sensación de que entre el
viento y el mar susurran su nombre, llamándola, atrayéndola. Allí encuentra un
cuervo y un hombre misterioso que sele ofrece como vidente.
La protagonista
ha perdido a su marido, un pianista, y lleva tiempo ya percibiendo su presencia,
que la arrastra, sobre todo por las noches, a una deambulación nocturna que
tira de ella hacia la playa en la falda del acantilado donde se yergue la casa,
un escenario perfecto de novela gótica en el que lo más natural es la presencia
de espíritus o fantasmas. La mujer ha intentado rehacer su vida y tiene incluso
un pretendiente, pero la firme impresión que le causa la sensación de entrar en
contacto con su marido impide que dicha relación progrese. Finalmente, acude a
la consulta del vidente y a través de sus artes consigue crear en la viuda la
esperanza de entrar en relación con su esposo.
No tarda la
trama en desnudar los artificios del mago, la relación íntima de una de las
doncellas de la casa con él para extorsionar, vía espiritualista, a la clienta , y a ello se suma la intuición de la hermana
pequeña de la protagonista, quien se presenta en casa del vidente para intentar
«descubrir» qué trama tiene a su hermana como objetivo central. Lo que ocurre
es que la pánfila muchachuela queda literalmente «hechizada» por el amazing
vidente, quien le acaba pareciendo la humana encarnación de todas las gracias
masculinas que esperaba conocer ella. Van juntas a una sesión en la que el mago
despliega todas sus armas para impresionar a dos mujeres dispuestas a dejarse
impresionar. Se complica todo cuando el prometido irrumpe con la policía en la
sesión y no descubren nada de los trucos, bien protegidos del vidente. Le
obligan, eso sí, a repetir la sesión para desacreditarlo, pero, en ese momento,
vuelven a oírse las notas del Nocturno número 9 en si bemol menor de Chopin que
funcionan como un leit motiv a lo largo de toda la película para anudar
la relación psicológica de dependencia entre la protagonista y su difunto
marido, y, al fondo de la sala, envuelto en claridades de niebla espesa aparece
la figura del marido, todo ello ante el desconcierto del vidente que ignora qué
está pasando…
A partir del
secreto desvelado y del concierto de voluntades para esquilmar a la presunta
viuda, la trama toma un rumbo no por bien conocido interpretado con un
convencimiento total que logran suspender el ánimo de los espectadores ante lo
que todo da a entender que será un suicidio «programado», pero ahí me detengo,
a punto de pisar en falso en lo alto del acantilado sobre la playa…
Está fuera de
toda duda de que nos movemos en una producción en B, pero la poderosa fuerza de
las imágenes iluminadas, o, mejor dicho, ensombrecidas por John Alton le
proporcionan a la película un empaque de serie A total. A ello contribuye
también la interpretación del reparto, con actores y actrices de segundo nivel,
como el vidente Turhan Bey, de padre turco, o Cathy O’Donnell, quien murió
prematuramente con 46 años, en el apogeo de su carrera. En esta sesión doble,
ella actúa con una capacidad de entusiasmo que ya presagiaban su magnífico
desempeño en otros papeles más complejos, como en la ópera prima de Nicholas
Ray, Los amantes de la noche. Ambas películas le permiten una gama de registros
interpretativos que les hacen ganar muchos enteros.
No son pocas
las películas centradas en las estafas del espiritismo, pero en esta de Bernard
Vorhaus ha de ponerse el acento en la capacidad extraordinaria de crear una atmósfera
en una puesta en escena que permite auténticos encuadres de obra maestra, como
todos en los que, con la ventana abierta, las cortinas se mueven en un
bationdeo rítmico mientras la luna se enmarca en el rectángulo del dintel y
las jambas, hacia los que se acerca la cámara con una lentitud que anticipa un
peligro inminente… Por otro lado, y para «compensar» los desasosiegos que esas
tensiones le causan al espectador, la figura pícara del vidente estafador está
descrita con tal tono de comedia y farsa que nos parece imposible que se preste
a un juego tan sucio como el del difunto marido…
En fin, si he
logrado interesar a alguien en un director «rescatado» del olvido en que, como
tantísimos otros, había caído, me doy por satisfecho. En este sentido, bucear
en el pasado del cine es siempre una aventura llena de recompensas, como en
este caso.
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