lunes, 3 de enero de 2022

«By Indian Post», «The Village Blacksmith» y «Mother Machree», de John Ford en sus inicios deslumbrantes…

 

Título original: By Indian Post

Año: 1919

Duración: 20 min.

País: Estados Unidos

Dirección: John Ford

Guion: H. Tipton Steck. Historia: William Wallace Cook

Reparto: Pete Morrison, Duke R. Lee, Magda Lane, Edward Burns, Jack Woods, Harley Chambers, Hoot Gibson, Jim Moore, Jack Walters, Otto Myers, Ed Jones

 

 

 

 








Título original: The Village Blacksmith

Año: 1922

Duración: 80 min.

País: Estados Unidos

Dirección: John Ford

Guion: Paul Sloane. Poema: Henry Wadsworth Longfellow

Fotografía: George Schneiderman

Reparto: Will Walling, Virginia True Boardman, Virginia Valli, Ida Mae McKenzie, David Butler, Gordon Griffith, George Hackathorne

 








Título original: Mother Machree

Año: 1927

Duración: 75 min.

País: Estados Unidos

Dirección: John Ford

Guion: Rida Johnson Young

Fotografía: Chester A. Lyons (B&W)

Reparto: Belle Bennett, Neil Hamilton, Victor McLaglen, Constance Howard, Philipe de Lacy, Ted McNamara, Billy Platt, Eulalie Jensen, Pat Somerset.

 

Tres muestras fragmentarias con todos los rasgos geniales del director de directores: De Jack Ford a John Ford...

 

 

         Para curiosos del Séptimo Arte traigo hoy noticia de tres fragmentos de películas de John Ford que han sobrevivido y llegado hasta nuestros días. De la última, he visto solo una parte, porque la otra no está a disposición del público, aunque dobla con creces lo que sí es accesible, media hora escasa. ¿Tienen solo valor arqueológico, estas muestras que cualquiera puede tomarse el placer de verlas en YouTube? Para los más distanciados de la cinefilia puede que solo tengan ese valor, pero me parecen de visión inexcusable para los muchos fordianos que en el mundo hay, admiradores a los que no les pasarán desapercibidos los rasgos propios del mundo del Ford, sus múltiples querencias desde los inicios mismos de su longeva carrera. A nadie se le escapa que el señor Ford en modo alguno quería codearse con los “artistas”, con los “intelectuales” del cine, sino hacer películas que no pudieran distinguirse de la vida misma, y estas tres muestras responden fielmente a sus señales de identidad estéticas y argumentales. By Indian Post es una historia ambientada en el oeste y narrada con el fordiano sentido del humor que fue decantándose con el tiempo para convertirlo en uno de los grandes genios, no acreditado, de un género que, en realidad, apenas cultivó: la comedia; pero el contenido humorístico de sus películas no solo es abundante, sino de muchos quilates. En estos dos rollos que se conservan, se nos muestra a un vaquero que aspira a conseguir la mano de un potentado que le exige que se mantenga alejado de su hija. Decide escribirle una carta de amor, pero esta se la roba un indio que, taimadamente, entra en la casa donde duermen varios vaqueros, a los que también roba algunos enseres. Al despertar y no encontrar la carta, monta en cólera y hay una escena de destrucción de las literas en busca de la carta muy graciosa. Posteriormente, y porque al indio se le van cayendo algunos naipes que también había robado, le siguen el rastro. La carta, de la mano del indio llega a manos de la destinataria, curiosamente. Mientras tanto, el enamorado ha sido atrapado por el padre y lo mantiene oculto en una suerte de hotel. Un amigo logra salvarlo y «su chica» lo espera con un caballo dispuesto para huir de su padre con él. Momentos antes, al huir hacia la habitación de al lado, descubre que es un sacerdote el que la ocupa y decide, tras lanzarse al caballo y recoger a la enamorada, que el cura los case antes de que el padre logre vencer la resistencia que su amigo hace para que no entre en la habitación donde lo tenía secuestrado y vigilado. Como se advierte, acción y humor con generosas dosis aparecen ya, ¡nada menos que en 1912!, y esos escasos minutos incluyen, por cierto, una persecución del indio a caballo que nos muestra cómo bajan los caballos por una hendidura vertical en el terreno muy vistosa de ver… De naturaleza totalmente distinta es The Village Blacksmith, porque, sin saber exactamente cuál pueda ser el desarrollo argumental de la totalidad de la película, lo conservado nos muestra una persecución de un malvado que ha robado los dineros de la Iglesia del lugar y, en medio de una tormenta en la que un hombre va en busca de una mujer, a la que encuentra justo después de que se salve de un rayo que le ha caído al lado, un paralítico que increpa a todos los demonios se lanza al suelo de la silla y va arrastrándose, bajo la lluvia, hacia la casa del ladrón, donde el padre, decidido a quedarse con el botín sustraído por el hijo, comienza a azotar al joven que ha llegado reptando hasta su casa, en esas, el padre del chico oye el grito de socorro de su hijo y llega, como el séptimo de caballería, cuando más arreciaban los golpes contra su hijo. Excuso decir que los planos del joven arrastrándose bajo la lluvia y unos primeros planos de él reptando son algo más que espectaculares. La historia incluye una operación que le devuelve la movilidad al chico y una boda, pero, ya digo, de lo visto no puede deducirse el contenido total del desarrollo de la historia. Los caracteres de los malvados, y en especial del joven ladrón, expuestos a través del recurso del primer plano, son descritos con la perfección de la interpretación de los actores, cuya gesticulación, la propia del cine mudo, por otro lado, tiene un punto dramático que, sin embargo, aún es capaz de sobrecoger el ánimo de los espectadores.

         Finalmente, Mother Machree —y con ese nombre triunfó una balada algunos años de que hiciera Ford su película, razón por la que los productores y el Director hicieron una prueba de cine sonoro para que se oyera la canción en la película— se inicia en la Irlanda mítica de Ford, el más irlandés de los directores irlandeses, no habiendo nacido él allí…, en un poblado pesquero popular en el que un pescador se despide de su esposa y de su hijo para, desgraciadamente, no volver a verlos, por lo que la mujer, como tanto otros en aquellos años de entreguerras, decide marchar a Usamérica, la «Tierra de promisión». La noche de la tormenta en que naufraga el marido, Ford arranca un plano impresionante de la esposa pegada al cristal de la ventana por el que descienden las gotas de lluvia confundiéndose con el llanto de sus ojos, una de esas genialidades suyas a las que no solía dar la más mínima importancia. Poco tiempo después, y antes de marchar, tiene un encuentro con tres miembros de un circo, el hombre más fuerte del mundo, un enano envejecido y un arpista burlón. Con decir que ese fortachón es un jovencísimo Victor McLaglen, que se enamora a primera vista de la viuda, lo que lo lleva a la torpeza total de movimientos propia de la timidez más absoluta, cualquier aficionado a las películas de Ford ya estará deseando ver esta auténtica joya parcial de lo que, completa, será una obra genuinamente suya en un momento en que Ford ya había dirigido obras maestras como The Iron Horse, por ejemplo. La relación del hijo con la madre y, después, con el gigantón, forma parte de esas redes de afectos que John Ford sabe narrar con una habilidad absolutamente natural, como, insisto, si no hubiera fronteras entre el plano y la realidad contigua; como si, para entendernos, las obras pictóricas no tuviesen marco y formaran parte del entramado de la casa donde se cuelgan. La historia tiende hacia el melodrama, porque la madre y el hijo son mostrados en plena adversidad, cuando a ella se le cierran todos los caminos para sacar adelante a su hijo y a ella misma. En ese  momento, sin embargo, irrumpe en el cuarto de su pensión el gigante enamorado, a cuyos brazos se tira el chico como si, realmente, recibiese a su propio padre. Y ahí se acaba la historia, de la que al menos este espectador seguiría viendo infatigablemente los rollos que aún no han sido puestas a disposición de los espectadores, en una suerte de avara preservación de fondos históricos que van más allá del interés legítimo de los eruditos en la materia. Espero con impaciencia acceder al resto del contenido. La presencia de Victor McLaglen, en plena juventud, es un aliciente mayúsculo para los fieles seguidores de ese monstruo de la pantalla.

         La visión de estos tres «pellizcos» de la obra primeriza de Ford, sobre todos el primero, de 1919, confirma de todas todas que el arte de la narración cinematográfica es, también, un don, como el oído absoluto de los músicos o la memoria eidética.

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