Título original: By Indian
Post
Año: 1919
Duración: 20 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: H. Tipton Steck. Historia: William Wallace Cook
Reparto: Pete Morrison, Duke R. Lee, Magda Lane, Edward Burns, Jack
Woods, Harley Chambers, Hoot Gibson, Jim Moore, Jack Walters, Otto Myers, Ed
Jones
Título original: The Village
Blacksmith
Año: 1922
Duración: 80 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: Paul Sloane. Poema: Henry Wadsworth Longfellow
Fotografía: George Schneiderman
Reparto: Will Walling, Virginia True Boardman, Virginia Valli, Ida Mae
McKenzie, David Butler, Gordon Griffith, George Hackathorne
Título original: Mother
Machree
Año: 1927
Duración: 75 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: Rida Johnson Young
Fotografía: Chester A. Lyons (B&W)
Reparto: Belle Bennett, Neil Hamilton, Victor McLaglen, Constance
Howard, Philipe de Lacy, Ted McNamara, Billy Platt, Eulalie Jensen, Pat
Somerset.
Tres muestras
fragmentarias con todos los rasgos geniales del director de directores: De Jack Ford a John
Ford...
Para curiosos
del Séptimo Arte traigo hoy noticia de tres fragmentos de películas de John
Ford que han sobrevivido y llegado hasta nuestros días. De la última, he visto
solo una parte, porque la otra no está a disposición del público, aunque dobla
con creces lo que sí es accesible, media hora escasa. ¿Tienen solo valor
arqueológico, estas muestras que cualquiera puede tomarse el placer de verlas
en YouTube? Para los más distanciados de la cinefilia puede que solo tengan ese
valor, pero me parecen de visión inexcusable para los muchos fordianos que en
el mundo hay, admiradores a los que no les pasarán desapercibidos los rasgos
propios del mundo del Ford, sus múltiples querencias desde los inicios mismos
de su longeva carrera. A nadie se le escapa que el señor Ford en modo alguno
quería codearse con los “artistas”, con los “intelectuales” del cine, sino
hacer películas que no pudieran distinguirse de la vida misma, y estas tres
muestras responden fielmente a sus señales de identidad estéticas y
argumentales. By Indian Post es una historia ambientada en el oeste y
narrada con el fordiano sentido del humor que fue decantándose con el tiempo
para convertirlo en uno de los grandes genios, no acreditado, de un género que,
en realidad, apenas cultivó: la comedia; pero el contenido humorístico de sus
películas no solo es abundante, sino de muchos quilates. En estos dos rollos que se conservan, se nos muestra a un vaquero que aspira a conseguir la mano de
un potentado que le exige que se mantenga alejado de su hija. Decide escribirle
una carta de amor, pero esta se la roba un indio que, taimadamente, entra en la
casa donde duermen varios vaqueros, a los que también roba algunos enseres. Al
despertar y no encontrar la carta, monta en cólera y hay una escena de
destrucción de las literas en busca de la carta muy graciosa. Posteriormente,
y porque al indio se le van cayendo algunos naipes que también había
robado, le siguen el rastro. La carta, de la mano del indio llega a manos de la
destinataria, curiosamente. Mientras tanto, el enamorado ha sido atrapado por
el padre y lo mantiene oculto en una suerte de hotel. Un amigo logra salvarlo y
«su chica» lo espera con un caballo dispuesto para huir de su padre con él.
Momentos antes, al huir hacia la habitación de al lado, descubre que es un
sacerdote el que la ocupa y decide, tras lanzarse al caballo y recoger a la
enamorada, que el cura los case antes de que el padre logre vencer la
resistencia que su amigo hace para que no entre en la habitación donde lo tenía
secuestrado y vigilado. Como se advierte, acción y humor con generosas dosis
aparecen ya, ¡nada menos que en 1912!, y esos escasos minutos incluyen, por
cierto, una persecución del indio a caballo que nos muestra cómo bajan los
caballos por una hendidura vertical en el terreno muy vistosa de ver… De
naturaleza totalmente distinta es The Village Blacksmith, porque, sin
saber exactamente cuál pueda ser el desarrollo argumental de la totalidad de la
película, lo conservado nos muestra una persecución de un malvado que ha robado
los dineros de la Iglesia del lugar y, en medio de una tormenta en la que un
hombre va en busca de una mujer, a la que encuentra justo después de que se
salve de un rayo que le ha caído al lado, un paralítico que increpa a todos los
demonios se lanza al suelo de la silla y va arrastrándose, bajo la lluvia,
hacia la casa del ladrón, donde el padre, decidido a quedarse con el botín
sustraído por el hijo, comienza a azotar al joven que ha llegado reptando hasta
su casa, en esas, el padre del chico oye el grito de socorro de su hijo y
llega, como el séptimo de caballería, cuando más arreciaban los golpes contra
su hijo. Excuso decir que los planos del joven arrastrándose bajo la lluvia y
unos primeros planos de él reptando son algo más que espectaculares. La
historia incluye una operación que le devuelve la movilidad al chico y una
boda, pero, ya digo, de lo visto no puede deducirse el contenido total del
desarrollo de la historia. Los caracteres de los malvados, y en especial del
joven ladrón, expuestos a través del recurso del primer plano, son descritos
con la perfección de la interpretación de los actores, cuya gesticulación, la
propia del cine mudo, por otro lado, tiene un punto dramático que, sin embargo,
aún es capaz de sobrecoger el ánimo de los espectadores.
Finalmente, Mother
Machree —y con ese nombre triunfó una balada algunos años de que hiciera
Ford su película, razón por la que los productores y el Director hicieron una
prueba de cine sonoro para que se oyera la canción en la película— se inicia en
la Irlanda mítica de Ford, el más irlandés de los directores irlandeses, no
habiendo nacido él allí…, en un poblado pesquero popular en el que un pescador
se despide de su esposa y de su hijo para, desgraciadamente, no volver a
verlos, por lo que la mujer, como tanto otros en aquellos años de entreguerras,
decide marchar a Usamérica, la «Tierra de promisión». La noche de la tormenta en que naufraga el marido, Ford arranca un plano impresionante de la esposa pegada al cristal de la ventana por el que descienden las gotas de lluvia confundiéndose con el llanto de sus ojos, una de esas genialidades suyas a las que no solía dar la más mínima importancia. Poco tiempo después, y antes de marchar, tiene un
encuentro con tres miembros de un circo, el hombre más fuerte del mundo, un
enano envejecido y un arpista burlón. Con decir que ese fortachón es un jovencísimo
Victor McLaglen, que se enamora a primera vista de la viuda, lo que lo lleva a
la torpeza total de movimientos propia de la timidez más absoluta, cualquier
aficionado a las películas de Ford ya estará deseando ver esta auténtica joya
parcial de lo que, completa, será una obra genuinamente suya en un momento en
que Ford ya había dirigido obras maestras como The Iron Horse, por
ejemplo. La relación del hijo con la madre y, después, con el gigantón, forma
parte de esas redes de afectos que John Ford sabe narrar con una habilidad
absolutamente natural, como, insisto, si no hubiera fronteras entre el plano y
la realidad contigua; como si, para entendernos, las obras pictóricas no
tuviesen marco y formaran parte del entramado de la casa donde se cuelgan. La
historia tiende hacia el melodrama, porque la madre y el hijo son mostrados en
plena adversidad, cuando a ella se le cierran todos los caminos para sacar
adelante a su hijo y a ella misma. En ese
momento, sin embargo, irrumpe en el cuarto de su pensión el gigante
enamorado, a cuyos brazos se tira el chico como si, realmente, recibiese a su
propio padre. Y ahí se acaba la historia, de la que al menos este espectador
seguiría viendo infatigablemente los rollos que aún no han sido puestas a
disposición de los espectadores, en una suerte de avara preservación de fondos
históricos que van más allá del interés legítimo de los eruditos en la materia.
Espero con impaciencia acceder al resto del contenido. La presencia de Victor
McLaglen, en plena juventud, es un aliciente mayúsculo para los fieles
seguidores de ese monstruo de la pantalla.
La visión de
estos tres «pellizcos» de la obra primeriza de Ford, sobre todos el primero, de
1919, confirma de todas todas que el arte de la narración cinematográfica es,
también, un don, como el oído absoluto de los músicos o la memoria eidética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario